lunes, 25 de febrero de 2013

Grandola, Vila Morena


Jesús Ramón Llera



La revolución de los claveles (en portugués: Revolucao dos cravos) es el nombre que recibe la revuelta militar del 25 de abril de 1974 que provocó el fin de la dictadura salazarista a la que estaba sometida Portugal desde 1933, la dictadura más larga de Europa. Recibe el nombre por los claveles rojos que se colocaron en las armas de los soldados que provocaron el levantamiento y simboliza la libertad y la paz que acababan de recuperar. El fin de este sistema político, que se le conoce como Estado Novo, produjo que las últimas colonias portuguesas lograran su independencia tras una larga guerra colonial contra la metrópoli y que Portugal mismo se convirtiera en un estado de derecho democrático.


Portugal tenía la dictadura más vieja de Europa. En 1933 Antonio de Oliveira Salazar creó el Estado Novo, eliminó la monarquía y las leyes que debe tener un Estado de Derecho. En 1968 tuvo una enfermedad por la que fue sustituido por Marcelo Caetano, su sucesor, el cual continuó con el régimen dictatorial.

Sin embargo, la sociedad había cambiado, era más liberal; además, las colonias que poseían en África se estaban agitando ante el Imperio portugués, lo que hacía que el Estado portugués mantuviera sus fuerzas armadas en África, gastando grandes cantidades de dinero para mantener su Imperio en Angola, Guinea Bissau y Mozambique. El resto de Europa estaba descolonizando los territorios mientras Portugal insistía en mantener un imperio que le estaba costando multitud de muertos y recursos.

El territorio de sus colonias era 22 veces mayor que Portugal y tenia una población de más de 14 millones, lo que suponía tener más de 120.000 soldados. Esto produjo que la juventud tuviera que pasar dos años, de los cuatro que duraba el servicio militar, en las colonias.

Esta situación provocó que todas las familias tuvieran algún familiar en la línea de fuego, lo que causó alrededor de 15.000 jóvenes muertos y heridos y 30.000 inválidos y mutilados, produciendo un rechazo del mantenimiento del Imperio.





Más de 107.000 jóvenes abandonaron el país para no entrar en el ejército. Esto sólo tenía una solución: para acabar con la guerra había que terminar con el gobierno.
En la sociedad existía una enorme desigualdad, sólo una centena de familias poseían el poder económico; la población estaba empobrecida por lo que la emigración parecía la mejor opción.
Asimismo, en el campo la explotación del latifundio era un escándalo para la mayoría, al igual que Portugal fuera un lugar de acogida para nazis que huían de la justicia o dictadores como Fulgencio Batista; y mientras, las cárceles estaban llenas de presos políticos.
Debido a las revueltas sociales y a la intolerancia que existía, el 25 de abril de 1974 los tanques habían tomado Lisboa. Cuando se escuchó por la mañana en la radio la canción prohibida “Grândola, Vila Morena”, los capitanes del ejército, encabezando a los militares, tomaron los puntos estratégicos. El golpe de Estado lo estaban protagonizando los oficiales de las fuerzas armadas del movimiento de capitanes y estaban liderados por el general Antonio de Spinola. Antes de que el miedo invadiese la capital portuguesa, se emitió por radio un comunicado en el que se aseguraba que todo estaba bajo control y que lo único que pretendían era volver a tener una democracia y convocar en fechas próximas elecciones libres.
Los ciudadanos, en lugar de hacer caso a los llamamientos para que no salieran de sus casas por su propia seguridad, se involucraron rápidamente con el acontecimiento y bloquearon las calles acompañando a los sublevados.
Todo Lisboa se echó a la calle para apoyar el Golpe de Estado, expresando así su protesta en contra del Gobierno y su necesidad de libertad. Este alboroto popular de forma masiva de La Revolución se simbolizó en los Claveles que se colocaron en los cañones de los fusiles del ejército demócrata, lo cual representaba el signo de libertad que acababan de recuperar. Al mediodía, Spinola y el resto de militares, consiguieron que Caetano y su presidente Thomaz, dimitieran. No hubo oposición, ya que los militares encargados de hacerles frente terminaron uniéndose a ellos.
Rápidamente se proclamó la liberación de los presos políticos, el regreso de todos los portugueses exiliados y la detención de la policía política a la que temían. Esa misma noche el mando militar pasó todo el poder a la Junta de Salvación Nacional y después, por televisión, anunciaron las nuevas medidas para restablecer la libertad que habían perdido durante más de cuarenta años.

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