Pablo
Fernández Herbosa, Rubén Martín Crespo
Sobre como
la construcción de una economía se hace a costa del medio natural y humano que
la soporta.
Durante los
últimos meses hemos estado escuchando en una gran parte de los medios de
comunicación, las propuestas y los reproches dirigidos por los grupos
parlamentarios y la humilde opinión de cientos de personas, que se manifestaban
con diversidad de posturas sobre el plan hidrológico nacional y muy en
particular sobre el trasvase del río Ebro. El tema es digno de comentario,
puesto que se trata de una colosal obra en lo que a magnitud de las futuras
infraestructuras que serán construidas se refiere. En la presente disputa se
han llevado a cabo manifestaciones explicitas de rechazo a la realización del proyecto.
Estas reivindicaciones han sido organizadas en su mayoría por agricultores
insatisfechos por las decisiones del ejecutivo central que además expresan su
temor a que sus cultivos se vean afectados en el futuro por las sequías que
anticipa el acuciante cambio climático que se esta fraguando por la emisión de
gases contaminantes a nuestra atmósfera, como el CO2.
Como cabía
prever se han producido lógicamente las reacciones opuestas a las anteriores
remitidas por parte de los levantinos y por el gobierno representado por el
ministro de medio ambiente, Jaume Matas que declaró: “El agua sobra puesto que
gran parte de ella llega al mar”. Lo que el ministro no ha analizado en
profundidad es la repercusión que tendría la falta de agua, en la desembocadura
del Ebro, para los cultivos del delta.
Con la
disminución de las aguas que llegarían al delta, no se depositarían tantos
sedimentos y podría llegar a desaparecer.
El agua que
se ceda del Ebro en cantidades aproximadas a 1050 Hm3 corresponderá en un 44%
al consumo urbano y el restante 56% corresponderá en exclusivo a cubrir el
riego de los cultivos existentes.
El plan
actual tiene las características aprobadas en su día por el consejo de
ministros que consisten en, una inversión de 3768 millones de euros, que se
hará efectiva entre el año 2001 y el 2008.
Como medida
de prevención en caso de que la toma de caudal no supere 100m3 no se realizará
el trasvase, el precio del agua ascenderá 0,31 euros por m3/s y no habrá
trasvase entre junio y septiembre.
Según la opinión
de la mayoría de los grupos ecologistas (ADENA) el proyecto es un atentado
contra la naturaleza ya que se propone un modelo que se basa en una agricultura
intensiva en las zonas más rentables y un crecimiento urbanístico desmedido
depredador de los recursos y espacios naturales. Con estas características
proseguirá la realización siempre polémica del proyecto que cambiará para
siempre la geografía de la península y los hábitos de la multitud de especies
animales y vegetales que sobreviven en el río.
Tradicionalmente
la falta de agua en áreas que serian agrícolamente productivas ha sido
considerando un factor que obstaculiza el crecimiento y la expansión
socio-económica.
Esta
característica ha provocado que se produzca una oferta de agua como un mecanismo
aceptable a la vista de los ciudadanos y políticamente correcto que ha dado sus
frutos, considerando que España es el 4º país del mundo de grandes presas,
superando las 1200.
El
descontento generalizado de todos los grupos ecologistas se ensañan de manera
justificada en que España no penaliza la mala gestión de agua o despilfarro,
siendo esto insólito en un país que se considera entre los más avanzados en lo
que se refiere a la legislación. Desgraciadamente la política de oferta de agua
sigue en auge y es muy difícil cambiar una conducta que daña tanto nuestro
medioambiente.
Imagen elduendedelaradio.com
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