Pablo Arce Pelayo
El pasado 29 de septiembre he tenido la sensación de que alguien me privaba de algo, que me despojaban de la libertad. Como ya saben, era el día elegido por los sindicatos mayoritarios – CCOO y UGT – para convocar una Huelga General que pretendía paralizar España motivados por la Reforma que el Gobierno socialista pretende implantar por culpa de la crisis económica y de las “precarias” condiciones laborales a las que los trabajadores se van a tener que enfrentar a partir de ahora. Siempre, desde el punto de vista de las centrales sindicales.
Yo me pronuncié en contra ya que, a mi parecer, se ha organizado tarde y con unas bases no propias de la situación que estamos viviendo con 5 millones de parados, miles de familias que no tienen ingresos mensuales, una política económica ficticia y una falta de planes e ideas que nos hacen caminar por la senda sin trayectoria detallada.
He tardado 4 días en escribir esto porque debía conseguir que de cada 3 palabras que escribiera, no me salieran 2 malsonantes. Y después de resoplar, aquí estoy para contarles mi experiencia. A las 8 de la mañana entré en mi Facultad y acudí a clase al igual que la amplia mayoría de mis compañeros. Al salir pude tomar un café leyendo la prensa en la cafetería de siempre. El tráfico por la autovía como un día corriente. Pero a las 10 de la mañana me vine a Torrelavega escuchando la radio y los testimonios de los ciudadanos españoles y mi moral se derrumbó, sobre todo cuando llegué a la capital del Besaya. No les voy a transcribir lo que escuché en el programa de Carlos Herrera porque con algunos de los actos que los mal llamados piquetes informativos llevaron a cabo me dieron la vuelta al estómago. Por ejemplo, lunas rotas de autobuses escolares con niños dentro, trabajadores rajados con un cúter por ejercer su derecho a trabajar, presiones para que las empresas echaran el cierre…
Y un claro ejemplo de presión, amenazas, intimidaciones y provocaciones fue Torrelavega. La totalidad de los comercios, cerrados. No crean que por convicción, por tener un pensamiento en línea con los sindicatos. O por lo menos una amplia mayoría de los empresarios de la ciudad. Tengo testimonios de primera mano de cafeterías que no dejaron abrir porque les llenaron las cerraduras de palillos y pegamento. O locales que abrieron y tuvieron que aguantar amenazas de sindicalistas que son clientes habituales del mismo. Establecimientos que sufrieron una manada de piquetes que echaban de los mismos a los clientes con empujones, malas palabras y maneras. Y patrullas sindicales llamadas informativas que sembraban el sobresalto allá por donde pasaban con asalariados públicos del Ayuntamiento de Torrelavega entre sus filas a los cuales te dan ganas de decirles de todo al ver como el martes lamían el culo a sus jefes y el miércoles los insultaban en la manifestación que recorría la ciudad.
¿Dónde quedó la libertad? Es decir, la autonomía en las decisiones. El resolver por ti mismo si quieres secundar la huelga o deseas trabajar. ¿Por qué te han privado de ello? No entiendo a esos piquetes que imponen sus ideales y no te dan la libertad de elegir. Esa gente que te destruye lo tuyo por no auxiliarles en sus exigencias estúpidas para tu pensamiento. Que no puedas acudir a tu empleo porque el conductor del transporte público hace huelga, me parece perfecto. Pero que el autobús no pueda salir de la estación porque los sindicalistas – por llamarles algo que no se merecen ni ese calificativo – impidan la conducción con barricadas, no es propio de una sociedad democrática y, a priori, decente.
Qué quiero transmitirles, se preguntarán. La falta de libertad y la presión que los españoles sufrimos ese día. Pero no somos nosotros culpables, no tenemos porqué jugarnos el tipo y enfrentarnos a esta Kale Borroka que puede asemejarse al terrorismo callejero de los cachorros de ETA. Las fuerzas y seguridad del Estado apenas actuaron. No sé si por órdenes de arriba, aunque lo imagino. Los trabajadores que decidieron ir a la Huelga se sintieron respaldados y defendidos ese día pero el resto de la sociedad quedó desamparada de derechos. Y más en una ciudad como Torrelavega. A mi me echaron del Supermercado Lupa y no había cerca ningún policía que me defendiera de los empujones e insultos.
Los que me leen a menudo quizás esto les resulte asombroso pero comparto con Revilla la idea de que el pasado 29 de septiembre quien perdió fue España. Todos salimos perdiendo de esta batalla y ni siquiera los Sindicatos han salido victoriosos. Las cifras que dicen cuántos secundaron el paro y cuántos no, varían de forma desproporcionada dependiendo de quién la publique. Les aseguro de que si los piquetes que informaban de las amenazas no hubiesen actuado de esa manera, la Huelga hubiese sido apoyada por una ridícula minoría.
Nos lo debemos de hacer mirar este odio puntual de un día. Si merecemos estos sindicatos que perdieron sus principios básicos y fundamentales. Si realmente representa a los empresarios una CEOE hundida con un Presidente claro ejemplo del fracaso empresarial por culpa de la crisis. Qué falta de respeto hacia la ciudadanía esa foto entre María Teresa Fernández de la Vega y Cándido Méndez besándose en la SER cuando el día antes se habían puesto a parir.
Impotente, amarrado a las amenazas, sin libertad, cohibido, incluso con miedo. Así me sentí el 29 – S por mi forma de ser. Hasta que tuve que hacer caso al consejo de un buen amigo: relájate y disfruta. Decidí ponerme a verlas pasar pero la procesión va por dentro y ésta, la tengo guardada. No fue más que un fracaso sindical, un fracaso totalmente social.
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