lunes, 8 de noviembre de 2010

El orgullo de la visita del Papa

Pablo Arce Pelayo


Como éste es un país democrático y ésta una revista plagada de pluralidad, siempre y cuando el respeto sea la bandera de los artículos de los que utilizamos esta publicación para expresar nuestros ideales, voy a plantearles la contra de la visita del Papa Benedicto XVI a nuestro país. La contra positiva, frente a la negativa de mi compañero Álvaro Sáenz.
Cuando uno se niega a que Benedicto XVI visite España con el argumento de que la “visita del Papa que la paguen los Católicos” hay que sacar a la luz decenas de preguntas acordes a esta demostración. Se me viene a la mente por qué una Consejería del Gobierno de Cantabria como es la de Cultura, Turismo y Deporte debe pagar un concierto de un grupo de música que entre sus letras dejan insultos hacia cierta ideología política. ¿Por qué los conciertos de música no los pagan los seguidores de dichos artistas? Y que nadie me venga a decir que la música es cultura (que lo es), pero ¿y la religión? Es una creencia, una ideología que mueve murallas y la comparten decenas de millones de personas en el Mundo, superior a cualquier modalidad cultural. Es más, parte de la cultura se basa en la religión. ¿Comparar un concierto de música con una ideología religiosa? ¡Anda ya!

Sigo. En España sentimos predilección por del “deporte rey” que es el fútbol y la competición europea más prestigiosa como la “Champions League”. Los derechos televisivos de dicho evento los comparten entre varios medios de comunicación entre los que se encuentra la FORTA, la agrupación de televisiones autonómicas de España. Han pagado una cifra escalofriante por la señal con dinero público. La pregunta es ¿por qué todos los españoles debemos pagar la emisión de la Champions?
Podría seguir con muchos más ejemplos. Por ejemplo el que hoy he encontrado sobre los sueldos de las presentadores de informativos de TVE, que llegan a superar el de varios directivos de la cadena pública. 220.000 € es el montante anual de Ana Blanco. Y yo viendo los informativos de Antena 3 o de Telecinco ¿por qué tengo que pagar de mi dinero a estos presentadores?
Algunos se han llevado las manos a la cabeza ¡cómo podemos pagar el viaje de Benedicto XVI a España! ¡Vaya canallada! ¡Qué despropósito! ¡Y encima clama contra ideas que no comparte! ¿Y qué esperábais? Es el Papa de la Iglesia Católica, de la religión mayoritaria de España. El número de personas que van a misa los domingos es superior al que va al fútbol los fines de semana. Las bodas siguen celebrándose por la Iglesia. Los entierros siguen siendo en la Casa del Señor. Los centros de educación católicos están en alza por la calidad de la enseñanza, siendo el número de alumnos cercano a 1,4 millones (y los que critican la visita han estudiado en uno de ellos). Dicho lo cual, yo sigo lanzando preguntas al aire: ¿por qué narices tenemos que pagar todos los españoles visitas de Estado a nuestro país de dirigentes políticos que no cumplen la mínima de la libertad y la Democracia en sus territorios? ¿Por qué hemos de lamerles el culo?
Señores, seamos cautos y actuemos con coherencia. Independientemente de que se defienda el ateísmo o el catolicismo, no podemos poner en duda la capacidad intelectual de Benedicto XVI, uno de los grandes pensadores del Siglo XX y XXI más allá de la religión y que ha mantenido conversaciones filosóficas con otros grandes que deleitan a miles de eruditos en el Mundo. Según el CIS, más del 72 % de la población española se califica como católica. Los que critican las palabras de Benedicto deben entender que es el defensor de unos ideales y principios que comparte con la amplia mayoría de los Católicos del Mundo. Y si todos conociesen el papel de la Iglesia en España, se cerrarían muchas bocas con verborrea permanente: ¡La Iglesia y sus actividades sociales, educativas y de caridad ahorran al Estado unos 30.000 millones de €!
No podemos pedir respeto si no sabemos ser honestos y reconocer lo que significa el Papa para un país como España. El derecho a manifestarse es Universal pero, por estar en contra de la visita, no debemos protestar e intentar triturar la fiesta católica. Tengo de España la amarga sensación de que somos capaces de respetar todo lo nuevo que llega (religiones que se implantan por la llegada de la inmigración) y estamos deseosos de reventar y criticar las costumbres legendarias.
Santiago de Compostela y Barcelona han estado presentes en todo el Mundo gracias al catolicismo. Ha multiplicado las visitas a dichas ciudades. Pero, como en este país somos así de garrulos, no ha conseguido la unidad. Me siento orgulloso de la visita de Benedicto XVI a España aunque el sentimiento que me subsiste es de pena y reparo. ¿Qué necesidad tenemos de estar enfrentados cada día? ¿Por qué narices no sabemos respetarnos? ¿Por qué no vemos más allá de nuestro ombligo? ¿Es necesario ser tan imprudente, tan cicatero, tan impertinente? ¿Tanto le costaba al Presidente del Gobierno acudir al recibimiento del líder católico cuando ha recibido en España a líderes depravados con la sonrisa que le caracteriza?
Que nadie me venga pidiéndome respeto hacia sus ideales, si ellos para argumentar sus pensamientos llevan por bandera el insulto y la insolencia.

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