miércoles, 22 de febrero de 2017

Sibila, reina de Jerusalen

En la Edad Media, una sociedad dominada (y, en ocasiones, subyugada) por la Iglesia, una sociedad en la que la mujer era tenida como un ser inferior o, en opinión de filósofos tan renombrados como el propio Aristóteles, “un varón incompleto”, rodeada de mitos supersticiones en ocasiones nada cristianos, las mujeres no eran consideradas aptas para reinar, al menos no sin la compañía de un hombre o de un regente varón que velara por la seguridad del territorio.


Pero las crónicas, la memoria popular e incluso la misma Historia (o, acercándonos un poco más a nuestro tiempo: la experiencia probada en numerosas ocasiones) nos demuestran que la mujer es tan capaz de dirigir un reino como de liderar un ejército a la batalla (como nos demuestra, por otra parte, la historia de la conocidísima Juana de Arco), o, mismamente, de organizar la defensa de una ciudad tan santa y tan importante para la Cristiandad entera como lo fue Jerusalén, y más durante este choque de religiones que conocemos como Las Cruzadas.


El fracaso de la Segunda Cruzada, lanzada en 1147 y concluida dos años después, tras el fallido intento de asedio a Damasco, dejó el poder y la nobleza europea asentados en Tierra Santa bastante mermados. Se estableció una débil y enfermiza tregua entre Saladino, sultán de Siria y Egipto, quien en aquel momento estaba al mando de las fuerzas musulmanas, que no tardaría mucho en quebrarse.


En su afán por conquistar, y sobre todo incentivado por la ruptura de la tregua por parte de un impaciente caballero cristiano, Saladino lanzó una campaña a lo largo y ancho de toda la Tierra Santa, que culminaría con la toma de Jerusalén, una de las ciudades más santas del Islam.


Uno de los pilares de la cristiandad, el del mantenimiento de la Ciudad Santa como ciudad cristiana, estaba peligrosamente amenazado. Y fue sobre los hombros de la joven reina Sibila y su corte jerosolimitana sobre quien recayó esta tarea.


 historia-sibila2



No sabe exactamente en qué año nació Sibila, pero históricamente se la fecha hacia 1160, siendo la primogénita de Amalarico I, rey de Jerusalén, e Inés de Courtenay, siendo hermana de Balduino IV, apodado “El Leproso” debido a la enfermedad que padecía.


Inés, madre de los hermanos, fue repudiada por su esposo en 1162 al ser obligado éste por las altas cortes de Tierra Santa a divorciarse de ella a menos que rechazase también el trono de Jerusalén. Amalarico aceptó, pero mantuvo la legitimidad de sus dos hijos y el derecho sucesorio que les correspondía. Sin embargo, Inés fue apartada de sus hijos y no se le permitió criarlos. Un año después se prometía en matrimonio con Hugo de Ibelin, procedente de una poderosa rama de nobles (antaño humildes) asentados en Tierra Santa.


Amalarico no perdió tampoco el tiempo y se apresuró a estrechar lazos con Bizancio, algo que resultaría sin duda provechoso en un futuro, prometiéndose con la joven María Comnena, sobrina del emperador Manuel I.


 historia-sibila2


Sibila, a la partida de su madre, fue enviada a Betania, donde fue instruida por su tía abuela Ioveta en el convento de San Lázaro (fundado anteriormente por la hermana de esta última, la antigua reina Melisenda de Jerusalén) ya que, en un inicio, aun a pesar de ser la primogénita, no estaba destinada a reinar (para eso ya estaba su hermano, pues en fue coronado sin que se supiese nada de su enfermedad) Sibila, como mujer que era en medio de una sociedad machista, tenía por delante largos años de meditación y oración en el convento donde la habían recluido.


Tras la muerte de Amalarico, en 1174, las Cortes Supremas acordaron la ascensión al tono del heredero varón del mismo, bajo el nombre de Balduino IV, ya que su hermana mayor permanecía enclaustrada en el convento y su pequeña hermanastra, Isabel, fruto de la relación de Amalarico con su segunda esposa, María, apenas alcanzaba los dos años de edad. Como regente se escogió primero a Miles de Plancy, y, tras el asesinato de éste, al conde Raimundo III de Trípoli, hasta los quince años de edad del joven, que era la mayoría de edad establecida en el reino de Jerusalén.


