El Colegio Ntra. Sra. de
Habían
llegado a finales del siglo XIX. Eran tan solo un pequeño grupo de religiosos
con dos corazones en su hábito que pretendían extender la educación también entre
las clases menos favorecidas de una ciudad industrial en pleno desarrollo,
Torrelavega.
En
1921 el gobierno y las autoridades municipales les habían pedido convertir su
pequeña academia de
Pero
cuarenta años después, las instalaciones se quedaron pequeñas y un hombre
callado, inquieto, culto y amable se cruzaría en el camino de la educación y el
arte español, el padre Ángel Lucas.
Emperezaba a gestarse una de las obras menos conocidas y significativas de la arquitectura española.
En 1963, la congregación de los SSCC, se planteó la necesidad de ampliar sus instalaciones para poder atender a una demanda creciente de alumnos. La imposibilidad de ampliar la vetusta construcción de la calle Julián Ceballos, la falta de nuevos terrenos en la zona y la negativa de la orden a sacrificar las áreas deportivas les impulsó a pensar en edificar un nuevo colegio en un huerto de las afueras. Un espacio al alcance económico de la congregación, pero con grandes obstáculos para albergar un edificio como el que soñaba el corazón del Padre Ángel Lucas.
Lucas no quería un solo un nuevo Colegio. Soñaba con una obra de arte, dentro de la cual sus alumnos crecieran en un espacio dedicado a la sensibilidad humanística y la ciencia. Pronto su ilusión consiguió reunir el talento del escultor José Mª Subirachs, el arquitecto Fray Francisco Coello de Portugal y el aparejador Vicente Sámano.
Los
primeros arquitectos consultados habían rechazado el encargo ante las
dificultades topográficas que se planteaban. En ese momento surgió la figura de
Fray Francisco Coello. Este dominico se había ganado ya una merecida fama de
arquitecto innovador, seguidor de las nuevas corrientes constructivas funcionales
y minimalistas, con las que había entrado en contacto en
Contra
todo pronóstico, y tras estudiar el terreno y dialogar con el Padre Ángel
Lucas, promotor incansable de la idea, Coello respondió con planos y una
concepción revolucionaria. Pese al carácter rompedor de la idea, la
congregación decidió llevar el proyecto adelante.
Ahí comenzaba el trabajo de la tercera pieza del equipo. Una obra con tal complejidad en el movimiento de tierras y la aplicación de soluciones constructivas no usuales entre los trabajadores de la región, exigía un maestro de obra, un aparejador concienzudo, dominador de su trabajo. Claramente debía ser Vicente Sámano. Sámano ya había trabajado con algunos de los mejores arquitectos de su época, y llegaría, más tarde a convertirse en un complemento clave de maestros como Saenz de Oiza, y de obras como el Palacio de Festivales de Cantabria Un año después, el Padre Ángel Lucas presenciaba el inicio de las obras, entre estrecheces económicas, incomprensiones, y múltiples problemas en el viejo colegio, claramente insuficiente, pero imprescindible para una ciudad con una deficiente infraestructura educativa.
El
edificio proyectado constaba de dos grandes módulos orientados al mediodía,
conectados por un tercero, más esbelto dedicado a residencia y una amplísima zona
polideportiva.
La
iglesia, pensada para fines parroquiales, se abría a las calles circundantes en
un impresionante voladizo atirantado, que simbolizaba la luz de Cristo y el
camino de la salvación. Pero los tres protagonistas pronto descubrieron una
nueva dificultad. El muro norte de la construcción, un gigantesco murallón de
hormigón armado, de carácter brutalista, resultaba una imagen demasiado
desnuda, desacorde al conjunto.
Fray
Francisco Coello pensó en buscar una solución ornamental, no constructiva y
solicitó para ello la colaboración de su amigo José Mª Subirachs, un reconocido
escultor, que acabaría convirtiéndose en el santo y seña de esta manifestación
contemporánea, y que encontraría su cumbre y reconocimiento con la fachada de
Subirachs
ya había experimentado con formas decorativas basadas en la repetición de
elementos geométricos, figurativos e incluso mensajes a modo de jaculatorias.
En
este caso, una hornacina que alojara una figura de
Los
rasgos duros del edificio se redujeron, y el carácter simbólico del conjunto se
agrandó. Como en los antiguos templos góticos, el complejo edificio comenzaba a
intuirse entre las calles, para abrirse majestuoso tras la última esquina.
La
idea de Subirachs tenía, empero, su dificultad, la colocación de las letras
obligaba a crear moldes de madera que impresionaran el hormigón, y desencofrar
sin cuajar de todo el material, para evitar dejar el molde en el interior, con
el peligro de roturas que implicaba.
Con
todo el esfuerzo de los hombres de Sámano se consiguió el objetivo, y la
fachada, tal como se planeó quedó erguida.
Concluida
la iglesia y el colegio, y tras la inauguración el 19 de mayo de 1967 el equipo
formado siguió sus destinos y se disolvió.
Coello
continuó sus trabajos por Europa, Subrirach comenzó a caminar hacia
En
el año 2002, las autoridades municipales y autonómicas concluyeron el
expediente de catalogación de la obra como patrimonio artístico regional, y su
valor empezó a ser reconocido por los estudiosos del arte de la época y de las
trayectorias de Subirachs y Coello.
A
mediados de ese año, se publicaría el expediente, se realizarían monografías
sobre la obra, se inauguraría una nueva iluminación que destacaba la gran
belleza de su fachada norte y se afrontaron los fastos de la efemérides. Pero
sólo Sámano, fiel a su edificio pudo estar allí, los demás, no.
Pero
aquella comunidad de religiosos, alumnos y profesores, y la ciudad que les
acoge tenían una deuda que querían reconocer. Un año más tarde, y a instancias
del Colegio de Arquitectos,
Han
pasado cincuenta años de aquella mañana en la que un reguero de niños y
profesores movieron su mobiliario desde el viejo colegio, hasta esta obra de
arte y comenzaron una nueva época. Cincuenta años de carreras por los pasillos,
de ideas que bullen, de historia de sueños juveniles. Cincuenta años de mujeres
y hombres que han construido sus vidas y han ayudado a las de otros, pero
siempre a la sombra de aquellos cuatro corazones.
Imagen
Colegio La Paz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Queremos saber tu opinión. Se respetuoso y enriquece a la comunidad