Dicen los
cercanos a Rajoy que Arriola ya le había adelantado al Presidente, días antes a
las elecciones, los resultados de los comicios. Sólo se confundió en 1 ó 2
eurodiputados. Un crack el tal Arriola, en nómina del PP desde la época Aznar;
es autor del famoso ¡Váyase Señor González, váyase! El mismo que decidió que el
candidato, tras su desliz con Susana Griso, no apareciese en medios de
comunicación “no afines” a la ideología del partido. Además Arriola es marido
de Celia Villalobos, archiconocida del clan, que ha pasado por todos los
estamentos posibles. La familia ante todo.
El castigo
ha sido duro, aunque no demasiado. PP y PSOE se enzarzaron en una campaña
electoral descafeinada, en términos nacionales y sin debatir nada sobre la
situación de España en Europa. Cañete y su desliz varonil marcaron la campaña
de Valenciano; sin rumbo días antes con su ideología feminista y sin acercarse
a defender los derechos y prioridades nacionales frente a los europeos. Es lo
que ocurre cuando se colocan a dedo a políticos de segunda línea.
A un PP que
se sentía triunfador y a un PSOE que no esperaba una fuga de votos tan
desmesurada les pilló por sorpresa unos resultados electorales que deben marcar
una disyuntiva en la forma de hacer política de los dos grandes en España.
Ahora mismo el partido del poder, a pesar de haber sido la fuerza más votada,
no puede seguir con los aires de prepotencia e implantando medidas sin
consensuar. La izquierda, totalmente fraccionada y con un partido “líder” pero
debilitado no tiene una figura – tras la marcha pactada y planeada de Rubalcaba
– que pueda desempeñar una oposición firme pero mediadora para establecer,
junto con el Gobierno, unas políticas económicas y sociales que apacigüen las
sombras de estallido ciudadano que se puedan producir.
No han
planteado una campaña que cale en la sociedad, no han preparado un discurso
coherente más allá del ataque personal. Y la sociedad, en cuanto escucha algo
diferente y que hace música en los oídos – aunque sea populista y el candidato
tenga más verborrea que cabello –, se embelesa y critica a los políticos que
lleva viendo desde hace años rotando de silla en silla. Eso ha ocurrido con
“Podemos”, la formación de Pablo Iglesias, un profesor universitario convertido
en tertuliano y boxeador contra los periodistas dependientes de los partidos,
que formó su bando y en apenas 4 meses ha logrado convertirse en la cuarta
fuerza política en España.
Iglesias
suelta por la boca propaganda que gusta a los ciudadanos – jubilarse antes, no
pagar lo que se debe, contratos indefinidos – pero no se paran a pensar cómo
conseguir ese objetivo con la situación económica actual. Un mensaje de calado
pero sin base argumental de cómo conseguir lo prometido; es decir, política
barata y comestible. Pero es comprensible su éxito, resulta convincente el
discurso y pega fuerte a la casta política corrupta que inunda los estamentos
de nuestro país. El meterse con el que manda siempre te convierte en ídolo de
masas.
El
cansancio de la sociedad, junto con el desapego por los grandes partidos, ha
fraccionado el voto. El PP no tiene rival en la ideología de derechas, VOX no
ha tenido el éxito que sólo sus dirigentes esperaban mientras que el único que
ha conseguido votos de los desencantados con el gobierno ha sido UPyD. Pero en
el bando izquierdo han nacido decenas de siglas políticas que han fragmentado
el deseo de los ciudadanos. Y ahí el perjudicado ha sido el PSOE que ha visto
cómo la sangría de votos que empezó en las elecciones europeas anteriores, y
pensó que había culminado con las generales, no se detiene.
Sinceramente,
se lo han ganado a pulso. Los que están en el Gobierno porque su programa
electoral se lo han pasado por donde la espalda pierde el nombre. La oposición
porque no ha defendido los derechos de la ciudadanía y ha estado más en
disputas internas que velando por el interés general. Y el fraccionamiento del
voto, que no es extrapolable a unas elecciones generales o autonómicas (no hay
voto de castigo) no beneficia la posición de España en Europa.
A Rajoy se
le complica “colocar” a Cañete como Comisario (su labor en España está más que
amortizada) y a De Guindos como encargado del Eurogrupo (su imagen está
deteriorada aunque Montoro acumula más odio) lo cual no beneficia a España, en
teoría. Rajoy ha ganado las elecciones pero la debacle en número de
eurodiputados no le convierte en un peso fuerte para ordenar cargos. Tener a
españoles en puestos de importancia, dicen desde el Gobierno, que favorece a
nuestro país. Aunque permítanme que lo dude cuando aquí nos gobiernan
“españolitos de pro” y cada día nos fatigan más.
Aquí no
vale con cambiar la cara de Rubalcaba por la de Madina, Chacón o la del Cortijo
Andaluz. No sirve con una remodelación de gobierno por parte del PP para dar
aire fresco si se tropieza en el mismo error. Hay que plantarse ante ciertas
circunstancias que aprietan unos datos económicos desalentadores, una cola de
parados que daría la vuelta a España y una situación social de desaliento.
Apostaba el ex presidente González por un gobierno de concentración entre PP y
PSOE, en lo cual no está confundido. Hay
situaciones excepcionales que merecen decisiones particulares. No vendría mal que la casta
política apartara sus intereses y ego personal, y volteara su ideología a
luchar por los intereses de España. Lo que planteo debe ser muy patriótico para
seres que se tiran los trastos en cada sesión de un Congreso donde nos
representan. Pero yo no los elegí para que mediante chascarrillos, insultos y
reproches no debatan sobre decisiones y sí sobre quién las tomó mejores.
Ha llegado
el momento. Tienen que cambiar. Hasta ahora nos enviaban propaganda electoral
sin vaselina y acabábamos tragando con todo sin aparecer esto en ningún
documento prometedor. Sincérense señores. España necesita una política unida. Y
en lo único que está el pueblo unido es en el pensamiento de que la sociedad
política solo quiere nuestro voto.
Pablo Arce
Imagen
abc.com
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