En los
últimos años, ha sido noticia la constante lucha por la igualdad de género.
Enciendes la radio, la televisión o directamente, abres un periódico, y te
salta a la cara una noticia referida con este tema. Muchos piensan que es algo
actual, algo que es por causa de “que las mujeres se aburran en casa y no
tengan nada más que hacer que dar el coñazo con tales sandeces”… Pero no, esta
historia viene de mucho más atrás, concretamente de la década 1870.
Al acabar
la revolución francesa, las mujeres se dieron cuenta de que habían luchado por
algo que no las beneficiaba. Los propósitos de la revolución eran conseguir
“Los derechos del hombre y del ciudadano” y, al parecer, cuando los
revolucionarios decían “hombre” se referían al término “hombre” como tal y no
al conjunto de hombres y mujeres. Claro está que esto no fue cosa de agrado
entre las revolucionarias, y como era de esperar, se rebelaron, de nuevo, pero
contra los hombres. Así empezó el feminismo: mujeres de todas las clases
sociales y diferentes ideologías políticas, juntas por fin, despotricando
contra los hombres y luchando por sus derechos como mujeres. Este movimiento se
extendió por toda Europa Occidental y Norteamérica.
Su primer
objetivo, era conseguir el derecho al voto, es decir, el sufragismo.
Quizá el
movimiento sufragista más conocido fue el que tuvo lugar en Reino Unido. El
movimiento sufragista británico se dividió en dos bandos: el moderado, y el
radical.
La cabecilla
del grupo de sufragistas moderadas fue Milicent Garret Fawcet, que denominó al
grupo “Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino”. En 1914 la
asociación contaba con más de 100.000 miembros, y se dedicaba a la propaganda
política, la organización de mítines y campañas de persuasión… guardando
siempre el orden y la legalidad en sus acciones. En 1912, Milicent pronunció en
su discurso las siguientes palabras “Quizás la sutil violencia utilizada por
las sufragistas trataba de disminuir nuestro orgullo de sexo; íbamos a
enseñarle al mundo como conseguir reformas sin violencia, sin matar gente y
volar edificios, o sin hacer las otras cosas estúpidas que los hombres han
hecho cuando han querido alterar las leyes (...) Nosotras queríamos mostrar que
podíamos avanzar o conseguir la libertad humana a la que aspiramos sin utilizar
violencia alguna. Hemos sido decepcionadas en esta ambición pero todavía
podemos dar a nuestras almas el consuelo de que la violencia registrada no ha
sido formidable y de que las más fieras de las sufragistas están más preparadas
para sufrir daño que para infligirlo”.
El bando
radical tenía como líder a Emmeline Pankhurst. Creó la Unión Social y
Política de las Mujeres (WSPU). Sus miembros eran conocidas como las
“suffragettes”. Este grupo de mujeres no se contentaba con el mero hecho de
hacer campañas y repartir panfletos propagandísticos por la calle… ellas vieron
más efectivas las múltiples tácticas violentas que llevaron a cabo: incendios
de establecimientos y comercios, sabotajes, agresiones a domicilios privados de
políticos y miembros del parlamento… Y claro, toda acción tiene su consecuencia
y, como a todo cerdo le llega su San Martín, estas violentas sufragistas
acabaron en la cárcel. Pero ni siquiera esos muros de contención, pudieron
contener el entusiasmo de estas mujeres por su derecho al voto, y así
comenzaron todas ellas numerosas huelgas de hambre. Ante esto, el parlamento
respondió con una táctica bastante original: “gatos y ratones”. Los “gatos” (el
gobierno) soltaban a los “ratones” (las sufragistas de la cárcel) cuando
estaban famélicas y moribundas; y cuando dichos “ratones” recuperaban las
fuerzas y estaban de nuevo bien alimentadas, los “gatos” las cazaban, y vuelta
a las ratoneras… donde, como no, los “ratones” volvían a abstenerse de probar
un solo bocado del suculento “queso” de la prisión. Y todo esto fue un “tira y
afloja” hasta la
Primera Guerra Mundial.
En la Primera Guerra
Mundial, las mujeres fueron la principal mano de obra y, por tanto, las que
consiguieron arrancar la economía de nuevo. Ante esto, el gobierno no tuvo más
que permitirlas el derecho al voto. En 1918 una ley dictó que las británicas de
más de 30 años podían votar. Y diez años después, se impuso otra ley que
permitía a todas las mujeres mayores de edad votar. Para que luego digan… que
las chicas no son guerreras.
Lucia Saiz
de Quevedo
Colegio La Paz , Torrelavega
(Cantabria)
Imagen belakarloff221b.wordpress.com
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