Aquí tenemos a un personaje de carne y hueso. Un personaje que sus hazañas han sido populares en películas, comics, esculturas, figuras de cerámica y souvenires para turistas.
Dicho personaje, llamado Corocotta, tuvo “en vilo” durante más de dos años el ejército romano, el más poderoso del mundo.
Roma, en su conquista a la península Ibérica (Hispania) en el siglo I a.C. tuvo muchas dificultades para invadir territorios como Asturias, Galicia y Cantabria. Sólo les quedaba este territorio por conquistar y tardaron años en hacerlo. La razón, el pueblo cántabro, su valor, su fiereza y en especial su Caudillo Corocotta.
Imagino al célebre Corocotta, como un guerrero bravo de largos cabellos, llenos de ceniza de haya. En su cara, la huella de la guerra y en su cintura la bellísima espada hecha por cinco metales: oro, plata, hierro, cobre y bronce.
Sus guerreros, pocos y no muy bien organizados, sobresalían en fiereza y valor. Llevaban dos tipos de escudos consigo, uno pequeño llamado “cetra”, con remaches metálicos que al golpearlos producían un ensordecedor tintineo al enemigo. El otro escudo, grande para cubrir del hombro a las rodillas en el campo de batalla.
El pueblo cántabro era pueblo celta, donde no faltaban los druidas, los adivinos, la sacerdotisa y los oráculos. Todo esto unía al hombre con lo sobrenatural.
Según Silio Itálico, Cónsul romano en aquel momento, escribió: “Los cántabros nunca vencidos ni por el frío ni por el calor, ni por el hambre ni por el hombre, se llevan la palma en toda clase de trabajos. No aguantan la vida sin la guerra, pues toda causa de su libertad está en sus armas…”
Y como representante principal, nuestro personaje Corocotta. Auténticamente invencible, sus hazañas corren desde el último rincón del Pirineo, hasta el cabo del Finisterre.
Todos los ataques romanos eran repelidos por los rudos cántabros que combatían con gran destreza. Eran indomables. Tanto fue así, que el mismísimo Cesar Augusto tuvo que venir en persona a Hispania para doblegar al feroz pueblo cántabro. El furioso emperador romano fija precio a su cabeza, ofreciendo la suma de 250.000 sestercios de plata.
Y he aquí su hazaña. Es Corocotta en persona, que burlando la guardia romana, se desliza una noche dentro de la tienda de Augusto. En ese instante, le exige la recompensa por su propia cabeza, que era lo que Cesar buscaba. Impresionado por este gesto de extrema osadía, responde Cesar Augusto con otro no menos admirable: lo deja ir libre y además le da la recompensa.
Corocotta, el más valiente de los guerreros, será recordado como el cántabro que luchó contra el ejército romano. Aun así y en mi opinión, no ha sido lo suficientemente homenajeado ni recordado.
Me pregunto si en cualquier otro país europeo invadido por los romanos, existiendo un personaje tan valiente y guerrero, lo hubieran dejado prácticamente en el olvido.
Como curiosidad, y para terminar, de todas las regiones de España, Cantabria es la única que a lo largo de dos mil años, ha conservado su nombre milagrosamente intacto, sin alterar una sola letra.
Cantabria se llamó este territorio mucho antes de que naciera Cristo, y sus límites territoriales eran los mismos que los actuales.
Tierra de valientes y feroces guerreros como Corocotta.
Silvia Hontoria
Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)
Imágenes Guerras Cántabras, mapa UNICAN
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Queremos saber tu opinión. Se respetuoso y enriquece a la comunidad