Llevamos tiempo bajo una campaña que busca cambiar las bombillas clásicas por las de bajo consumo llamadas CFL (Lámparas Compactas Fluorescentes). La Unión Europea va a implantar el uso generalizado de estas bombillas en el 2011. Se pretende que antes de 2015 la mayoría de los países, especialmente aquellos que más electricidad consumen, hayan terminado la reconversión de puntos de luz puesta en marcha por la Comisión de la Energía de la Unión. Sin embargo, sus ventajas han sido ampliamente publicitadas, no así sus desventajas.
El empleo de estas lámparas supone un ahorro de hasta el 80%
de energía en comparación con las bombillas incandescentes. La razón es muy
simple, las de bajo consumo convierten la energía en luz y no en calor. Si bien
su precio es superior a las tradicionales, también tienen a su favor que su
vida útil es mucho más larga, en promedio seis veces más que las
incandescentes. Otra de las ventajas es que reducen principalmente las
emisiones de dióxido de carbono, causantes del efecto invernadero y el cambio climático.
Sin embargo, un análisis más detallado de estas bombillas
nos muestra su lado más oscuro. El Doctor Eduardo Rodríguez Farré, médico e
investigador especializado en toxicología y farmacología, miembro fundador del
Comité Antinuclear de Cataluña y miembro del Comité Científico de la Unión
Europea sobre Nuevos riesgos para la Salud, arroja luz a estos aspectos
desconocidos.
"Para empezar, las bombillas de bajo consumo emiten
radiación ultravioleta (UVA). Si la lámpara se ubica a muy poca distancia del
cuerpo durante muchas horas la exposición puede causar enrojecimiento en la
piel.
Otra precaución a tener en cuenta es que estas lámparas
contienen en su interior 5 miligramos de vapor de mercurio. Este elemento
químico es altamente tóxico. Desde abril del 2009 no se puede fabricar ni
vender termómetros de mercurio en la Unión Europea. La prohibición de los
termómetros de mercurio se impuso con el fin de evitar los graves problemas que
causa ese metal pesado en los seres humanos y el ecosistema. Por ese motivo si
una persona quiere deshacerse de esos termómetros debe depositarlos en los cubos
de desechos químicos. En consecuencia, el mismo tratamiento residual que damos
a las pilas o baterías deberán recibir las bombillas de bajo consumo".
Ahora bien si una lámpara se rompe, según el Doctor
Rodríguez Farré, deberíamos tener en cuenta las siguientes precauciones:
No tocar la bombilla. No inhalar el vapor de mercurio. Se
recomienda utilizar guantes de goma para recoger los restos. Se deben colocar
los fragmentos de vidrio en una bolsa de plástico sellada.
No se debe utilizar la aspiradora eléctrica para recoger los
restos de la lámpara.
Evacuar a las personas de la habitación durante quince
minutos como mínimo y ventilar bien el ambiente.
El mercurio que contiene las LCF preocupa tanto a
fabricantes como a distribuidores. La empresa multinacional Phillips anunciaba
la reducción a menos de 3 miligramos la cantidad de mercurio presente en cada
una de las bombillas que fabrica, mientras que la multinacional sueca IKEA
tiene contenedores en sus establecimientos para recoger este tipo de bombillas.
Ecologistas en Acción se ha reunido con los principales
fabricantes de fluorescentes para solicitar que indiquen claramente la cantidad
de mercurio que contiene cada producto y como se debe desechar.
España, a través del Ministerio de Medio Ambiente ha hecho
del cambio de bombillas una de sus banderas verdes y fijado 2011 como fecha de
su implantación en los hogares y centros de trabajo. En España, el Ministerio
de Industria, Turismo y Comercio ha puesto en marcha una campaña de promoción
de las LCF para que estas lleguen a los hogares españoles. La campaña contempla
el reparto de millones de unidades gratuitas que se pueden recoger en las
oficinas de Correos.
En 2009 comenzó la prohibición de fabricar bombillas de
filamento en la Unión Europea, siendo las de 100 vatios las primeras afectadas,
a continuación, las de 60 vatios y así sucesivamente. Esta prohibición afectará
sucesivamente a todas las bombillas incandescentes.
Por todo lo anterior, parece que las bombillas de bajo
consumo no son el remedio universal. Por un lado, se lanza la propuesta de
reemplazar las bombillas tradicionales por las de bajo consumo y por el otro se
demuestra que esta idea luminosa no es tan brillante…
El beneficio que para el medio ambiente suponen estas nuevas
lámparas sólo será completo si, una vez finalizada su vida útil, las bombillas
se reciclan adecuadamente.
La Directiva Europea sobre Residuos de Aparatos Eléctricos y
Electrónicos (RAEE) obliga al reciclaje de estas lámparas.
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