lunes, 5 de octubre de 2009

Que no está muerto lo que yace eternamente (una breve visita al Necronomicón)


Teresa Álvarez


Muchas y muy diversas son las teorías acerca del origen de este oscuro volumen de hechicería; aún así, poca gente cree ya que este libro sea fruto de los delirios febriles de uno de los más grandes autores de la novela gótica, H. P. Lovecraft, en parte porque nunca se encontró (a excepción de su breve Cronología del Necronomicón) ningún manuscrito que contuviera el libro en sí.

Hace poco se estableció una teoría final que atribuye (como ya Lovecraft, junto con otros autores, hacía en sus narraciones) el prohibido libro al árabe loco Abdul Alhazred, escrito en Damasco en el 730 d.C. del calendario cristiano, bajo el título de Al-Azif, siendo Azif la palabra empleada por los árabes para designar el sonido producido por los insectos nocturnos del desierto*, que era supuestamente el aullido de los demonios.

El Necronomicón, prohibido por todas las autoridades desde su primera aparición pública, fue traducido clandestinamente al griego por Theoduros Philetas, quien lo transcribe ya con este nombre, que es el que quedará para la posteridad, en el 950 d.C.

Es prohibido de nuevo y quemado por el patriarca Miguel en el año 1050 de nuestra era. Por aquel entonces, el texto original árabe ya había desaparecido, con lo que el testimonio de Alhazred desaparece, al menos de la memoria pública.


Sin embargo, hacia 1230 aparece una nueva copia, traducida del griego al latín y de autor anónimo, que el Papa Gregorio IX prohíbe en 1232. A lo largo de los tres siglos siguientes se imprimen tres ediciones más, una hacia 1400 en letra gótica en Alemania, otra en 1500, una edición en latín en Italia y hacia 1600 llega una tercera edición latina a España.

Se sabe además de una copia que nunca llegó a imprimirse, hacia 1550-1600: una traducción por parte del alquimista inglés John Dee, astrólogo de la corte de la reina Isabel I de Inglaterra, de la que únicamente se conserva un relato remendado y no muy concreto.

Pasando ahora al análisis del volumen en sí, encontramos un pequeño prólogo o introducción que reza de esta manera:

“El Libro de las Leyes del los Muertos, escrito por el poeta Abdul Alhazred de Sanaa, en Damasco, hacia el año 113 de la Héjira, para que toda la Humanidad pueda saber de los Horrores de la Tumba y de aquellos Horrores mayores que esperan Más Allá.”

En cuanto a la narración, distinguimos tres partes:

l        El Libro de Episodios, que subdividido en diez narraciones (dos de ellas perdidas en las sucesivas traducciones) relata la historia, del propio Alhazred, a modo de autobiografía; su proceso de aprendijaze e iniciación en las Artes Oscuras junto a su maestro Yakthoob, un conocido hechicero árabe de la época, sus propios pensamientos y sentimientos y sus periplos por los desiertos de Arabia en busca del conocimiento perdido de los Primigenios (según él, los Dioses Antiguos que moraban la Tierra cuando ésta era aún joven, pero que fueron desterrados por los Dioses Arquetípicos (una especie de antagonistas a los Primigenios) cuando crearon al Hombre).

l        En el Libro de las Preparaciones, Alhazred, una vez obtenidos los codiciados conocimientos, a modo de libro de enseñanzas y dirigiéndose a un lector cercano, dedica esta segunda parte del Necronomicón a la puesta en práctica de estos saberes ancestrales y a la explicación de las Artes Oscuras a un posible (o fututo) discípulo; el proceso de obtención de los materiales propicios, un pequeño “bestiario” de los Dioses Antiguos y sus más fieles sirvientes y toda la información requerida para la buena resolución de las invocaciones a los Primigenios: las estaciones, fechas y conjuros adecuados para cada uno de ellos.

l        Como punto final de la narración, encontramos el tercer capítulo, el Libro de las Puertas, del que cabe destacar las innumerables descripciones de apertura de puertas, recovecos y accesos a las eternas y prohibidas moradas de los Primigenios; breves capítulos dedicados a todos los lugares malditos de la Tierra y corrompidos por las Fuerzas Oscuras.

De estas diferentes entradas, finaliza con una dedicada al Símbolo de Kish, bajo el título de “Acerca de la estrella de cinco puntas esculpida en piedra gris”, en el cual describe cómo Kish, uno de los Elegidos de los Dioses Arquetípicos, tomó bajo la protección de su Sello (la estrella de cinco puntas esculpida en piedra gris) a los habitantes de Sarnath, el pueblo maldito destruido por los habitantes de la vecina Ib, que según el propio Alhazred, eran “seres fríos y flojos de carnes, con la carne tan verde como el agua del lago Thune, y carentes de habla, y dados a una adoración malsana de una abominación de piedra verde que se llamaba Bokrug [...].

El uso de este símbolo protege a todo Hechicero de los Grandes Antiguos, aquellos que exigen un alto precio en sangre por una diminuta parte de sus arcaicos conocimientos. Las ligaduras mediante las cuales los Primigenios permanecen atados a los Abismos están cerradas con el Símbolo de Kish.

Finaliza el volumen blasfemo con una profecía que, auguria Alhazred, se cumplirá al final del Ciclo, cuando los Grandes Antiguos consigan romper las ataduras que los retienen y acaben por fin con sus enemigos los Dioses Arquetípicos:

“Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones por venir, aún la Muerte puede morir”.

Finalmente, para todo aquél que esté interesado en este fascinante libro de magia arcana, existe una edición de la editorial La Factoría de Ideas que recopila relatos acerca del Necronomicón e incluye la traducción de John Dee.



Para saber más :

l        El Necronomicón; traducción de John Dee, anotada por Lin Carter.

l        Historia del Necronomicón; H.P.Lovecraft.

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