jueves, 22 de agosto de 2024

La ley de la nada


Todos sabemos que, desde hace tiempo, se instalan en la calle máquinas expendedoras que ocupan suelo público (a veces convirtiéndose en una barrera arquitectónica que impide el libre tránsito). Pero lo que muchos no saben es que algunos de los productos se venden en una dudosa legalidad.

La verdad es que nos hemos acostumbrado tanto a ver nuestras calles tan repletas de guetos de tabaco, veladores de cafetería y barras de pinchos en las fiestas, y todo ello para ayudar a nuestra maltrecha economía, que no solemos reparar en todo ese amplio catálogo de negocios en vía pública que nos rodean.

En el caso de una ciudad como Torrelavega, podemos hablar de dos casos; el primero de ellos, corresponde a una máquina expendedora de bebidas alcohólicas y papel de liar, situada junto a un kiosco del pueblo de Tanos, en las afueras de la ciudad.

El otro caso, corresponde a una céntrica calle de Torrelavega, donde la máquina, situada en plena calle peatonal, ofrece una amplia gama de productos destinados al disfrute sexual, como consoladores, lubricantes, lencería erótica y demás placeres mundanos, justo a veinte metros del parque infantil “Torreaventura”, y a 10 de una concurrida terraza, donde los niños retozan alegremente, ante la desatenta mirada de sus progenitores, ensimismados en los placeres habituales de un adulto (un cafetito y su cigarrillo).

La pregunta es obvia. ¿Cómo es, que estando prohibida la adquisición de bebidas alcohólicas y ciertos productos eróticos a menores de edad, estos se puedan adquirir en plena calle, y por cualquier persona, sin discriminar edad?. De hecho, cuando dos redactores de enredados pretendieron acceder al comercio, propietario de la máquina expendedora de utensilios de disfrute, su responsable nos invitó a no traspasar el umbral del comercio, dado nuestro carácter de menores, a la vez que, en su presencia, ojeábamos la maquina y su contenido y echábamos unas moneditas (por motivos estrictamente periodísticos).

Lo cierto es que en esta cuestión existe un importante vacío legal. Como nos explicaba el abogado torrelaveguense Leopoldo Pérez del Olmo, la ley prohíbe la adquisición de ciertos productos a menores de edad (por ejemplo, alcohol), pero la legislación reguladora de los productos que pueden ser vendidos en las máquinas expendedoras, únicamente restringe productos de carácter alimentario y de tabaco, no aclarando las condiciones de lo que aclaramos. Es más, la mayoría de las normativas sobre usos de la vía pública son municipales. Ordenanzas que determinan el uso de las vías y plazas para vados, carga y descarga, paradas de servicios públicos u ocupación (andamios, por ejemplo), pero en muchos municipios, tampoco existe regulación de estas máquinas. Ello genera un fraude de ley, al permitirse la adquisición de ciertos productos, mediante estas máquinas, en el quicio de un local, cuando un metro más allá, en el comercio del dueño de la máquina, no está permitido.

Un aspecto destacado es el de la salud. Para el sexólogo Carlos San Martín, está bien este tipo de prácticas si están acompañadas de un progreso en el tema de la sexualidad, que a día de hoy sigue siendo tema tabú entre muchos padres e hijos. Puestos así, la curiosidad de un niño ante una de estas maquinitas puede despertar una reacción de cabreo parental que afecte a la visión que el niño adopta sobre la sexualidad, de igual manera que convertir a sus ojos, esa sexualidad, en un elemento mercantil, tampoco es muy formativo. “Puede que favorezca el acceso a consumidores a los que entrar en una tienda y pedir, según qué productos les resulta violento, pero es que el punto de venta de preservativos son las farmacias y no los parques infantiles”. De igual forma que a la lucha contra el consumo abusivo de alcohol, la venta libre de bebidas en máquinas de libre acceso, 24 horas, no la ayuda mucho.

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