lunes, 11 de febrero de 2013

Un mercado oscuro, casi negro. Hablamos con Rosana Miralles, afectada por Nueva Rumasa


Francisco Sánchez Becerril



Lo que para la élite económica e inversora del país era obvio desde hace meses, que Nueva Rumasa era una organización de dudosa consistencia, no lo era tanto para el gran público. Esa es la conclusión tras algunas semanas buscando a inversores del grupo de Ruiz Mateos. La granadina Rosana Miralles es una de las pocas personas que han accedido a hablar con “eolapaz” . “Era consciente de que se nos ofrecían un interés muy alto, imposible de encontrar en bancos y cajas, pero la oferta se había hecho a la luz del día, a través de medios de comunicación conocidos, y sin que hubiera una advertencia de la administración. Por mucho menos, hasta los telediarios te avisan de que no compres en navidad un juguete. Pero es que no hablamos de un juguete que no funcione, son casi todos mis ahorros”.

Para un pequeño inversor, los detalles que se mueven en el mercado permanecen ocultos, envueltos en una jerga imposible, o circulando en dossier de entidades financieras o publicaciones especializadas y minoritarias. Eso y la falta de una cultura financiera en nuestro país explica este nuevo caso de inversiones frustradas, pero ahora no en sellos.
Rosana Miralles desconocía, cuando adquirió sus pagares a mediados de 2009, que un año antes, algunos analistas habían comprobado que cada emisión de pagarés servia al grupo para amortizar deudas, no para realizar, tal como se prometía, nuevas inversiones. Ni tampoco supo que parte de las mediáticas emisiones de Nueva Rumasa eran colocados entre proveedores, que veían en este instrumento, una difusa garantía de pago a deudas contraídas por el grupo
Tampoco la dio pie a sospecha la garantía patrimonial de las emisiones, un ramillete de empresas de sobra conocidas y con elevada valoración en el mercado, como Clesa, Garvey, Hibramer, Cacaolat o Carcesa.
La legislación de aquel entonces tampoco ayudaba a inversores como Rosana. Un instrumento de inversión como este, de una empresa que no cotiza en el mercado secundario, y queda fuera del control de la CNMV, no permite una valoración adecuada de su solvencia. Sin embargo, pese a no alertarse de los riesgos, estos existían, solo así se entiende que a fines de 2009, la administración pidiese respuestas. Y Nueva Rumasa respondió, pero con una nueva y agresiva campaña, en la que reafirmaba ofrecer inversiones respaldadas por empresas tangibles, con proyección y con toda su información al día (auditoría, informes, memoria del grupo, etc). Pero no era cierto. De hecho, los pagares comprados por Rosana Miralles solo estaban respaldados por una empresa Carcesa, cuyo patrimonio era insuficiente para asegurar tantas emisiones de deuda, y a ese interés.
Tampoco llegaron a saber nunca los afectados que estaban metiendo su dinero en una estructura opaca que, en realidad, no era un holding, por lo que carecía de estrategia comercial común, una dirección común y una aplicación de deudas e ingresos comunes. Y nadie intervino para evitar una publicidad, a todas luces, fraudulenta
“Me ha venido a la cabeza la película de Prety Woman, con aquel guapísimo Richard Gere dedicado a comprar empresa en quiebra, para especular con ellas. Descubrí muy tarde que esto era esa película, pero que Richar Gere no estaba en ningún sitio, y mucho menos yo era Julia Roberts”. Esa es la frustrante sensación de Rosana. Solo cuando Alejandro Tánago se volcó en los últimos meses en investigar el tema, para la edición digital de enredados, pudimos ver parte del problema, pero a toro pasado. Es casi imposible comprobar las facturaciones que el grupo dice tener (1.500 millones de euros), no hay cuentas depositadas por la empresa, que hayamos encontrado posteriores a 2006, o, por poner un ejemplo, Hotasa presenta unos beneficios en 2007, último año publicado, de 6000 euros, una cifra irrisoria para una cadena de hoteles que factura 1,7 millones de euros, mientras la matriz del grupo perdía 200.000 euros por año hasta 2007.
Con eso y con todo, la lectura atenta de la prensa nos revela que la sospecha sobre la insolvencia de la nueva aventura de Ruiz Mateos era tan intensa, que la CNMV estuvo jugando al ratón y al gato con el grupo casi dos años. Dos años en los que, mientras la CNMV ponía freno a las emisiones de pagares de empresa de alta remuneración, sin intervención de un intermediario financiero, y posteriormente a las ampliaciones de capital de empresas no cotizadas y luego al envío de cartas a inversores ofreciendo pagarés emitidos por Rumanova, contra el capital de otras empresas del grupo, muchas personas como Rosana Miralles seguían depositando su dinero en Nueva Rumasa.
Algunos medios han publicado su regocijo por el escarmiento que esto supone a desalmados capitalistas que se ciegan ante el cebo del dinero fácil. Rosana, dueña de una PYME, acudió con el dinero que había obtenido legalmente a Carcesa, una empresa legal, que operaba en el mercado sin restricciones, se entrevisto con representantes del departamento financiero, recibió información pública y no encontró advertencia ni traba alguna de los reguladores del mercado para realizar una operación financiera, declarada, como sus rendimientos, en sus declaraciones de impuestos.
Cuando la prensa destapo el problema, y la situación concursal era un hecho, y como otros inversores, Rosana Miralles acudió a empresa, donde tras una tensa explicación, recibió una carta, firmada por José María Ruiz-Mateos, de agradecimiento y compromiso de devolución.
Solo ha cobrado en este tiempo un solo vencimiento de intereses, y ninguna comunicación, publica o privada de las autoridades sobre que hacer. Hace unos días se ha puesto en contacto con el juzgado de Granada, el cual le ha informado de que tiene que enviar los pagares compulsados por correo certificado para poner en marcha el caso. Ahora si, como ella dice, la red y los kioskos se han llenado de “Predictores del pasado”, que tras saltar el escándalo se han dedicado a criticar a la gente que invirtió en Nueva Rumasa, jactándose de haber sabido con antelación, el final de esta historia. La administración de justicia empieza ahora su labor para descubrir la verdad de lo ocurrido, exigir responsabilidades y reparar, en lo posible los daños provocados. Esto es, un largo recorrido al final del que se aventura la pérdida, en el mejor de los casos de una parte de los ahorros de Rosana. También puede ser hora de reflexionar en que medida nuestro mercado financiero es transparente y garantizado. En que medida los instrumentos de marketing son legales y morales y en que medida una copiosa y duplicada administración es útil para protegernos. Porque solo así podremos sentar las bases de un mercado capaz de sostener nuestra economía, y edificar nuestro futuro económico.


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