Posiblemente sea Suárez la figura más representativa, importante y trascendente del siglo XX español. Este castellano menudo, inquieto y entusiasta, fue el artífice de uno de los cambios más profundos de la historia española. En contra de la voluntad de gentes muy influyentes, consiguió superar la tradicional división de las dos España y arrancar a grupos muy diversos, y con querellas y odios muy antiguos, pactos, cesiones y consensos en aras de crear un sistema político y de convivencia que, por primera vez en la edad contemporánea, no sería partidista, no sería ni azul ni rojo, solo español.
Suárez nació en el pueblo abulense de Cebreros en 1932.
Desde su juventud, sus inquietudes y su ambición le llevaron a desempeñar
múltiples empleos a fin de sufragar sus estudios de derecho, que concluiría en
la Universidad Complutense de Madrid. Desde los años 50, Suárez desempeño
diversos cargos en el seno del Movimiento Nacional, partido único de la época,
fuera del que no era posible desarrollar ninguna carrera política. Pronto llamo
la atención de los hombres significados del régimen, caso de Fernando Herrero
Tejedor, que ejercería sobre él una tutela que le abriría puertas y pasillos en
el seno del estado franquista.
Son años en los que Suárez entra en contacto con otros
jóvenes tecnócratas que han nacido tras la guerra civil, que mantienen
inquietudes, y que defienden una postura reformista dentro del régimen, caso de
Juan José Roson o Rodolfo Martín Villa. Ya en 1958, Herrero Tejedor, viendo las
capacidades de Suárez, le integra en la Secretaría Generaldel Movimiento, desde
donde ascenderá a jefe del Gabinete Técnico del Vicesecretario General del
Movimiento (1961). En 1964, Suárez entra en televisión española, donde
desempeña varios cargos de gestión. Son años en los que simultanea esta
ocupación con la de Procurador en Cortes por Ávila (1967) y, posteriormente, la
de Gobernador Civil de Segovia (1968). En 1969, el régimen le nombra Director
General de Radio Televisión Española. Son años en los que el espíritu
reformista de Suárez se comienza a revelar, a través de una política
informativa desconocida en el régimen, justo en momentos críticos por la oleada
de huelgas, las movilizaciones estudiantiles o la muerte de Carrero Blanco,
pero su talante y sus enemigos se forjarían en un acontecimiento aparentemente
banal. El 8 de marzo de 1972 se casaban la nieta de Franco, Carmen Martínez
Bordiu y Alfonso de Borbón, nieto de Alfonso XIII. Para la familia era una
manera de encauzar la alegre vida de la joven, para algunos de los adyacentes a
Franco un matrimonio de conveniencia que podría resultar en un candidato dócil
y legitimado por la historia para suceder al dictador, sin poner en peligro el
régimen.
El caso es que el marqués de Villaverde padre de la novia
exigió a Suárez la retransmisión integra de la boda. Suárez se negó aduciendo
que la única cadena de televisión de la que disponían los españoles no podía
ser ocupada durante horas por un asunto privado. Que habría conexiones
puntuales y nada más. El desaire no era solo personal, sino un desafió al
bunquer, al que se suponía adicto el joven abogado. Esa falta de docilidad le
llenaría de enemigos, manifestados en sus posteriores años de presidente. Desde
entonces cada paso de Suárez levantaría una oleada de oposición por parte de
los adictos al régimen, que veían en el abogado a un traidor. Pero las secuelas
del incidente serian mas profundas. La alta sociedad madrileña le haría el
vacío, sus hijos fueron marginados de los círculos sociales, desde
enfrentamientos en el colegio a algo tan aparentemente superficial como no
invitarles a ningún cumpleaños. La vida familiar de Suárez comenzó a
resquebrajarse. El acoso de su antiguo círculo de amistades, acrecentado en la
época de las reformas, convertiría la vida de Suárez en una vida aislada y
solitaria, rodeada hasta el fin de sus días, por un cúmulo de traiciones e
incomprensiones, jalonadas de grandes dramas como la muerte de su mujer y su
hija.
Pero en medio de ello la vida de España seguía. En 1975,
Herrero elevaba a Suárez a Vicesecretario General del Movimiento. Pese a la
muerte de su mentor en accidente, su carrera no concluiría ahí, llegando en ese
año, y ya muerto Franco, al cargo de secretario General del Movimiento en el
primer gobierno de Arias Navarro. Allí intimaría con otro de los pesos pesados
del régimen, el reformista e influyente Torcuato Fernández Miranda, presidente
de las cortes, y que con el rey completaría la terna que llevaría a España a la
democracia.
