La norteamericana Kita Dollores (vaya combinación) ha sido, a falta de cosas más interesantes que contar, según las teles, una de las protagonistas de la semana. Tal es la extravagancia de esta señora, que si acude al hemiciclo arrasa. La chica en cuestión ha sido pagada por nuestras cadenas (las del wc no, las otras) para explicar a los españoles que se acaba de operar por sexta vez, para batir el record mundial, hasta ahora en poder de la argentina Sabrina Sbrok, de mega teta, alcanzando la nada desdeñable cifra de 10 kilos por pecho.
En realidad la operación es solo un paso en aras de alcanzar
el noble objetivo de lograr dos pechos de la 42xxx.
Tejana de 32 años, Kita es en realidad una mujer con
aspiraciones, que ha ido ampliando su “perspectiva” añadiendo periódicamente
implantes en sus dos pechos, hasta llegar ya a los 145 cm. Una heroicidad si
tenemos en cuenta que mide 174 con tacones. Vamos, que vale más saltarla que
rodearla.
Seria esperanzador contar esto como una anécdota, pero en
dosis más pequeñas, y menos espectaculares, este es el patrón de éxito social
que se impone hoy en día.
Siguiendo la lógica de nuestro presidente del gobierno y su
manual de resistencia y falsedad en nuestra concepción de la cultura, el arte y
el espectáculo deberían ser prometedoras, y proclive a desterrar esos valores
de la escena pública, teniendo en cuenta además nuestra trayectoria greco
latina.
Pero no, las carencias de una legislación que prohíbe a la
gente ponerse en ridículo, y ya de paso crear escuela, la falta de un sistema
educativo que acabe de promover la cultura y la formación personal entre la
plenitud de las mujeres, la falta de integración de las minorías en nuestra
sociedad y la falta de regulación del mercado, (que no solo hay barbaridades en
el de pisos) hacen que este tipo de fenómenos proliferen cada vez más, ante el
regocijo de los cirujanos estéticos y los sinvergüenzas de sus sucedáneos.
Demostrando que nuestro alborozo por ser una gran potencia cultural y demás, es
infundado.
Según un reciente estudio de la universidad de Granada es
más fácil encontrar trabajo en el mundo de la farándula si eres mujer. Claro,
si el talento artístico supera el 90-60-90.
Después de ver en televisión a Malena Gracia, Yola Berrocal
y demás miembros del noble arte de la comedia, y a Fernando Martín y Oscar
Lozano, así como otros ilustres empresarios de este mundillo, resulta ocioso
explicar que los empresarios no son extremadamente exigentes con el cerebro de
sus artistas, y estos tampoco con sus ofertas de trabajo y la dignidad que
estas llevan a cuestas. Priman para unos y otros los atributos, véase Kita y Sabrina.
Es un círculo vicioso. Dado por muerto el intento de educar
el espíritu del personal, y satisfechos con que nos arrastremos por la eso,
resulta obvio que la capacidad selectiva de muchos empresarios, artistas y
candidatas a ser famosas, de muchas jóvenes españolas, hacia su tiempo libre y
hacia sus anhelos culturales es baja. Vamos, que, para una persona poco educada
en filosofía, música, física o política, resulta aburrido escuchar poesía,
abúlico discutir sobre radiaciones cósmicas, y penoso pasar la primera página
de un libro. Claro que los artistas no deben ir muy lejanos del público.
Podríamos suponer que en nuestro país una página de Goytisolo podría
desencadenar un mesurado y enriquecedor debate, y que distinguir una nota bien
colocada nos haría descubrir un buen cantante. Pero como eso existe en España
en muy escasa medida, la percepción del gran público se reduce a valorar lo que
los medios le presentan solo si la información entra por un solo y simplificado
sensor receptivo humano: los ojos. Un escote pronunciado, una espalda desnuda y
unas piernas de vértigo. Todo ello envuelto (es un decir) por faldas minis, ropa
ceñida y maquillajes de gotéle. Si eso ocurre, España no solo despertará, sino
que se crearan tumultos, algaradas y revoluciones. Y es que crear una obra que
indague en el alma humana no es na. Que donde este una buena mamoplastia de
aumento que se quite todo. En el non plus ultra de la insensatez, es factible,
quiero decir habitual, ver bailarinas que no bailan, cantantes que no cantan y
pintores que no pintan (Barceló, por ejemplo. Bueno este lo hace manguera, que
es más original). Pero ello no es óbice para que se les rían las gracias, se
les dé tiempo en televisión, y ganen sumas astronómicas de dinero. Llegando el
público a imitar sus gestos, su ropa, sus tatuajes y hasta sus eructos si se
tercia.
El tema no solo afecta a la mitad femenina de la humanidad,
y no tan solo a España. Cierto, pero cada uno habla de lo que le duele.
Así, podría suponerse que cualquier trabajo, dedicado a la
exposición pública, y ya no quiero hablar de cargos públicos, deberían
someterse a un riguroso sistema de selección, aunque solo fuera por estética.
Pues no. Y tampoco vamos a repetir aquí las virtudes de gente como Sánchez,
Ayuso u Oscar Trenes, que tan poco es cosa de meter en este blog pornografía.
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