Teresa
Álvarez
Muchas y
muy diversas son las teorías acerca del origen de este oscuro volumen de
hechicería; aún así, poca gente cree ya que este libro sea fruto de los
delirios febriles de uno de los más grandes autores de la novela gótica, H. P.
Lovecraft, en parte porque nunca se encontró (a excepción de su breve
Cronología del Necronomicón) ningún manuscrito que contuviera el libro en sí.
Hace poco
se estableció una teoría final que atribuye (como ya Lovecraft, junto con otros
autores, hacía en sus narraciones) el prohibido libro al árabe loco Abdul
Alhazred, escrito en Damasco en el 730 d.C. del calendario cristiano, bajo el
título de Al-Azif, siendo Azif la palabra empleada por los árabes para designar
el sonido producido por los insectos nocturnos del desierto*, que era
supuestamente el aullido de los demonios.
El
Necronomicón, prohibido por todas las autoridades desde su primera aparición
pública, fue traducido clandestinamente al griego por Theoduros Philetas, quien
lo transcribe ya con este nombre, que es el que quedará para la posteridad, en
el 950 d.C.
Es
prohibido de nuevo y quemado por el patriarca Miguel en el año 1050 de nuestra
era. Por aquel entonces, el texto original árabe ya había desaparecido, con lo
que el testimonio de Alhazred desaparece, al menos de la memoria pública.