Esta semana
el Partido Socialista ha celebrado el aniversario de la puesta en marcha (es un
decir) de la ley de dependencia de Zapatero.
Un acto que
debería haber reivindicado uno de los grandes logros de nuestra democracia y la
crisis, la desidia de algunas administraciones y la falta de sensibilidad de
algunos ha convertido en lo que veis en la foto. Un juego del escondite de la
administración.
Para que me
cuente su visión y experiencia sobre esta ley, me he puesto en contacto con Mª
Ángeles, quien ha sido beneficiaria casi desde sus inicios, ya que ha tenido la
suerte de vivir en Cantabria, una de las primeras comunidades que la puso en
marcha. No así en otras, por ejemplo la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana ,
en la que se ha desarrollado muy lentamente.
A ella esta
ley le permite superar las dificultades que la suponían vivir independiente, a
través de la ayuda económica con la que puede pagar a una persona, así como a
otros les ayuda a tener una vida activa de trabajo o estudios, ya que les ayuda
a sufragar el gasto para acompañamiento a las clases o centro laboral.
He hablado
también con Ana, cuyas necesidades eran muy diferentes. A ella la ley le ha
dado libertad para poder contratar a una persona para que cuide de su suegra
enferma durante unas horas, y así descansar de los cuidados constantes que ésta
requería.
De todas
maneras, también es una ley que ha originado muchas frustraciones, al no
cumplir las expectativas creadas, porque al ser su desarrollo a largo plazo, va
por prioridades. Sin embargo, una ley como esta, que aunque sea de manera
lenta, ofrece tantas ventajas, me parece increíble que se encuentre con tantos
tropiezos en su desarrollo.
Y es que,
como siempre ha sucedido con todos los cambios, a la sociedad le cuesta
eliminar las barreras mentales. Todo el mundo sabe que es necesario, pero a la
parece que cuesta mucho asimilar los cambios. Referente a esto Mª Ángeles
comenta lo difícil que era para ella hace pocos años utilizar cualquier
servicio público, lo lento que ha sido eliminar las barreras arquitectónicas y
adaptar el transporte público. Sabe que todos estos cambios son muy lentos,
pero que al final se consigue. Ella misma recuerda lo que suponía hacer un
simple viaje en tren hace algunos años, y cómo es hoy en día; o el transporte
urbano de Santander, el cual es un modelo para otras ciudades; o las aceras, en
las cuales ya es natural ver rampas; o los aparcamientos, que ahora tienen
plazas reservadas para minusválidos. Todo esto que llegó tras una lucha de
muchos años, ahora se ve como algo normal por el resto de la sociedad. La ley
de Dependencia supone la misma revolución.
Mª Ángeles
cuenta también con el servicio de teleasistencia, el cual es un perfecto
complemento a las ayudas a la dependencia, ya que le garantiza que en cualquier
momento del día, si la ocurre alguna cosa, sólo tiene que pulsar un botón que
lleva colgado del cuello y será rápidamente atendida. Esto la da tranquilidad,
pues sabe que puede contar con ayuda en cualquier caso.
Ella cuenta
que todos estos logros eran tan utópicos como ahora puede sonar la Ley de Dependencia. Por eso
confía plenamente en esta ley, aunque escuche muchas críticas, pues su
experiencia la dice que los buenos cambios son muy lentos. Y esta ley será un
gran cambio que se conseguirá muy paulatinamente, porque al final se
conseguirá. Quizás si la gente se parara a pensar que en un futuro todos
seremos usuarios y beneficiarios de la ley, todo sería más fácil.
Imagen El
País
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