La ganadería es una de las actividades principales del sector primario, junto con la agricultura, la pesca y la explotación forestal.
Su
función es producir alimentos y materias primas de origen animal que son
necesarias para la economía y la sociedad.
Dentro
de este sector, en los últimos años ha aparecido un tipo de explotación
ganadera llamada macrogranja, que ha generado un gran debate por sus efectos
sobre el medio ambiente, la economía rural y el bienestar animal.
Una
MACROGRANJA es una explotación industrial donde se crían miles de
animales, normalmente cerdos, vacas o pollos, en espacios cerrados y con poca
movilidad.
La
ganadería intensiva, como la que se practica en las macrogranjas, busca obtener
la máxima producción posible en poco espacio y tiempo. Los animales viven en
recintos cerrados y se alimentan con piensos industriales. En cambio, la
ganadería extensiva es la que aprovecha los pastos naturales y permite que los
animales se muevan libremente al aire libre. Este tipo de ganadería tradicional
es más respetuosa con el medio ambiente, aunque produce menos cantidad y sus
productos suelen ser más caros.
Su
objetivo principal es producir carne, leche o huevos de forma
rápida y barata para abastecer a un mercado cada vez más grande.
Aunque
este modelo puede parecer eficiente desde el punto de vista económico, plantea
muchos retos ecológicos y sociales que afectan a todo el sector primario.
Uno
de los principales problemas de las macrogranjas es la contaminación.
La
acumulación de miles de animales genera una gran cantidad de purines, que son
residuos de orina y excrementos.
Cuando
estos no se gestionan bien, contaminan el suelo, los ríos y los acuíferos.
Esto
ha ocurrido en varias zonas rurales de España, como Castilla y León o Aragón,
donde los vecinos se han quejado por el mal olor y la pérdida de calidad del
agua.
Además,
las macrogranjas emiten gases como el metano o el amoníaco, que
contribuyen al cambio climático.
También
consumen grandes cantidades de agua, un recurso cada vez más escaso en
nuestro país.
Esto
genera tensiones con otros sectores del campo, como la agricultura, que también
necesita agua para regar los cultivos.
El
bienestar animal es otro aspecto relevante.
En
las macrogranjas, los animales viven en espacios muy reducidos, sin poder
moverse ni salir al exterior. Esto les provoca estrés y enfermedades.
Aunque
existen normas que intentan protegerlos, muchas veces no se cumplen de forma
adecuada.
Desde
el punto de vista económico, las macrogranjas pueden crear empleos, pero
suelen ser pocos y de baja calidad.
Además,
al producir carne de forma masiva y barata, hacen que las pequeñas granjas
tradicionales no puedan competir.
Esto
provoca el cierre de explotaciones familiares y el abandono del medio rural, lo
que afecta al equilibrio del sector primario y a la vida en los pueblos.
Quienes
defienden las macrogranjas
dicen que son necesarias para alimentar a la población y mantener los precios
bajos.
También
afirman que la tecnología moderna permite reducir su impacto ambiental.
Sin
embargo, muchos expertos creen que el futuro debe ir hacia una ganadería más
sostenible, que respete el entorno y a los animales.
Algunos
gobiernos y la Unión Europea están tomando medidas para controlar
mejor estos problemas.
Se
están aprobando leyes más estrictas sobre el tratamiento de residuos y las
emisiones de gases, y también se apoyan las explotaciones pequeñas y
ecológicas.
Comunidades
como Castilla-La Mancha o Cataluña han limitado la construcción de nuevas
macrogranjas.
En
conclusión, el
problema de las macrogranjas está relacionado con la forma en que se organiza
la actividad económica dentro del sector primario.
Aunque
este modelo puede parecer rentable a corto plazo, a largo plazo genera
contaminación, desigualdad y pérdida de empleo rural.
Por
eso, es importante buscar un equilibrio entre la producción y el respeto al
medio ambiente.
Una
ganadería sostenible puede garantizar alimentos de calidad sin destruir los
recursos naturales ni las comunidades rurales.
Como
consumidores, también tenemos responsabilidad.
Elegir
productos locales y ecológicos ayuda a mantener vivo el campo y a reducir los
efectos negativos de las macrogranjas.
Cuidar
la naturaleza y apoyar a los pequeños ganaderos es una forma de proteger
nuestro futuro común.
En
definitiva, el futuro del campo dependerá de que sepamos producir sin destruir,
respetando tanto a los animales como a las personas.
Fuentes utilizadas
Título: “El impacto ambiental y social de
las macrogranjas”
ü
Autor:
Germán Portillo
ü
Medio:
Renovables Verdes
ü
Enlace:https://www.renovablesverdes.com/el-impacto-de-las-macrogranjas-en-el-medio-ambiente/
Título: “Las macrogranjas, veneno para la
España rural”
ü
Autor:
Desconocido
ü
Medio:
Revista Campo
ü
Enlace:
https://www.revistacampo.es/general/las-macrogranjas-veneno-para-la-espana-rural/
Título: “¿Qué son las macrogranjas y por qué
generan tanta polémica?”
ü
Autor:
David Miranda
ü
Medio:
National Geographic España
Imagen PACMA

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