Los próximos días 9,10 y 11 de julio Santander acoge, dentro de las actividades de verano de
El curso
consta de 20 horas lectivas de duración, 1 crédito ECTS y 2 créditos de libre
configuración. Si te interesa puedes matricularte on line en http://extension.uned.es/actividad/idactividad/7085
.
Para
conocer mejor el tema hemos hablado con su directora.
Beatriz Pérez Galán, Doctora en
Antropología por la
Universidad de Granada, en base a tus investigaciones y
estudios antropológicos, ¿cuál es situación que experimentan las mujeres en
contextos de escasez, como resultado de la desigualdad de género?
Las mujeres
experimentan una doble y a veces triple discriminación. Por su condición de
mujeres, de mujeres pobres y, en determinados contextos, por su pertenencia
étnica. En muchos países las mujeres son discriminadas al mismo tiempo por ser
mujeres, pobres e indígenas.
¿Se puede decir que el desarrollo de un
país se ve afectado, influido, en función de los diferentes roles que se
establecen por género?
Las
políticas y planes de desarrollo, entendidas como un proceso complejo que
implica no solo crecimiento económico sino un cambio sociocultural y político
mucho más profundo, precisan de la participación activa y el compromiso de
todos los miembros del grupo social. Dicha participación es diferencial según hablemos de hombres o de mujeres. No
solo por el tipo de “trabajos” que cada uno realiza sino por la distinta
valoración social y visibilidad (a menudo “invisibilidad” en el caso del rol
doméstico-reproductivo no remunerado que ejercen las mujeres) de esas tareas y
la estratificación de género en la que esta invisibilidad se traduce. Por eso
es necesario apostar por un modelo de desarrollo con perspectiva de género.
Y eso que suele decirse, “si la mujer
llevase el timón en lugar del hombre todo sería muy diferente”, ¿sería
diferente?, ¿en qué términos crees que lo sería?
No existe
un sujeto universal que podamos llamar “mujer”. Existen “mujeres” con
diferentes situaciones, expectativas y problemas. La situación de las mujeres
occidentales, blancas, de clase media es muy diferente a la de otras mujeres
del “Tercer Mundo”. Del mismo modo, la diversidad al interior de cada uno de
esos grupos es enorme. Por esa razón no debemos generalizar. Es preferible
conocer, analizar y luchar contra la situación específica de discriminación que
experimentan las mujeres en cualquier parte del mundo en diferente medida. “Dar
la vuelta a la tortilla” no garantiza nada. Todos conocemos mujeres poderosas
que adoptan un rol dominador y discriminador muy acorde a los valores
patriarcales dominantes.
¿Estamos, aún en el punto en el que no se
considera imprescindible dotar de las mismas oportunidades a hijos que a hijas?
En muchas
sociedades las niñas no gozan de los mismos derechos ni oportunidades que los
varones en cuanto al acceso a la educación, a desempeñar una profesión, a no
sufrir violencia y explotación sexual y a poder elegir su futuro. Los ejemplos
y las estadísticas son recurrentes. Los más conocidos nos remiten a otros
países, continentes y a otras culturas (India, Pakistán, países de Oriente
Medio, África). A veces olvidamos que esta es también una situación que se
experimenta de facto en el llamado “mundo desarrollado”, aunque en diferente
proporción. La naturalización de roles desde la infancia en nuestro país, hace
que una niña por razón de su sexo vea muy limitadas las posibilidades de
desarrollo en determinadas profesiones, puestos de responsabilidad, etc. Se
trata de un frente en el que queda mucho trabajo por hacer.
Relacionado con lo anterior, ¿a qué es
debido el “papel secundario” asignado a la mujer en cuanto a su aportación, por
ejemplo, a la economía?
La
invisibilización del trabajo de la mujer
o, dicho de otro modo, la falta de asignación de valor económico y
cultural a los trabajos que realizamos las mujeres por ejemplo en el ámbito
doméstico (considerado un ámbito “no productivo”), es consecuencia de una
sociedad patriarcal y unas estructuras de dominación muy antiguas que las
intelectuales y los movimientos feministas vienen denunciando desde hace varias
décadas.