Pero hete aquí que las cosas se torcieron y la enfermedad del rey Balduino comenzó a mostrar sus primeros síntomas (lo cual significaba que no iba a durar mucho), con lo cual surgió la urgencia de casar y posicionar bien a la jovencita Sibila (respaldada la elección por su madre biológica, Inés), la legítima heredera del reino, ya que María Comnena, la madre de Isabel, pugnaba por la ascensión al trono de su propia hija.


Finalmente, y dos años después de la coronación de su hermano, Sibila contrae matrimonio (tras el acobardamiento del primer pretendiente, el noble Estefano de Sancerre) con Guillermo de Montferrato, primo de Luis VII de Francia y Federico Barbarroja, de quien hereda los títulos de condesa de Jaffa y Ascalón. La mala fortuna hizo que Guillermo falleciese tan sólo unos meses después del enlace, dejando a Sibila embarazada de quien sería en un futuro Balduino V de Jerusalén.


  historia-mapa-cruzadas


Una reina viuda, y más siendo reina de una ciudad tan política y religiosamente importante era una escandalosa tentación para los ambiciosos caballeros cristianos. Ante esta amenaza, su madre biológica, Inés de Courtenay, decidió casarla con un caballero franco recién llegado a Tierra Santa: Guido de Lusiñán.


Inés de Courtenay fallece en 1184; el 16 de mayo de 1185 muere su hermano Balduino, incapaz de sobrevivir a la progresiva degradación de su cuerpo a la que le había sometido la lepra.


La muerte del joven heredero de Jerusalén, Balduino V pocos meses después (era leproso, al igual que su tío), llevó al reino al borde de una desastrosa guerra civil, que en aquellos momentos hubiese resultado devastadora. Pese a las muchas objeciones, Sibila fue coronada reina de la Ciudad Santa bajo el nombre de Sibila I, aunque no mostraron mucho entusiasmo frente a la idea de que Guido fuese a ser coronado asimismo rey. Viéndose en un apuro que podía costarle el reino, Sibila prometió, antes de ser coronada, divorciarse del caballero, a menos que aceptasen sus condiciones: que sus dos hijas (Alicia y María, fruto de su relación con Guido) fuesen declaradas legítimas, que a su marido se le permitiese seguir llevando el título de conde de Jaffa y Ascalón y que le permitiesen elegir un nuevo esposo con total libertad y sin objeciones.


Y, sin embargo, una vez coronada y aceptadas las condiciones propuestas, divorciada, pudo elegir marido con total libertad. Y volvió a prometerse con Guido de Lusiñán, a lo cual nadie pudo oponerse, pues habían dado su palabra.


Las tropas cruzadas fueron vencidas de manera estrepitosa, casi suicida, el la conocida como la “Batalla de los Cuernos de Hattin”, durante la cual Guido fue tomado como prisionero por Saladino y sus hombres.


En 1187, Saladino tenía sitiada la ciudad de Jerusalén, donde Sibila resistió junto con el pueblo y con la ayuda del patriarca Heraclio y de Balian de Ibelin, uno de los pocos supervivientes de la batalla de Hattin, hasta que finalmente la ciudad capituló el 2 de octubre de ese mismo año.


La reina obtuvo un salvoconducto a Trípoli para ella y sus dos hijas; Guido fue liberado un año después a petición de la misma Sibila en una carta dirigida a Saladino, y huyeron juntos hacia la última ciudad libre del reino, Tiro.


Pocos meses después, muere con sus hijas durante una epidemia, quedando Guido prácticamente desposeído.


Le sucedió Isabel, su hermanastra, hija de María Comnena y Amalarico I.





Teresa Álvarez


Colegio Ntra. Sra. De la Paz, Torrelavega (Cantabria)


Imágenes filmafinity y educa.madrid


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Queremos saber tu opinión. Se respetuoso y enriquece a la comunidad

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Comparte este contenido en las redes