“En la fábrica de cerillas Bryan & May se entra a trabajar a las 6:30 horas de la madrugada en verano y se acaba a las 6 horas de la tarde…. Esta es la jornada de trabajo de las chicas empleadas de la fábrica, que han de permanecer todo el día de pie. El espléndido sueldo de cuatro chelines a la semana puede verse reducido por multas: si las jóvenes tienen los pies sucios, o el banco de trabajo desordenado, se les aplica una multa de tres peniques, y en algunos departamentos se les impone una multa igual por hablar… El sueldo incluye el deber de aguantar las bofetadas que, de tanto en tanto, suelta el encargado; golpea cuando se enfada.
Estas trabajadoras comen en el mismo lugar en el que trabajan y de esta manera los humos del fósforo se mezclan con su comida y la enfermedad se introduce en ellas. El veneno del fósforo penetra en ellas mientras mastican la comida y les corroe los huesos. El encargado tiene buen ojo. Si ve inflamarse la cara de una chica, reconoce la señal, y la joven es despedida temporalmente, sin sueldo.”
Este texto de Annie Besant (1847-1933) , escritora y periodista británica, podría resumir el papel que gran parte de las mujeres de aquella época desempeñaron en la Revolución Industrial. Cuando lo lees sientes empatía hacia todas ellas, porque siendo víctimas de los cambios sociales, al igual que hombres o niños, su papel ha permanecido invisible para la mayoría de los libros de texto.
La Revolución Industrial trajo cambios demográficos, económicos, en el transporte y sobre todo sociales. Se produce un éxodo de los campesinos hacia las ciudades, donde se concentraban las fábricas necesitadas de mano de obra. La mayor parte de esta mano de obra era no cualificada y entre ella se encontraban hombres, niños y mujeres.
Surgen dos clases sociales enfrentadas: la burguesía y los trabajadores (proletariado). Los primeros son los propietarios de los medios de producción y los segundos quienes los trabajan.
Por lo tanto, el género femenino participó en la Revolución Industrial desde las dos clases sociales. Unidas por el género pero distanciadas por su condición de clase.
Se estima que un 25% de la mano de obra empleada en fábricas fueron mujeres. La mayor parte de ellas fueron contratadas en la industria textil. Muchas otras encontraron trabajo en el servicio doméstico, como sirvientas de la clase burguesa.
La mujer era considerada inferior al hombre, por ejemplo, se consideraba que era menos productiva y por tanto su sueldo era mucho menor. Al igual que los niños (también trabajan en las fábricas) las condiciones de trabajo rozaban la esclavitud: horarios interminables, sin condiciones laborales, sueldos muy bajos y sin ningún tipo de derechos. Es cierto que la mayor parte de estas condiciones eran aplicables al hombre. Sin embargo, éstos recibían mayor sueldo por el simple hecho de serlo.
Si analizamos el rol de la mujer durante la Revolución Industrial vemos que al igual que en la época anterior, es esposa, ama de casa, madre y cuidadora pero ahora además asume un rol productivo. Al hombre se le considera como aporte económico principal y a la mujer como aporte económico complementario.
La mujer burguesa no sufre la explotación económica a la que la mujer proletaria es sometida. Pero se ve desplazada al ámbito doméstico. Por tanto comparte el rol de esposa, madre y ama de casa con la segunda, pero apartada del rol productivo. Su calidad de vida es mejor y el precio que paga por ello es muy caro: Sus aspiraciones personales, educativas, profesionales y políticas se vieron limitadas legalmente: estaban discriminadas.
No obstante, fueron éstas las que lideraron la reclamación de los derechos de género, empezando por el derecho al voto. La mujer, por fin, toma conciencia de género. Las mujeres proletarias tardaron en hacerse oír ya que las organizaciones sindicales que nacieron en aquella época, centraron sus esfuerzos en mejorar las condiciones de la clase obrera, olvidando reivindicar los derechos de la mujer.
Seguiremos analizando los profundos e importantes cambios que la Revolución Industrial trajo consigo. Hablaremos de burguesía, proletariado, ferrocarril y máquina de vapor, pero para mí, será difícil olvidar que en aquella época en la fábrica de cerillas Bryan & May un número indeterminado de mujeres entraba a las 6:30 Horas de la madrugada para trabajar doce horas de pie en condiciones infrahumanas por cuatro chelines a la semana.
Imagen ABC.es
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