El aumento
de la sensibilidad medio ambiental, el afán por vivir en la naturaleza y el
prefijo “eco”, no siempre son representan una buena idea, que todo en exceso es
malo. En los últimos años, la vida natural y el contacto permanente con la
naturaleza han sembrado nuestro país de monterías, excursiones, recorridos
extremos y carreras populares.
Un ejemplo
de esto último es la primera prueba mundial de espeleo-trail, una carrera
“indor” con las estalactitas de decorado. El lugar elegido es la cueva de
Valporquero, propiedad de la diputación de León, que ha autorizado al Club
Atletismo La Bañeza
y a la empresa DPTK Innovación y Tecnología, a organizar esa prueba. Con un
recorrido de 12
kilómetros , trescientos afortunados deportistas podrán
recorrer en zapatillas una de las cuevas más importantes de nuestro patrimonio
geológico, visitada cada año por miles de turistas, que buscan en ellas sus
impresionantes y milenarias formaciones calcáreas.
Para las autoridades
nos encontramos ante una oportunidad única de promoción turística y de creación
de valor para los visitantes de la zona. Para ecologistas y grupos vecinales,
ante una “salvajada inconsciente”. Pese al cuidado prometido, la invasión de
luces, pasarelas y medios para facilitar la travesía, resulta chocante ante la
prohibición habitual de sacar fotos y de hablar (salvo que susurres), como nos
indican desde el club Running León.
La
organización y las autoridades han explicado que se van a tomar medidas
extremas para evitar el vertido de desperdicios (los participantes deberán
cargar con sus propios residuos, tales como geles, botellas o envoltorios) y
para acotar la ruta, preservando la mayor parte de la cueva de cualquier
perjuicio (aunque los corredores podrán entrar con sus bastones.
Cantabria,
donde las pruebas en cuevas como el Soplao o en espacios naturales del litoral
se consolidan, es otro ejemplo de esta fiebre eco-atlética.
Pero las
cuevas no son el único espacio en riesgo por la extensión de estas prácticas
deportivas y recreativas. Hace unas semanas, varios guardas del servicio
forestal y guías de rutas turísticas alertaban sobre la disminución de huellas
de animales en zonas habituales para ellos, desplazados por la presencia
continua de visitantes, andadores y deportistas que, con su mejor buena fe,
invaden espacios protegidos o de conexión entre estos. Un ejemplo es la ruta de
rozas de Ucieda, muy afectada por las carreras de ultramaratón.
La
preocupación de algunos colectivos, ante la falta de información a los
ciudadanos y ante la ausencia de una normativa que regule estás prácticas ha
llevado a algunos deportistas a tomar iniciativas. Es el caso de la campeona
cántabra de ultrataril, Anabel Merino que se ha negado a participar en aquellas
pruebas que no cumplan unas estrictas medidas ambientales.
“Una exageración,
puesto que las carreras se desarrollan en zonas acotadas y sobre pistas ya
construidas, con lo que el impacto es menor que un desplazamiento habitual de
ganado”, nos explican desde la
Federación de Municipios.
Pero no ven
tan claro los grupos ecologistas. “La carrera de El Soplao atraviesa senderos
muy poco transitados del Parque Saja Besaya, en la zona de Liendres ha debido
ponerse en práctica limitaciones ante el aumento de residuos, en Peña Lara ha
habido quejas de los ayuntamientos”. Para Francisco Gutiérrez, campeón de
utratrail de Cantabria y especialista ambiental, los beneficios sobre la
conciencia social hacia el medio, y las ventajas económicas son muy superiores
a los riesgos, y las organizaciones de los eventos toman muchas precauciones,
aunque es cierto que en pruebas tan largas, algunas nocturnas, hay corredores
que se pierden y se salen de las zonas limitadas, y persona que no contribuyen,
precisamente, a la limpieza de los espacios.
En medio de
esta creciente polémica, Investigadores del Instituto de Investigación en
Recursos Cinegéticos y de la Universidad Autónoma de Madrid han presentado
hace una semana una primera investigación sobre el tema que revela los efectos
sobre ciertas aves (el sisón, principalmente) la presencia del hombre en zonas
que deberían estar protegidas.
Para ello
se ha analizado la presencia en las heces de las aves de metabolitos de
corticosterona, la hormona del estrés.
El
resultado es bastante concluyente, el estrés aumenta significativamente durante
el fin de semana, frente al resto de días. Son estos periodos en los que
aumentan actividades de recreo en los montes por parte de los seres humanos
(llámese paella familiar o maratón aficionado).
El estudio
revela que en las aves estudiadas, los fines de semana predominan los comportamientos
típicamente anti-predatorios y el desplazamiento hacia lugares de menor calidad
en cuanto al alimento. En cambio, tras el fin de semana, pasan más tiempo
comiendo, probablemente para recuperarse del gasto energético sufrido durante
los fines de semana.
Quizá una
medida fuese la construcción de refugios para las aves con suficientes recursos
alimenticios para el fin de semana (al estilo de los refugios nucleares para
humanos). O quizá solo bastase con inventar una bebida isotónica con altas
dosis de sentido común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Queremos saber tu opinión. Se respetuoso y enriquece a la comunidad