Nos recibe
en la parroquia de S. Antón de Madrid, el Padre Ángel. Más allá de un cura
innovador y defensor de la justicia social, una avanzadilla de la nueva iglesia
que persigue Bergoglio
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Procesiones
y demás rituales propios de la estación se encuentran en claro ascenso, aunque
las procesiones de hoy poco tienen que ver con lo que fueron. Bajo el barniz
del sentimiento y la fe, está la
cultura. Aséptica y laica, el arte y el reclamo turístico forjador de un
negocio que cae como maná en cada región española, tan pronto de la mano del
sol como de una ristra de capirotes. Y llegará el día que se contraten extras,
como ahora se contratan costaleros, en algunas ciudades. Y es que el
sufrimiento, la muerte, el bien encarnado y lacerado, choca con una sociedad
educada por la publicidad y la escuela en el positivismo infantil e
inconsciente, en los cuerpos de gimnasio y las caras retocadas.
“Si de verdad viviéramos y entendiéramos la
pasión de Cristo, más haríamos para reducir las colas que cada día se montan
frente a los comedores de Cáritas. Más haríamos para ayudar a Dios a clausurar
tanta guerra que nos desangra, y más tesón pondríamos para, con una sonrisa en
la boca y una cruz bien grande en la frente, demostrar que somos cristianos
ante tanta infamia y tanta ominosidad como a cada instante topamos”. Esa es la
filosofía que nos ha empapado tras un rato de charla con el Padre Ángel.
El cura del
traje y la corbata roja se ha convertido en uno de los mayores activistas de la
nueva iglesia, mucho antes de que Bergoglio la predicase. Ángel se ha atrevido
a extender el mensaje evangélico en estado puro. O dicho de otro modo,
anteponer el amor al prójimo y la lucha apasionada por la justicia, a los
formalismos litúrgicos. Es cierto que su estilo es más próximo al de los curas
de Entrevias, no es oyente de la
COPE , no ha ido a ninguna manifestación anti abortista y no
lleva sotana. Pero ha sembrado
esperanza, ha atraído al mensaje de Cristo a decenas de jóvenes, ha luchado
contra la droga, ha fomentado la educación, ha sacado a mujeres de las sombras
de la calle y han mostrado a Dios a muchos corazones de ese pozo que es el
Madrid que queda más allá de la calle Serrano y los túneles de la M 30. Ajeno al poder de la jerarquía
eclesiástica y crítico, con toda amabilidad,
con el poder político de la casa de la Villa o de la Moncloa. “La crítica al poder no esconde ningún
regocijo con su fracaso, pero tenemos que afrontar la realidad no engañándonos
ni disimulándola con estadísticas. Y
después de conocer la realidad hay que trabajar y hacer lo más imprescindible,
que en este momento es dar de comer, dar ropa, pagar la luz o el alquiler de
las casas”.
Le hemos
encontrado en plena faena, con sus feligreses y los medios de comunicación,
abriendo a la modernidad la parroquia de San Antón, llena de nuevas
tecnologías, abierta de forma permanente y exhalando un aire renovador que
lleva a permitir, entre otras cosas, que los parroquianos acudan con sus
animales, en ocasiones su única compañía.
Pero entre
las cámaras que capturan la anécdota de una iglesia con mascotas, Ángel no
pierde de vista su objetivo. “El hambre ya no es patrimonio de tierras lejanas.
Aquí en España hay gente que llora por no poder darle de comer a sus hijos o
porque no les puede comprar los libros o los lápices para el colegio, y les da
una gran tristeza porque ¿Cómo le vas a decir a tu hijo que no tienes que darle
de comer? “
Ángel es
uno de los artífices de un fenómeno que se ha desarrollado en España con intensidad
en estos años: lograr que el trabajo abandonado por las instituciones sea
cubierto en el portal de cada casa por vecinos que pueden ayudarse entre ellos
en caso de que haya necesidad.
“Somos
mucho más solidarios y además tenemos una infraestructura que antes no
teníamos. Pero pese a todo, son los pobres los que más ayudan, comparten lo
poco que tienen con los demás. Hay muy pocas empresas o instituciones que hagan
eventos enfocados a los más necesitados”.
En estos
días de pasión, es inevitable preguntarle por las críticas que la iglesia
recibe, al menos en ese sector hermético y ceremonial que aún existe. “No solo
entiendo a quienes nos critican, sino que estoy con ellos. En muchas ocasiones,
algunos de los valores que definen a la Iglesia no se cumplen, pero por suerte este papa
que tenemos insta a los sacerdote a salir de sus palacios y a mezclarse con la
gente y siempre expresa su disconformidad con las injusticias que ocurren
diariamente.
La Semana
de Pasión ha sacado a la luz “un cristianismo muy vivo y muy comprometido con
el mensaje de Cristo, mensaje de amor, de tolerancia, de misericordia, un
cristianismo con el que somos muchos los que comulgamos”. Son días de playa y
caravana, días de procesiones turísticas y religión de cartón piedra. Pero
entre tanto ruido, Dios sigue vivo y muchos le esperamos, con el corazón
abierto, y la mirada pendiente de Ángel.
Gabriela Abascal
Estudiante de bachillerato, Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)
Coordina David Sanjuan
Estudiante de bachillerato, Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)
Coordina David Sanjuan
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