Ventura Gómez
Votación de
investidura de Leopoldo Calvo Sotelo en el Congreso de los diputados de Madrid.
Varios guardias civiles, arma en mano, entran al hemiciclo: “Quieto todo el
mundo. Al suelo, todo el mundo al suelo” -se escuchan ráfagas de metralleta-.
Es 23 de febrero de 1981.
Dos días
después de la muerte del General Francisco Franco el día 20 de noviembre de
1975, y como consecuencia de la
Ley de Sucesión, Juan Carlos I asumió la jefatura del Estado
español a título de rey.
Se
presentaban entonces tres posibilidades para la nueva etapa política, después
de la dictadura militar surgida de la Guerra Civil : el inmovilismo y la continuación
del régimen, la ruptura total con el franquismo y, por último, un reformismo
posibilista hasta alcanzar un sistema democrático.
El nuevo
jefe del Estado asumió, desde el discurso inaugural de su reinado, la tarea de
dotar al país de un régimen político homologable con el del resto de países
occidentales. No obstante, el proceso, conocido después como “la transición
democrática”, no estaría exento de dificultades.
Plenamente
vigentes la legislación, las instituciones y, muy especialmente, las Cortes
franquistas, tras la jura de su cargo el monarca confirma en la presidencia del
gobierno a Carlos Arias Navarro, aun cuando se incorporan al gobierno ministros
“aperturistas” como José María de Areilza y Manuel Fraga Iribarne.
Sin
embargo, en junio de 1976, decepcionado por la actitud de Arias Navarro con
respecto al proceso de reformas necesario, el Rey fuerza su dimisión para
nombrar presidente de gobierno a Adolfo Suárez, personaje también del régimen
que sería el encargado de pilotar la transición de la legalidad franquista a un
nuevo orden político de carácter democrático.
Entre los
acontecimientos más importantes en ese proceso, está la aprobación el 18 de
noviembre de 1976, por las propias Cortes franquistas, de la Ley para la Reforma Política ,
posteriormente ratificada por referéndum nacional, y que recogía los aspectos
básicos para la superación del propio franquismo:
-
Reconocimiento de la soberanía popular.
-
Afirmación de la inviolabilidad de los derechos individuales.
- Creación
de unas Cortes bicamerales elegidas por sufragio universal directo y secreto,
exceptuando hasta un 20% de los diputados, que podían ser elegidos por el rey.
Estas cortes podrían modificar las Leyes Fundamentales franquistas o establecer
una nueva legalidad.
-
Legalización de los partidos políticos.
Como
consecuencia de este nuevo marco legal, se sucedieron en muy pocos meses los
siguientes acontecimientos:
-
Legalización de los partidos políticos, especialmente la del Partido Comunista
de España, el Sábado Santo de 1977, que provocó grandes tensiones en el
ejército, incluida la dimisión del ministro de Marina.
-
Convocatoria y posterior celebración de elecciones generales a Cortes
constituyentes en junio de 1977, con victoria de la Unión de Centro Democrático
(UCD), amplia coalición de partidos reformistas liderada por Adolfo Suárez,
seguida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a la cabeza del cual
se encontraba Felipe González.
-
Finalmente, el 31 de octubre de 1978, las Cortes aprueban la Constitución Española
vigente, que sería ampliamente refrendada por el pueblo español mediante el
referéndum celebrado el 6 de diciembre de ese mismo año.
- Concluido
el período constituyente, se convocan nuevas elecciones generales para el 1 de
marzo de 1979, que son nuevamente ganadas por la UCD del presidente Suárez, con el PSOE en segundo
lugar, confirmando los resultados de 1977, y el PCE (Partido Comunista de
España) como tercera fuerza política.
- El 1 de
abril de 1979, se celebran también las primeras elecciones democráticas en
ayuntamientos y diputaciones provinciales, con resultados similares a las
generales pero donde, tras pactos con comunistas y nacionalistas, los
socialistas consiguieron un número muy importante de alcaldes en las
principales ciudades del país.
