Andrea
Martínez
Cada año,
por estas fechas de diciembre, recordamos a los afectados de esta terrible
enfermedad con la que, como con tantas otras, nos hemos acostumbrado a vivir, casi
sin prestarla atención y lo que es peor, sin hacerlo a los que la padecen.
Enfermos que sufren una enfermedad que ataca algo más que su cuerpo, su imagen,
su respeto, su aceptación social, llevándolos a una lucha injusta por sobrevivir
al virus y al rechazo.
Más de dos
millones de personas mueren cada año por el sida frente a las infecciones y
otros procesos patológicos. La Organización Mundial de la Salud define al Sida, como
una enfermedad de carácter grave, con grandes síntomas debido a la acción de un
virus que una vez dentro del organismo, ataca su aparato inmunitario,
disminuyendo sus defensas orgánicas y dejando al individuo infectado por
múltiples agentes infecciosos que pueden provocar su muerte.
Se dice que
una persona padece de esta enfermedad cuando su organismo, no es capaz de
ofrecer una respuesta adecuada contra las infecciones
Por eso ha
sido siempre una enfermedad difícil por su alteración continua, no se puede
transmitir por la respiración, la saliva, el contacto casual por el tacto, dar
la mano, abrazar, besar en la mejilla o compartir utensilios como vasos, tazas
o cucharas. En cambio es teóricamente posible que el virus se transmita entre
personas a través de transmisión por vía sanguínea que la forma más común es el
hábito de compartir jeringuillas entre personas generalmente drogadictas o
también a través del beso de boca a boca, si ambas personas tienen llagas
sangrantes o encías llagadas, pero ese caso es considerado muy improbable, ya
que la saliva contiene concentraciones mucho más bajas que por ejemplo el
semen, y también porque la saliva tiene propiedades antivirales que hacen que
destruya al VIH.