lunes, 4 de mayo de 2015

La mirada del Ángel


Nos recibe en la parroquia de S. Antón de Madrid, el Padre Ángel. Más allá de un cura innovador y defensor de la justicia social, una avanzadilla de la nueva iglesia que persigue Bergoglio

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Procesiones y demás rituales propios de la estación se encuentran en claro ascenso, aunque las procesiones de hoy poco tienen que ver con lo que fueron. Bajo el barniz del sentimiento y la fe, está  la cultura. Aséptica y laica, el arte y el reclamo turístico forjador de un negocio que cae como maná en cada región española, tan pronto de la mano del sol como de una ristra de capirotes. Y llegará el día que se contraten extras, como ahora se contratan costaleros, en algunas ciudades. Y es que el sufrimiento, la muerte, el bien encarnado y lacerado, choca con una sociedad educada por la publicidad y la escuela en el positivismo infantil e inconsciente, en los cuerpos de gimnasio y las caras retocadas.
“Si  de verdad viviéramos y entendiéramos la pasión de Cristo, más haríamos para reducir las colas que cada día se montan frente a los comedores de Cáritas. Más haríamos para ayudar a Dios a clausurar tanta guerra que nos desangra, y más tesón pondríamos para, con una sonrisa en la boca y una cruz bien grande en la frente, demostrar que somos cristianos ante tanta infamia y tanta ominosidad como a cada instante topamos”. Esa es la filosofía que nos ha empapado tras un rato de charla con el Padre Ángel.
El cura del traje y la corbata roja se ha convertido en uno de los mayores activistas de la nueva iglesia, mucho antes de que Bergoglio la predicase. Ángel se ha atrevido a extender el mensaje evangélico en estado puro. O dicho de otro modo, anteponer el amor al prójimo y la lucha apasionada por la justicia, a los formalismos litúrgicos. Es cierto que su estilo es más próximo al de los curas de Entrevias, no es oyente de la COPE, no ha ido a ninguna manifestación anti abortista y no lleva sotana. Pero ha  sembrado esperanza, ha atraído al mensaje de Cristo a decenas de jóvenes, ha luchado contra la droga, ha fomentado la educación, ha sacado a mujeres de las sombras de la calle y han mostrado a Dios a muchos corazones de ese pozo que es el Madrid que queda más allá de la calle Serrano y los túneles de la M30. Ajeno al poder de la jerarquía eclesiástica y crítico, con toda amabilidad,  con el poder político de la casa de la Villa o de la Moncloa. “La crítica al poder no esconde ningún regocijo con su fracaso, pero tenemos que afrontar la realidad no engañándonos ni disimulándola  con estadísticas. Y después de conocer la realidad hay que trabajar y hacer lo más imprescindible, que en este momento es dar de comer, dar ropa, pagar la luz o el alquiler de las casas”.
Le hemos encontrado en plena faena, con sus feligreses y los medios de comunicación, abriendo a la modernidad la parroquia de San Antón, llena de nuevas tecnologías, abierta de forma permanente y exhalando un aire renovador que lleva a permitir, entre otras cosas, que los parroquianos acudan con sus animales, en ocasiones su única compañía.
Pero entre las cámaras que capturan la anécdota de una iglesia con mascotas, Ángel no pierde de vista su objetivo. “El hambre ya no es patrimonio de tierras lejanas. Aquí en España hay gente que llora por no poder darle de comer a sus hijos o porque no les puede comprar los libros o los lápices para el colegio, y les da una gran tristeza porque ¿Cómo le vas a decir a tu hijo que no tienes que darle de comer? “
Ángel es uno de los artífices de un fenómeno que se ha desarrollado en España con intensidad en estos años: lograr que el trabajo abandonado por las instituciones sea cubierto en el portal de cada casa por vecinos que pueden ayudarse entre ellos en caso de que haya necesidad.
“Somos mucho más solidarios y además tenemos una infraestructura que antes no teníamos. Pero pese a todo, son los pobres los que más ayudan, comparten lo poco que tienen con los demás. Hay muy pocas empresas o instituciones que hagan eventos enfocados a los más necesitados”.
En estos días de pasión, es inevitable preguntarle por las críticas que la iglesia recibe, al menos en ese sector hermético y ceremonial que aún existe. “No solo entiendo a quienes nos critican, sino que estoy con ellos. En muchas ocasiones, algunos de los valores que definen a la Iglesia no se cumplen, pero por suerte este papa que tenemos insta a los sacerdote a salir de sus palacios y a mezclarse con la gente y siempre expresa su disconformidad con las injusticias que ocurren diariamente.
La Semana de Pasión ha sacado a la luz “un cristianismo muy vivo y muy comprometido con el mensaje de Cristo, mensaje de amor, de tolerancia, de misericordia, un cristianismo con el que somos muchos los que comulgamos”. Son días de playa y caravana, días de procesiones turísticas y religión de cartón piedra. Pero entre tanto ruido, Dios sigue vivo y muchos le esperamos, con el corazón abierto, y la mirada pendiente de Ángel.

Gabriela Abascal
Estudiante de bachillerato, Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)
Coordina David Sanjuan



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