7 horas para un partido. 6 horas para una migraña. 5 horas para un desencuentro. 4 horas para un amor perdido. 3 horas para una caricia y media más para un beso robado. 2 horas para una charla. 1 hora para el vacío. Un instante para escuchar una noticia que recuerda una muerte. Un instante que quiere ocultar el resto de un tiempo que en realidad no vale nada.
Cuando
acabes de leer esta reflexión, mil personas habrán muerto en África víctimas
del SIDA. Si mañana recuerdas estas palabras, en ese intervalo de tiempo, cinco
millones y medio de seres humanos habrán descubierto que son seropositivos. De
todos ellos, solo un doce por ciento podrán acceder a un tratamiento adecuado,
y durante el tiempo necesario.
Si te
estremecen estos sencillos datos, hoy es uno de diciembre, un buen momento, uno
más, uno tan bueno como otros, para presionar a los gobiernos, y a las
compañías farmacéuticas, para que impulsen medidas que permitan la fabricación
en el tercer mundo de medicamentos genéricos capaces de ayudar a los afectados,
para que ayuden a la extensión de medidas profilácticas y educativas que
cerquen la enfermedad y la aíslen, para que acaben con la corrupción que
permite, impunemente, que los gobiernos del tercer mundo se apropien de los
fondos internacionales destinados a esta lucha, u hostiguen a las
organizaciones no gubernamentales que luchan contra la enfermedad en primera
línea de fuego. Un buen día para romper el silencio que rodea al virus.
Es la hora
de que la sociedad civil afronte su obligación moral de gritar por una
actuación humana en el tema. No es una cuestión de logística, de tecnología, de
sanidad o de política. Es una cuestión de humanidad. Si cualquiera de estos
políticos y empresarios pasaran tardes con enfermos, como hacen personas como
los hombres y mujeres de Sagrados Corazones en parroquias, casas de acogida o
centros de atención su alma se descompondría, avergonzada de haber permitido
durante años, tanto sufrimiento, tanta indignidad, tanta soledad, tanto dolor.
Que Dios nos impulse y guíe nuestro compromiso
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