Era el 3 de julio de 1976, cuando el rey decidió dar un
golpe de timón a un proceso de modernización que Arias, franquista convencido
estaba paralizando. Contra todo pronóstico, el denostado Suárez era nombrado
presidente del gobierno, con el apoyo abierto de Torcuato. Comenzaba la
transición y un camino sin retorno a la democracia, en el que Suárez iría
dejando a jirones su vida, y ganado esta para España.
Poco a poco Suárez iría desmontando las antiguas estructuras
políticas, estableciendo las instituciones y las leyes de la democracia
española. Contaba con 43 años, se enfrentaba al reto de cambiar España, sacarla
de la crisis económica, frenar el golpe de la extrema derecha, frenar las
exigencias de la izquierda y crear de la nada un partido capaz de dirigir
España desde la tolerancia y el consenso y que representase a la amplia clase
media española, alejada de las ataduras de la guerra. Aglutino junto a él a un
grupo de políticos de su generación que tenían convicciones democráticas,
sacados de la administración, de la universidad e incluso de la falange o el
antiguo Movimiento. Eran también socialdemócratas, liberales, democristianos..,
una amalgama compleja, que el tiempo revelaría inestable y llena de traidores y
ambiciosos, pero que conduciría a España a la modernidad hasta 1982, en la fase
más dura y más brillante de la historia española.
Tras 41 años de dictadura, Suárez lograba que en 1977 que se
celebrasen en España elecciones generales libres. Su victoria sería el respaldo
suficiente del pueblo para iniciar un proceso constitucional que instauraría un
país democrático, monárquico, parlamentario y descentralizado. Su gestión se
ratificaría con el apoyo popular a su proyecto de constitución en 1978, y una
nueva victoria electoral en 1979.
Durante sus gobiernos llevo a cabo los pactos de la Moncloa,
un acuerdo económico y social de todos los partidos, que permitirían la
estabilización económica. Legalizó la izquierda y llevo a cabo una amplia
amnistía política. Freno al terrorismo de ETA y GRAPO. Acerco a España a Europa
y desarticulo redes ultraderechistas, con amplias ramificaciones militares. Y
es que en todo ese periodo Suárez debió hacer frente a una amenaza continua de
golpe militar, en muchas ocasiones provocada por la violencia etarra o el
activismo ultraderechista cuya intención era quebrar y desacreditar las
instituciones democráticas. Como ejemplo la sucesión de atentados en los que la
extrema derecha y la izquierda radical confluyeron en la llamada “semana negra”
de finales de enero de 1977, en la que murieron un manifestante y, al día
siguiente, cinco abogados laboristas vinculados a CC. OO.. Suárez salió de este
peligro gracias a su habilidad y tesón, y gracias al trabajo inmenso del
General Gutiérrez Mellado, considerado por algunos militares un “traidor rojo”.
Mellado, amigo de Suárez, depuso a los oficiales más conservadores y más
tentados por el golpismo colocándoles en puestos alejados de los centros de
poder. Los militares repudiaban a Suárez, por no ser, como ellos pensaban, de
derechas, habiéndose convertido en el responsable de la disolución del
Movimiento y de los sindicatos verticales. No aceptaban una Constitución, que,
según sus principios, ponía en peligro la unidad de la patria y sus fundamentos
morales. Rechazaban el Estado de las Autonomías, los partidos, la amnistía
política y el regreso de “criminales” como Carrillo, Tarradellas, Irujo...
Pero estos triunfos no fueron sin embargo suficientes. Su
partido comenzó a apuñalarle por la espalda, y los heterogéneos grupos a medir
armas. Suárez había sido idóneo para crear la democracia, pero no para
dirigirla. Acosado, el 29 de enero de 1981 presentó su renuncia. Mientras se
nombraba a su sucesor en las cortes, el golpe de Tejero, dejaría una de las
fotos para la historia, erguido, solo él, con toda la dignidad de su cargo y de
quien representa a su país, en medio de un congreso acobardado por la presencia
de los militares golpistas.
Tras la marcha, Suárez y sus leales crearían el partido
Centro Democrático y Social (CDS), con el que se presentó a las elecciones del
28 de octubre de 1982. La muerte de sus fieles Viana y Rodríguez Sahagun, que
llego a ser alcalde de Madrid, una equivocada política de pactos, la vuelta de
las luchas intestinas, representadas por los impresentables Caso y Calvo Ortega
y una familia devorada por el cáncer llevan a Suárez al abandono en 1991,
mientras veía como su último proyecto se diluía entre el abandono de sus
votantes hacia el PP, y las luchas intestinas.
Pasarían algunos años, para que los gobiernos posteriores
recuperaran su figura histórica para el reconocimiento nacional. Serian años en
los que el estado que el creo aprovechara su caudal intelectual y humano en
tareas de representación institucional y mediación internacional, antes de que
volviese a la arena política para apoyar a su hijo Adolfo Suárez Illana, y
antes de que el alzheimer nos le arrebatara.
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