Juan
Buendia, Miguel Gómez
Egido Sanz,
cooperante de la organización no gubernamental Solidaridad Internacional,
defiende estos días en Haiti un decisivo programa de recuperación medio
ambiental y economía sostenible, que pretende sentar las bases de futuro para
la sociedad isleña. La muerte en el terremoto de enero de importantes
activistas femeninas y medio ambientales y el necesario desvío de fondos para
la emergencia humanitaria, pone en riesgo todo ese futuro.
Hay lugares
bajo el cielo donde siempre es emergencia. Y hay gentes sobre la tierra cuya
respuesta siempre es sí, ante cualquier demanda de quienes lo precisan. Esa es
la regla que rige Solidaridad Internacional (SI), una ONG española volcada en
la puesta en marcha de proyectos que puedan ser sostenidos por las poblaciones
de los lugares en los que trabajan, de manera continuada en el tiempo. Su
trabajo busca crear puentes de colaboración con entidades, colectivos y
organizaciones locales, de manera que la ayuda se transforme en los cimientos
necesarios para el desarrollo de sus comunidades. Esa es la meta que llevó a
Egido Sanz, una cooperante española de SI, a la Republica de Haití en
mediados de 2009, para llevar a cabo un programa medioambiental que busca, en
colaboración con las ONG locales CROSE (Coordinadora Regional de Asociaciones
del Sudeste de Haití) y ATEPASE (Asociación de Técnicos para la Promoción de la Agricultura y de la Protección del
Medioambiente de Sudeste), usos agrícolas que protejan los suelos, evitando su
degradación, y usos responsables del agua. Egido desarrolló su trabajo entre
lluvias sórdidas y sopas de giro- -mon. Encontrando la armonía entre un pueblo
solidario incapaz de admitir decaimiento ni fruncir el ceño, ni siquiera por la
torva pasividad de las autoridades ante la creciente violencia social.
La fuerza
de la naturaleza, que sacudió la isla en enero de este año, ha trastocado los
planes de decenas de cooperantes y europeos entregados cuyo trabajo seguía los
pasos de mujeres como Egido. Mujeres que han sido testigos en estos meses de
cómo toda la precaria estructura social y las organizaciones locales se
volcaban en la ayuda humanitaria, y que ha obligado a desviar los planes y
recursos de las ONG que trabajan por el medio ambiente haitiano. “Todos
nuestros esfuerzos se han trasladado a esta situación de emergencia, hasta el
punto de que los voluntarios están sosteniendo las necesidades de nuestras
organizaciones, incluso con créditos personales asumidos por los voluntarios”.
Es su lamento y el de muchos cooperantes que se sienten desbordados y que
perciben que la alteración de su trabajo original traerá consecuencias serias
para el futuro de la tierra que deberá cobijar el futuro de este pueblo. Una
emergencia que ha arrebatado la vida de activistas femeninas por la igualdad de
la mujer y la defensa del medio ambiente, como Miriam Merlet, Magalie Marcelin
y Anne Marie Coriolan. Mujeres sin las cuales la lucha por la tierra y la mujer
será ahora más difícil, en un país en que ambas cosas van muy unidas.
No es el
único riesgo que sufre la isla. Según el PNUMA (Programa de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente) la isla sufre una grave amenaza ecológica provocada por
la contaminación de los acuíferos por las escombreras de las ruinas, las
grandes fosas comunes y la destrucción de infraestructuras básicas. Pero sobre
todo por el drama humano que siega las esperanzas de un pueblo, deseoso de
vivir sin miedo.
Premio
Nacional de periodismo “El País” 2010.
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