miércoles, 5 de febrero de 2014

La suicida búsqueda de la belleza

¿Sabías que la anorexia (también llamada anorexia nerviosa) ocupa el tercer puesto entre las enfermedades más frecuentes que padecen los adolescentes de entre 14 y 18 años en nuestro país? Uno de cada cien adolescentes sufre esta enfermedad, y ahora no sólo el sexo femenino se está enganchando a este tipo de trastorno de alimentación, sino que también los chicos han empezado formar parte de la estadística.


En un 80 por ciento de los casos, esta enfermedad comienza por el ligero objetivo de perder algo de peso mediante unas dietas bastante estrictas, o practicando deporte diariamente, pero cuando ven que todo esto resulta inútil, la pérdida de peso pasa de ser un ligero objetivo a ser un pensamiento que siempre está rondando por su mente, siendo así su obsesión que lo quieren conseguir por cualquier medio sin importarles cuánto daño les pueda causar internamente (órganos vitales, ciclos de menstruación…). A parte de los deterioros internos, se podría decir que también hay “daños” externos; esto quiere decir  que generalmente la persona que lo padece suele ver distorsionada su imagen corporal. Se ven gordos y gordas, aunque la realidad sea totalmente lo contrario. Suelen tender que mirarse frecuentemente en el espejo, pesarse muy a menudo y preguntar con insistencia por su apariencia.


Determinar unas causas concretas para este trastorno es muy difícil, ya que suelen mostrar cuadros muy complejos.


En el ámbito socio-cultural, donde el ideal estético de que “estar delgado”, sobre todo referido a los adolescentes, es sinónimo de felicidad y aceptación social, juega un papel muy importante. Tanto los medios de comunicación como la propia sociedad actual nos inculcan este tipo de actitudes, es decir, que la delgadez es equivalente a éxito en la sociedad. En un estudio realizado por Toro y Cols. (1985), para demostrar la repercusión que pueden llegar a tener los medios, se seleccionaron una serie de 10 revistas diferentes leídas por mujeres, en las que ya de forma directa, mediante artículos dedicados a cómo perder peso, o de forma indirecta, a través de fotos de modelos o de  mujeres con cuerpos ideales. Estos mensajes suelen ir dirigidos a mujeres de entre 15 y 24 años, donde el riesgo de un trastorno alimentario es mucho mayor que en cualquier otra edad.


Este factor no es el único ya que también pueden influir otras cosas, desde la obesidad materna (al ver a uno de sus progenitores así piensan que van a acabar como ellos), separación de los padres, fracasos escolares, pasando por el alejamiento del hogar paterno filial, la pérdida de algún ser querido, hasta algún suceso traumático reciente.


Hay dos clases de síntomas respecto a esta enfermedad: los síntomas de conductuales y los síntomas mentales y emocionales.


Los principales síntomas de comportamiento son: restricción voluntaria de la comida, ejercicio compulsivo, conducta alimentaría extraña, pesarse compulsivamente, aislamiento social, aumente de las horas de estudio, disminución de las horas de sueño, y laxantes y diuréticos.


Los principales síntomas mentales y emocionales son: terror a subir de peso, negación de la enfermedad, desinterés sexual, trastorno severo de la imagen corporal, negación de hambre, sed o sueño y temor a perder el control de la situación.


¿Qué consecuencias tiene este trastorno?


Esta pregunta abarca un gran campo de respuestas, que pueden ir desde un desenlace fatal hasta la recuperación. Las consecuencias se podrían separar en dos grupos;


El primero de ellos, el grupo emocional, ya que esta situación es dolorosa para la persona que padece la anorexia, pero resulta mucho más dolorosa posteriormente que durante la enfermedad, ya que cuando está en esta situación se aleja de cualquier ámbito social, separándose de su grupo de amigos, así como de la familia. Cuando se recuperan se dan cuenta de que el tiempo que han pasado separados de sus seres queridos es irrecuperable.


El segundo grupo es el fisiológico, estas consecuencias vienen marcadas por los tratamientos  recibidos, la gravedad y la duración de los síntomas. Teniendo estos factores en cuenta, nos podemos encontrar con una falta de maduración y alteraciones en los ovarios (en el caso de las mujeres) y estancamiento en el aparato reproductor (en el caso de los chicos), úlceras esofágicas, pasando por la osteoporosis, bradicardias (baja frecuencia del ritmo cardiaco), dentaduras muy deficitarias, hasta un estado general debilitado.



Aitana Castañeda
Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)


Imagen nutricion-armonia.blogspot.com


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