Ya no suena el rasgar de la madera en Carmona de aquellos
albarqueros. Ni tampoco en Campoo el retintinear de los martillos en el latón,
para hacer aquellos campanos, que ayudaban al sarruján a buscar los ganados
entre los montes de Palombera.
Ya no suena el crujir de la madera de aquellos
carros que antaño se hacían en Cabuérniga, para su venta en Castilla. Ya las Panchoneras,
no salen a vender su pescado en los carpanchos, ni tampoco a arreglar las redes
a las riberas. Ya solo quedan vestigios del pasado entre las cabañas de la Vega
de Pas, cuidando del ganado y elaborando quesos, mantecas, sobaos y quesadas…
Ya en el valle de Trasmiera, no se ve a aquellos campaneros, que moldeaban las
campanas de las iglesias de toda la hispanidad.
En Cantabria, como en muchos lugares de España, los oficios
de antaño se están perdiendo, bien sea por la modernización, por el abandono de
los pueblos, por el desuso de sus productos, o por la aparición de maquinaria más
eficiente.
En muchos casos, como en el de los albarqueros, es un
cúmulo de circunstancias, ese calzado tan típico, ha quedado en desuso, excepto
en zonas rurales, y en atuendo de trajes regionales, y es que su tallado conlleva
un gran trabajo artesanal, ya que en una buena albarca, no se puede usar maquinaria
moderna, siendo herramientas como, la zuela, el barrenu y la legra,
herramientas, que ya no se fabrican, y que es el propio artesano el que las
elabora.
En el caso del Sarruján, la vida ha cambiado y el oficio se
ha modernizado. El Sarruján era un chaval, que subía al puerto de montaña con
el ganado de su pueblo en primavera y bajaba al acabar el verano, es decir,
cuando en el monte había pasto. De esta forma se criaba una variedad de ganado
bovino, llamada Tudanca, siendo famosa, por su resistencia y su exquisita
carne. Ahora, el ganadero sube y baja en grandes camiones al ganado, debido a
que ya existen carreteras transitables, vigila el estado del ganado cada poco tiempo,
y las reagrupa, siendo este su trabajo.
Ni que decir tiene el caso de los pasiegos, que viven
desperdigados por las montañas en sus cabañas de pizarra, ya casi todas
abandonadas, por el éxodo de los pueblos a las ciudades. Dejando de criar
vacas, en semi libertad, en explotaciones extensivas y dando lugar al abandono
del medio rural, fomentando la ganadería intensiva.
El pescado ya no se vende fresco por las calles de las
villas marineras y solo las mujeres de pescadores más mayores, saben arreglar
las redes, un trabajo laborioso, costoso, y no pagado, que no invita a las
nuevas generaciones a coger el relevo.
En el valle de Trasmiera, ya solo queda un taller
campanero, siendo zona que ha conseguido denominación de origen, y famosa en
todo el mundo por la calidad del sonido de sus campanas, se dice que en España,
no hay Iglesia o Catedral que no tenga o haya tenido una campana trasmerana.
Como ejemplos están las campanas de las campanas de la catedral de Lima o la campana
más grande realizada en España, fundida en 1753 de 14 toneladas y media
destinada a la catedral de Toledo.
En definitiva el mudo actual, ha optado por olvidar lo que
le define, sus costumbres, sus tradiciones, sus lugares natales… España y gran
parte del mundo ha perdido su identidad, los oficios que le distinguían del
resto de la raza humana.
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