Encontrándonos
en pleno siglo XXI y en cualquier país occidental nos parecería casi imposible
que los derechos de las mujeres no fueran respetados, pero solo tenemos que
girar nuestra mirada hacía los países orientales para ver que eso ocurre y por
desgracia con gran frecuencia. Empezando por una cosa tan sencilla como el
atuendo, símbolo de expresión y libertad.
Las mujeres son obligadas a llevar un
burka, prenda típica de Afganistán que las cubre desde la cabeza hasta los pies
dejando solamente una pequeña rejilla para ver. En los demás países árabes
también visten prendas de este tipo como el hiyab, la shayla, el nikab o el
chador. Muchas de las mujeres que por desgracia han probado cualquiera de estas
prendas, las describen como una cárcel en la que no ves ni si quiera tus
propios pies y en donde, es muy difícil respirar. Según la religión islámica,
las mujeres deben de llevar este tipo de prendas para evitar las tentaciones de
los hombres ajenos a su familia y en el caso que la mujer no lleve el rostro y
el cuerpo tapado tendrá que atenerse a graves replicas como el apedreamiento.
Tenemos que destacar que esto ocurre solamente en los países árabes más
extremistas como: Afganistán, Irak o Arabia Saudí. En donde, las mujeres no
pueden salir a la calle sin la compañía de un hombre y por supuesto el hombre
deberá ser de su familia.
Uno de los
derechos más fundamentales como la educación, tampoco es respetado ya que gran
parte de las niñas no acuden a la escuela por el simple hecho de tratarse de
niñas y no de niños lo que es realmente vergonzoso. Sumamos a la lista de los
derechos incumplidos el derecho a la libertad de elección, siendo obligadas a
casarse con quien sus padres elijan y no con quien ellas quieran. En muchos de
los casos, los futuros esposos se conocen el mismo día de la boda y con mucha
suerte se habrán visto una vez más y siempre en presencia de algún familiar.
Esto, provocara matrimonios infelices y desgraciados, donde, como no, la mujer se
llevará la peor parte siendo con frecuencia maltratada y abusada por su propio
marido, un gran desconocido para ella. Toda su vida girará alrededor del
hombre, cuando sea una niña será mandada por el padre y cuando ya sea una mujer
gobernada por el marido. No podrá opinar, ni actuar sin su consentimiento,
solamente se limitará a asentir y a obedecer. Por lo que su labor se centrará
en exclusiva en el cuidado de la casa, del hombre y de los hijos, no estando
permitido su trabajo fuera del hogar. Sin duda alguna, me parece lamentable que
a principios del siglo XXI existan tipos de sociedades como esta,
caracterizadas por una mentalidad más propia del siglo XVI. Pero, lo que
todavía me parece más triste es que intenten hacer creer que estas
“tradiciones” son impuestas por el Corán (libro sagrado del Islam) cuando
precisamente este, dice lo contrario ya que dota a la mujer con derechos e
igualdades ante el hombre. Los hombres “malinterpretan” con intención o sin
ella, lo que se encuentra escrito en el Corán, para poder así beneficiarse de
su supuesta superioridad y tratando a las mujeres como verdaderos objetos con
los que pueden hacer lo que les venga en gana.
Lo peor de
todo, es que aquellas mujeres que se atreven a rebelarse ante estas normas
acaban apedreadas o marginas por el resto de la sociedad. Todo esto, nos lleva
a replantearnos qué podemos hacer nosotros para ayudarlas a salir o a intentar
cambiar esa sociedad y sí lo que hacemos para ayudarlas es lo suficiente.
Nos fijamos
mucho en las atrocidades del ISIS, un esclavización de la mujer,
extraordinaria, y no nos fijamos tanto en otras muchas, que ya hemos metido en
la categoría de lo ordinario.
Elena Sañudo
Estudiante
de bachillerato
Imagen ElPaís
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