David San
Juan, Javier Ruiz Vila / EPE 2013. Enredados
“Aquel niño
emigrante recién llegado a Madrid, a una sencilla casa del paseo de
Extremadura, en los años cincuenta, nunca imaginó que algún día sría ministro.
Mi sueño de niño era trabajar y poner el mayor empeño en estudiar y formarme
para acceder a la
Universidad , pero tampoco con un objetivo nítido. En realidad
no había una vocación por la economía. Fue un familiar el que me aconsejo que estudiase económicas,
una especialidad que empezaba entonces a cursarse. Crecí con ella descubriendo
su sentido en el contexto de la
España de los años sesenta, que empezaba a abrirse al mundo,
después del aislamiento de la postguerra”.
Es el único
rasgo privado del que Cristóbal Montoro (Cambil, Jaen, 1950), ministro de
Hacienda y Administraciones Públicas se ha prestado a hablar. Bajo ese aire
resuelto y bien humorado, que aun mantiene en su perfil buena parte del
discurso liberal y socialmente inquieto que manifestó en sus años en la Autónoma de Madrid, hay
un hombre tímido, y un político opaco, que trasluce con facilidad, incluso con
interés su filosofía y su destino, pero que revela muy poco del camino a
seguir.
Hemos
llegado casi a las cinco a nuestro encuentro con el ministro. Un retraso de
nuestros entrevistados en el congreso durante la mañana, un error de
interpretación en la cita con el ministro, y un taxista esforzado en enseñarnos
Madrid, nos ha dejado en una mala situación. Cristóbal Montoro lleva quince
minutos esperándonos en la sede del ministerio. Cuando el taxi decide
finalmente detenerse ante nuestro destino en la calle Alcalá, tras un inútil
viaje al ministerio de economía en Castellana, Itziar nos espera en la puerta.
Joaquín, nuestro profesor de plástica, no sabe muy bien como disculparnos, pero
ni nos dejan. Itziar Otaño, la responsable de prensa del ministro está apurada,
en plena calle, junto a un miembro de seguridad. Acabar de colgar su móvil,
tras hablar con nuestro profesor en Cantabria, para intentar averiguar que
pasa. Dos alumnos de bachillerato consiguen una entrevista con el ministro de
hacienda, en estos tiempos de pasmo y zozobra, y llegan tarde. Pero al vernos
todo cambia. Mientras Joaquín se queda discutiendo con nuestro inesperado guía
turístico, Itziar nos lleva en volandas por el ministerio. ¿Qué os ha pasado?.
Pero es retórico, no espera respuesta. “El ministro está esperando en la
biblioteca, es el mejor lugar para las fotos. Tenéis quince minutos. Hay una
reunión de partido y es muy urgente”. Pero no hay riña en sus palabras, solo es
preocupación. Desde la primera vez que hablamos con ella todo han sido
facilidades. Al llegar a la biblioteca, tras recorrer el edificio que albergó
la casa de aduanas y las reuniones del general Miaja y el presidente Azaña,
encontramos a Montoro. Relee unos papeles que aparta al vernos para mostrase
amable y hospitalario. A su lado, su asistente de prensa, José Luís Fernández
Tostado nos indica donde colocarnos y los mejores ángulos para las fotos. Nos
sentamos, y durante un instante, en aquel espacio lleno de libros y legajos,
enfundados en tanta historia y con todos pendientes de mi, se me para el
corazón. Hemos hecho el cuestionario entre todos, traigo muchas preguntas,
muchos interrogantes, decenas de inquietudes de jóvenes como yo, parte de una
generación a punto de ser exiliada y el tiene muchos porqués, y muchos como,
pero tengo la boca seca, y viendo al ministro allí, frente a mi, mirándome, es
como si se hubiese parado el mundo. Es una entrevista muy importante y tengo
que hacerlo bien, pero ese hombre es una parte importante de ese grupo de gente
que hace que mi abuela pague sus medicinas con su raquítica pensión, que el
padre de Marcos siga en paro y que yo igual no tenga futuro. “Cuando quieras
David”.
El Real Decreto 12/2012 de regularización tributaria no ha dado el
resultado esperado. Muchos ciudadanos que creen que se es estricto con los
trabajadores, pymes y autónomos y laxo con los grandes defraudadores. ¿Cuál es
su valoración?. No es la primera pregunta, pero es lo que me ha salido del
alma. Pero no tuerce el gesto, y responde. La verdad es que se la respuesta
antes de decirla. El tiene un discurso totalmente asumido. Nuestra conversación
se mueve por tres carriles. El gobierno no puede evitar el rigor fiscal. La
voluntad es acabar con la fraude, igualar las cargas entre los ciudadanos y
evitar el despilfarro, pero la maraña legal e institucional nos conducen a un
proceso de reestructuración fiscal que no será rápido. Relacionado con eso,
Montoro nos hace un encendido discurso en defensa del municipalismo y el estado
autonómico. El Anteproyecto de Ley para la racionalización y sostenibilidad de la Administración Local ,
donde se clarifican los repartos competenciales entre administraciones, el
ajuste de la
Administración Local a los principios de estabilidad
presupuestaria y sostenibilidad financiera, el inicio de un período transitorio
de cinco años para el cambio de titularidad de las competencias de sanidad y
educación, que serán exclusivas de las Comunidades Autónomas, el ultimátum a
los ayuntamientos y mancomunidades que no aclaren cuentas en tres meses, la
limitación del uso de autorizaciones administrativas para iniciar una actividad
económica, el sometimiento de los sueldos de los miembros de las corporaciones
locales a los Presupuestos Generales del Estado y la reducción del número de
personal eventual y de cargos públicos con dedicación exclusiva, son algunas de
las medidas que defiende con vehemencia como necesarias para fortalecer el
estado autonómico y menguar unas cuentas descontroladas. Pero los detalles de
esas ideas son difíciles y las contrarreplicas imposibles.
Es como si Montoro
se supiera preso de un enjambre de presiones y equilibrios, de un contexto tan
cambiante que hace imposible ser tajante en el como, e impasible ante las
secuelas de los actos de gobierno. El ministro afronta su tercer eje es
determinista. “Pedir sacrificios”, “a nuestro pesar”, “no es parte de nuestra
política”, son expresiones que dibujan un fatalismo, lleno de disculpas y
promesas. A los funcionarios, a quienes Montoro alaba, a los jóvenes, a quienes
nos presagia un futuro edificado en los sacrificios actuales y a la población,
a la que reclama confianza en unos políticos manchados por una corrupción a la
que ni son ajenos otros países, ni es extensible a todos los servidores
públicos.
Javi tira
fotos con ansiedad, mientras Itziar se desespera haciendo gestos de que
acabemos, a un despacho contiguo ya han llegado sus interlocutores de Génova, y
nos hemos pasado ampliamente de tiempo
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