- El 25 de
octubre de 1979, se legalizan, mediante referéndum, los Estatutos de Autonomía
de Cataluña y País Vasco, aprobados previamente en el parlamento por las
principales fuerzas políticas, y que suponían el inicio de un proceso de
descentralización del Estado.
A lo largo
de 1980, el desgaste de toda esta vertiginosa actividad política, la creciente
actividad terrorista de ETA y GRAPO y los devastadores efectos sociales de la
crisis económica que se venía arrastrando a partir de la crisis del petróleo de
1973, configuran un escenario político extraordinariamente complejo que va
deteriorando al gobierno y a su presidente.
En mayo de
ese mismo año, el PSOE presenta una moción de censura contra Suárez, si bien
legalmente fallida, políticamente demoledora para él frente a la figura
emergente de Felipe González.
La moción
acrecienta los problemas entre las distintas familias políticas que convivían
en la Unión de
Centro Democrático y desemboca en la pérdida de apoyos internos y dimisión de
Suárez como presidente de gobierno el 29 de enero de 1881.
Leopoldo
Calvo Sotelo, en cuya investidura como presidente del gobierno se produjo el
golpe
El rey
designa a Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo candidato a la presidencia de
gobierno. Fue precisamente en la tarde-noche del 23 de febrero, mientras se
celebraba la segunda votación de investidura, cuando el coronel Antonio Tejero
Molina y varios guardias civiles irrumpieron en el hemiciclo. Con el conocido
grito “Quieto todo el mundo” tomaron el Congreso, ordenando a todos los
presentes tirarse al suelo con disparos de ráfagas de metralleta al aire. Sólo
el presidente Suárez y el general y vicepresidente para asuntos de la defensa
Manuel Gutiérrez Mellado opusieron resistencia. Esa misma noche, el capitán de
la guardia civil de Valencia, Millans del Bosh, ordenó sacar los tanques por
las calles de la ciudad, decretando el toque de queda en la III Región Militar.
Además, sobre las siete de la tarde, fuerzas militares tomaron durante unas
horas RTVE, prohibiendo la emisión de informativos y sustituyendo estos por
música militar.
Todo el
proceso político iniciado tras la muerte de Franco estuvo en juego en aquellas
horas. El gobierno, los principales líderes políticos y los representantes del
pueblo español estaban secuestrados y a merced de los golpistas. El “ruido de
sables”, la permanente tentación de algunos sectores influyentes del ejército
franquista de tutelar la política española, se había materializado de forma
espectacular después de muchos años de rumores y algún otro intento frustrado
tengo entendido comenta Álvaro Sáenz en su artículo “Las dudas del 23-F”.
Tras la
emisión de madrugada de un mensaje televisado del Rey, en el que se posiciona
inequívocamente al lado del orden constitucional, Millans del Bosch retira los
tanques de Valencia. Asimismo, el general Armada, haciendo uso de su “papel
negociador”, se ofrece al coronel Tejero como presidente de un gobierno de
concentración nacional, descubriendo así sus intenciones y tratando de este
modo de retomar una conspiración previa que había fracasado a causa de la
dimisión de Suárez.
El coronel
Tejero rechaza “la solución Armada” y, en la mañana del día 24, es consciente
de haber perdido el apoyo con el que horas antes había cruzado la puerta del
palacio de Congresos. Algunos guardias civiles abandonan el hemiciclo por las
ventanas, pues habían acudido engañados, creyendo su misión iba a ser proteger
el edificio de una altercado terrorista. Sobre la una de la tarde, los
diputados son liberados.
Tejero,
Armada y Millans del Bosch serían condenados en consejo de guerra a treinta
años de cárcel. De esta manera, el 23-F sirvió para dar a conocer a los pocos
que apoyaban el franquismo en un país que, sin duda, creía en la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Queremos saber tu opinión. Se respetuoso y enriquece a la comunidad