jueves, 4 de enero de 2018

Desde España, para Venezuela

Los ecos de las protestas de Caracas y de las lágrimas que se vierten en Venezuela sacuden estos días como un látigo a los emigrantes de ese país. Torrelavega no es ajena a esta situación. La colonia venezolana, en su mayoría residente en el populoso barrio de la Inmobiliaria, se organiza estos días para ayudar a sus compatriotas.


Yanira, una jóven estudiante de Derecho, ha organizado un grupo de mujeres dedicadas a conseguir ayudas y material básico para sus familias allende el mar.


“Las necesidades son muchas, porque la situación allí es límite, pero no es mucho mejor la de los residentes aquí, especialmente la de los que dependen de pensiones del Estado o no han logrado aún un trabajo, o no han podido convalidar estudios y formación”, nos  explica Yanira con cara de preocupación.


La jóven, como otras residentes del país latinoamericano en España, está organizándose siguiendo el modelo abierto en Madrid por Alberto Casillas y Veruska Natacha Rodríguez, que han puesto en marcha una asociación asistencial que tiene por objetivo disminuir las penurias de centenares de personas aquí y allá.


Yanira, Barbará y Noive son las jóvenes que organizan en un pequeño espacio de los locales de Cáritas un mercadillo solidario en el que se reciben a diario donativos y paquetes ya preparados de medicinas, alimentos y material escolar que ellas reparten a los que lo precisen o envían a otras ciudades españolas o venezolanas.


“Nuestro agradecimiento es mayor, si cabe, porque cada vez más españoles se unen y colaboran en nuestras tareas", nos lo dice Bárbara, que tocada por el natural talento caraqueño, prepara dulces y conservas típicas de su país para venderlos. “No es solamente una forma de obtener dinero, necesitamos borrar esa idea de violentos y caóticos que estamos vertiendo sobre nosotros  y construir, para cuando llegue la calma, la imagen de un país dulce, emprendedor y con talento, que solo quiere vivir en paz".


La idea ahora es extender el número de proveedores de esos productos, de manera que en las ciudades españolas en las que se desarrolla este proyecto u otros similares se puedan dar empleo a artesanos y emprendedores que así se abren al mercado y obtienen recursos para subsistir.


Muchos de los venezolanos integrados en estos programas son familias que han cambiado una vida normal o acomodada por una pesadilla de persecuciones y miserias, condenados a vivir en barrios marginales de las ciudades españolas y sobrevivir de la caridad. Noive sabe que cuando vuelva a su país, si eso es posible algún día, su familia habrá perdido mucho de lo que construyó en estos años pasados. De hecho, viven de prestado en un pequeño piso en el barrio de la Inmobiliaria, un espacio que mengua mes a mes, compartiendo su pequeño piso con nuevos refugiados.




Nicolás Maduro (Presidente de Venezuela) / M. GIL 



“Hemos recuperado nuestra libertad, pero la vida es cada vez más dura, y las noticias que nos llegan nos recortan las esperanzas día a día”, nos explica Noive, la más joven de las tres.


El padre de Noive era un relevante funcionario en el Estado controlado por la oposición hasta 2012, año en que los chavistas ganaron las elecciones y la elección se convirtió en elegir en infierno o huida. Y eligieron la huida antes que seguir viviendo en una casa apedreada a diario sufriendo robos y desprecios.


Y esa es parte de la clave de esta pequeña historia, dar amparo a los que han huido para poder vivir, ayudándoles no solo a sobrevivir, sino a mantener su identidad, atrapada en tan solo unos pequeños objetos, algunos de los cuales se han quedado en los vericuetos de los estrictos controles de los aeropuertos comunitarios. Noive vive preocupada, su padre es diabético y sus paquetes  son la única esperanza para mantener su vida. Es por todo eso por lo que la cuesta sonreír.


Pero las labores de grupos de voluntarios como este son ingentes. En ocasiones, tienen problemas para empadronarse, lo que deriva en dificultades para acceder a los servicios sanitarios o educativos en nuestro país. Otras veces deben, desde la distancia, ayudar a compatriotas atrapados en su salida desde los aeropuertos venezolanos, especialmente los identificados como miembros de partidos opositores como acción democrática.


Es la otra lucha por la supervivencia y la libertad que nunca veremos en los telediarios, pero sí en nuestras calles, entre los que, ahora, son nuestros vecinos.

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