Una curiosidad, ya que tu ponencia en
el Curso de Verano que diriges y que se impartirá en unas semanas en Santander
trata sobre ello, “Género, pobreza y desarrollo en las comunidades indígenas”,
¿los estereotipos de género en dichas comunidades son más acentuados?
En las
comunidades indígenas quechuas donde yo he realizado mi trabajo en los últimos
20 años existen, como en todas las sociedades, los roles, estereotipos y un
acceso desigual a los recursos y a la propiedad según seas hombre o mujer. Al
tratarse de sociedades campesinas, la cooperación económica de toda la unidad
familiar (hombres, mujeres y niños) es fundamental para garantizar la
subsistencia. La división entre esfera doméstica-reproductiva y la productiva
es muy acentuada así como la presencia de los varones en los ámbitos de representación
pública a nivel local. Esta situación está cambiando poco a poco ya que las
mujeres cada vez reivindican más sus derechos y son cada vez más conscientes
del valor de su aportación a la economía familiar, no solo en el ámbito
reproductivo (no remunerado) sino también en el productivo y comunitario. En
parte esta división de roles y los estereotipos que la naturalizan se ha visto
acentuada por la historia de colonización (externa e interna) y modernización
de estas sociedades.
Como es de suponer, habrá un margen de
error teórico o técnico en este tipo de investigaciones antropológicas, pero,
¿en qué medida influye la interpretación de los datos que se manejan, la
medición es totalmente objetiva?
La
objetividad en antropología es un valor muy cuestionado. Nuestras
investigaciones producen datos sobre entornos empíricos concretos –generalmente
de dimensiones reducidas- y en momentos específicos y, por lo tanto,
difícilmente extrapolables a otros espacios. No hacemos “mediciones” como los
científicos que están en un laboratorio. Pero precisamente ese enfoque
cualitativo, micro, que prioriza las prácticas y los discursos de los actores
sociales, el que nos permite formular mejores preguntas, más complejas. Esas
preguntas –no las respuestas- son extrapolables a otros contextos de
investigación y pueden ser de enorme utilidad para interpretar y contribuir a
transformar determinados problemas sociales contemporáneos.
Más allá de todo esto, igual habría que
analizar incluso de qué género –masculino o femenino- es quien decide los
parámetros, los indicadores, en los que se basan dichas investigaciones,
proyectos o estudios…
Los
científicos sociales, los investigadores, los profesores que construimos y
transmitimos formas de conocimiento, somos también actores sociales. Es decir,
nuestra socialización (endoculturación) sobre lo que es adecuado y lo que no en
cuanto a roles, valoraciones, etc., es compartida con el resto del conjunto
social. Con esto quiero decir que, a menudo, somos capaces de analizar la discriminación
de género sobre el papel pero no sabemos cómo reconocerla en nuestros propios
trabajos y en nuestras propias vidas.
En este sentido, y ya como última
pregunta, ¿qué índices se dejan fuera de los Programas para el Desarrollo y
cuáles estimas que es preciso introducir en ellos?
Es
necesario introducir enfoques de género en los proyectos de desarrollo que
permitan trabajar con las distintas formas en las que se concreta la
discriminación por razón de sexo y que valore de forma cualitativa el trabajo
que de facto realizan las mujeres. Indicadores sobre el uso diferencial del
tiempo cotidiano de hombres y mujeres (que tareas realizan, cuantas horas
emplean para cada una de ellas, etc.), y otros indicadores de género como el nº de hijos, quienes son los cabezas de
familia de hecho, el acceso a la propiedad de los bienes, etc., nos aportan
mucha más y mejor información que cuantas mujeres participan en un proyecto, o
la renta per cápita. Se trata de índices
que reflejan mejor la desigual distribución de recursos y recompensas por
género y por lo tanto las situaciones de discriminación y desigual acceso al
poder. Pero también los datos en esos casos son más difíciles de obtener.
Sonia Sanz
Sancho
Gestión de
Actividades Extraacadémicas, Comunicación y Publicaciones de UNED
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