El premio Nóbel de literatura otorgado al chino Mo Yan ha llamado la atención sobre una poco seguida narrativa, que no había sido considerada de alta calidad hasta fines del siglo XIX. Y ello pese a que los interesados en esta rareza editorial, han tenido la oportunidad de descubrir autenticas joyas. Novelas inmensas en su temática, en su palabra y en los sucesos abordados. Durante el siglo XVIII surgieron obras como “El sueño del pabellón rojo”, una novela, como dijo Borges, “infinita”. Obras como “El erudito de las carcajadas”, “Viaje al Oeste”, “Historia de los tres reinos” o A orillas del agua”. Todas ellas obras repletas de líneas argumentales derivadas del eje principal, decenas de personajes y el intrincado y anárquico discurrir de los acontecimientos. En una estructura narrativa muy compleja que atrapa, envuelve y obliga a un titánico esfuerzo de concentración por parte del lector.
Durante el siglo XIX, la influencia extranjera, la crisis social y la decadencia imperial, marcaron una prosa decadente, reiterativa y sin referencia social. Sería el siglo de la poesía, una literatura que se mostró con más capacidad de síntesis, más reflexiva, más intensa, musical y filosófica. Un periodo de vuelta a los orígenes del arte chino de la palabra, que siempre había considerado a la poesía el arte literario más sublime y elegante.
La descarnada realidad que sufre China, dividida, en guerra civil e invadida por Japón, en plena revolución comunista, marcó el regreso de una novela, ahora más realista y occidentalizada. El primer narrador “moderno” fue Lu Xun, un precursor de la prosa contemporánea, de la misma que lo fue Yao Ma en Siam o Mishima en Japón. Así aparece un novela más lineal, menos fantástica y desorganizada en su estructura, pero menos genuina, más globalizada.
El triunfo de Mao inyectó en China el mal llamado “naturalismo” socialista, una aun mayor occidentalización, al introducir los modelos narrativos y temáticos de la Europa comunista, con obras internacionalistas y defensoras de la lucha de clases y la Guerra Fría , como las de Mao Dun, y que, curiosamente, pretendían defender la independencia cultural china, frente al supuesto sometimiento de los nacionalistas de Taiwán y del previo régimen de Chek.
Tras la muerte de Mao y la transición china hacia un régimen comunista que ampara el capitalismo, se han sucedido dos generaciones, que han ido transitando hacia la narrativa actual, perteneciendo a este periodo el actual Nóbel Mo Yan. Un autor que ha buscado el delicado equilibrio entre la tradición literaria china que antes os contaba, el compromiso social resguardado de reprimendas del poder y la modernidad globalizadota que inunda todo desde occidente. Es sin duda un gran autor, un extraordinario narrador, que ha logrado un Nóbel, y muchas incomprensiones, máxime en un país donde la envidia está elevada a la categoría de religión. Comunista, por supuesto.
Imagen El País
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