Jesús Ramón
Llera
La
revolución de los claveles (en portugués: Revolucao dos cravos) es el nombre
que recibe la revuelta militar del 25 de abril de 1974 que provocó el fin de la
dictadura salazarista a la que estaba sometida Portugal desde 1933, la
dictadura más larga de Europa. Recibe el nombre por los claveles rojos que se
colocaron en las armas de los soldados que provocaron el levantamiento y
simboliza la libertad y la paz que acababan de recuperar. El fin de este
sistema político, que se le conoce como Estado Novo, produjo que las últimas
colonias portuguesas lograran su independencia tras una larga guerra colonial
contra la metrópoli y que Portugal mismo se convirtiera en un estado de derecho
democrático.
Portugal
tenía la dictadura más vieja de Europa. En 1933 Antonio de Oliveira Salazar
creó el Estado Novo, eliminó la monarquía y las leyes que debe tener un Estado
de Derecho. En 1968 tuvo una enfermedad por la que fue sustituido por Marcelo
Caetano, su sucesor, el cual continuó con el régimen dictatorial.
Sin embargo,
la sociedad había cambiado, era más liberal; además, las colonias que poseían
en África se estaban agitando ante el Imperio portugués, lo que hacía que el
Estado portugués mantuviera sus fuerzas armadas en África, gastando grandes
cantidades de dinero para mantener su Imperio en Angola, Guinea Bissau y
Mozambique. El resto de Europa estaba descolonizando los territorios mientras
Portugal insistía en mantener un imperio que le estaba costando multitud de
muertos y recursos.
El
territorio de sus colonias era 22 veces mayor que Portugal y tenia una
población de más de 14 millones, lo que suponía tener más de 120.000 soldados.
Esto produjo que la juventud tuviera que pasar dos años, de los cuatro que
duraba el servicio militar, en las colonias.
Esta
situación provocó que todas las familias tuvieran algún familiar en la línea de
fuego, lo que causó alrededor de 15.000 jóvenes muertos y heridos y 30.000
inválidos y mutilados, produciendo un rechazo del mantenimiento del Imperio.
Más de
107.000 jóvenes abandonaron el país para no entrar en el ejército. Esto sólo
tenía una solución: para acabar con la guerra había que terminar con el
gobierno.
En la
sociedad existía una enorme desigualdad, sólo una centena de familias poseían
el poder económico; la población estaba empobrecida por lo que la emigración
parecía la mejor opción.
Asimismo,
en el campo la explotación del latifundio era un escándalo para la mayoría, al
igual que Portugal fuera un lugar de acogida para nazis que huían de la
justicia o dictadores como Fulgencio Batista; y mientras, las cárceles estaban
llenas de presos políticos.
Debido a
las revueltas sociales y a la intolerancia que existía, el 25 de abril de 1974
los tanques habían tomado Lisboa. Cuando se escuchó por la mañana en la radio
la canción prohibida “Grândola, Vila Morena”, los capitanes del ejército,
encabezando a los militares, tomaron los puntos estratégicos. El golpe de
Estado lo estaban protagonizando los oficiales de las fuerzas armadas del
movimiento de capitanes y estaban liderados por el general Antonio de Spinola.
Antes de que el miedo invadiese la capital portuguesa, se emitió por radio un
comunicado en el que se aseguraba que todo estaba bajo control y que lo único
que pretendían era volver a tener una democracia y convocar en fechas próximas
elecciones libres.
Los
ciudadanos, en lugar de hacer caso a los llamamientos para que no salieran de
sus casas por su propia seguridad, se involucraron rápidamente con el
acontecimiento y bloquearon las calles acompañando a los sublevados.
Todo Lisboa
se echó a la calle para apoyar el Golpe de Estado, expresando así su protesta
en contra del Gobierno y su necesidad de libertad. Este alboroto popular de
forma masiva de La
Revolución se simbolizó en los Claveles que se colocaron en
los cañones de los fusiles del ejército demócrata, lo cual representaba el
signo de libertad que acababan de recuperar. Al mediodía, Spinola y el resto de
militares, consiguieron que Caetano y su presidente Thomaz, dimitieran. No hubo
oposición, ya que los militares encargados de hacerles frente terminaron
uniéndose a ellos.
Rápidamente
se proclamó la liberación de los presos políticos, el regreso de todos los
portugueses exiliados y la detención de la policía política a la que temían.
Esa misma noche el mando militar pasó todo el poder a la Junta de Salvación Nacional
y después, por televisión, anunciaron las nuevas medidas para restablecer la
libertad que habían perdido durante más de cuarenta años.
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