La batalla
de Lepanto fue un combate naval que ocurrió el 7 de octubre de 1571 en el golfo
de Lepanto, en la Grecia
continental. Se enfrentaron los turcos otomanos contra la Liga Santa , formada por
el Reino de España, Génova, Venecia y los Estados Pontificios.
En esta
batalla tomó parte Miguel de Cervantes, resultando herido, sufrió la pérdida de
la movilidad de su mano izquierda. Este escritor universal, calificó la batalla
como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan
ver los venideros”.
Lepanto fue
el resultado de la unión de varios conflictos:
La
rivalidad entre Venecia y el Imperio Otomano por el control del Mediterráneo
oriental y la lucha entre España y los turcos en el Mediterráneo occidental. A
esto había que añadir tres conflictos regionales, como eran las guerras en
Italia, la rivalidad entre Francia y España y el aumento expansivo otomano por
los Balcanes.
A lo largo
del reinado de Carlos I, se sucedieron los conflictos entre España y los
turcos.
Con la abdicación
de Carlos I a favor de su hijo Felipe II en 1556, España volvió a la ofensiva,
pero, sin mucho éxito. Con el lastre de la falta de hombres experimentados, se
sucedieron derrotas navales cristianas en los años siguientes, esto llevó a que
los otomanos consiguieran la superioridad moral en los encuentros navales.
Después de
una serie de victorias, los turcos tuvieron el primer revés al intentar tomar
Malta en 1565.
Durante el
verano de 1571, las fuerzas de la
Liga Santa fueron a Mesina. Juan de Austria llegó a Mesina el
24 de agosto. Dos días más tarde celebró un consejo de guerra .Él comandó la
flota de la Liga Santa
contra los otomanos.
La batalla
de Lepanto fue el encumbramiento del joven don Juan, con solo 24 años. Elaboró
una estrategia y táctica adecuadas, participó en el corazón de la batalla,
cuerpo a cuerpo contra La
Sultana (la galera insignia de Ali Pasha).
Don Juan
contaba con el asesoramiento del prestigioso Álvaro de Bazán, su consejo y
habilidad táctica resultarían fundamentales en la batalla.
El 7 de
octubre alrededor de las siete de la mañana la vanguardia de la flota cristiana
entró en el golfo de Patrás y avistó a la flota otomana. El ala izquierda
cristiana era fundamentalmente veneciana, con las galeras más rápidas.
Las pérdidas
de la Liga Santa
fueron muy bajas en naves. Pero las bajas humanas habían altas, casi uno de
cada tres hombres de los que habían participado en la batalla.
Aunque
costosa, la victoria había sido total para la flota cristiana. Lepanto ha sido
la batalla naval más sangrienta de la historia, no siendo superada en número de
bajas por ninguna otra batalla naval de la antigüedad.
En su
momento, la victoria de Lepanto se consideró como una de las batallas decisivas
de la humanidad, pues detuvo el avance turco e impidió que el Mediterráneo se
convirtiese en un lago musulmán. En realidad, no resultó una derrota decisiva
del Imperio Otomano. La
Liga Santa se deshizo al pactar con los venecianos una paz
por separado con los turcos. Felipe II estaba en una interminable guerra en los
Países Bajos y pactó treguas con los otomanos.
Aunque se
logró tomar Túnez, fue recuperado un año después por Selim II y también se
había perdido Chipre definitivamente.
A partir de
Lepanto, comenzó un declive marítimo otomano. Nunca lograron recuperarse de las
pérdidas sufridas en la batalla. A partir de Lepanto, fueron los corsarios
cristianos, especialmente los de la
Orden de San Juan, los que hostigaron el tráfico musulmán en
el Mediterráneo oriental. Lepanto fue una batalla que los cristianos tenían que
ganar.
Fue una
batalla que iba a marcar el destino de dos imperios durante los años venideros,
y que pasó a la historia como la más sangrienta de las batallas navales.
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