David fue el segundo rey de Israel (1000-962 a.C.). No se sabe muy bien que significaba su nombre. Era el hijo menor de Isaí, de la tribu de Judá.
En la Biblia se habla muchas veces de él en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, cuando se habla de Jesús como: “Hijo de David”, por ejmplo en la carta a los Romanos, en los evangelios o en el Apocalipsis.
David era bisnieto de Rut y Booz, y el menor de ocho hermanos y desde niño fue pastor de ovejas. Ocupado en este trabajo adquirió el coraje que luego supo desplegar en el campo de batalla y el tierno cuidado que tuvo para con su manada, que más tarde habría de ser tema de sus canciones acerca de los atributos de su Dios. Como José, sufrió la mala disposición de sus hermanos mayores, que le tenían envidia, posiblemente por los talentos con que Dios lo había favorecido.
Cuando Dios rechazó a Saúl como rey de Israel, David le fue revelado a Samuel como su sucesor, y por ello el profeta lo ungió en Belén sin ninguna ostentación.
Uno de los resultados del rechazo de Saúl fue que el Espíritu de Dios se retiró de él, provocando como consecuencia una gran depresión en su propio espíritu. Se advierte una impresionante revelación del propósito divino en la providencia por la cual David, destinado a reemplazar a Saúl en el favor y los planes de Dios, es elegido para socorrer al rey caído en sus momentos de melancolía. De esta manera, la vida de estos dos hombres estuvo íntimamente ligada.
Saúl nombró a David como su escudero. Luego el conocido incidente con Goliat, el campeón filisteo, lo cambió todo.
La agilidad y habilidad de David con la honda le permitió vencer al fuerte y pesado gigante, cuya muerte fue la señal para la derrota por parte de Israel de las fuerzas filisteas. Quedó abierto el camino para que David hiciera suya la recompensa prometida por Saúl: la mano de la hija del rey, y liberación de impuestos para toda la familia de su padre. Pero un factor inesperado cambió el curso de los acontecimientos: los celos que sintió el rey ante el nuevo campeón de Israel.
En la foto aparezco con la estatua del David de Donatello, en el museo del Barguello de Florencia, en julio de 2009
El trato de Saúl para con David comenzó a ser cada vez menos amistoso, y en un momento dado vemos al joven héroe nacional salvándose de un ataque brutal contra su vida por parte del rey. Sus honores militares le fueron reducidos, fue defraudado en cuanto a la esposa prometida y unido en matrimonio a la otra hija de Saúl, Mical, después de llegar a un arreglo que tenía por objeto causarle la muerte. Parecería, por lo que se dice en 1 Samuel 24:9, que había en la corte de Saúl un grupo que fomentaba deliberadamente las desinteligencias entre Saúl y David, y el estado de cosas entre ellos se fue deteriorando paulatinamente.
Las etapas siguientes en la historia de David se caracterizan por constantes huidas ante la implacable persecución de Saúl. No le es posible a David descansar en un solo lugar por mucho tiempo; profeta, sacerdote, enemigo nacional: ninguno puede ofrecerle refugio, y los que le ofrecen ayuda son cruelmente castigados por un rey enloquecido de rabia.
Después de escapar apenas de los jefes militares de los filisteos, por fin David logró organizar la banda de Adulam, que al principio estaba constituida por un grupo heterogéneo de fugitivos, pero que más tarde se transformó en una fuerza armada que asolaba a los invasores del exterior, protegía las cosechas y el ganado de las comunidades israelitas ubicadas en lugares remotos, y vivía de la generosidad de estas últimas.
David, ante la imposibilidad de frenar la hostilidad de Saúl, llegó a un acuerdo con el rey filisteo, Aquis de Gat, y le fue concedida la ciudad fronteriza de Siclag como recompensa por el uso ocasional de su banda de guerreros.
Sin embargo, cuando los filisteos se lanzaron decididamente a pelear contra Saúl, sus jefes militares tuvieron cierto recelo ante la presencia de las tropas de David en sus filas, temiendo que a última hora pudiera producirse un cambio de lealtad, motivo por el cual David no tomó parte en la tragedia de Gilboa.
Una vez muerto Saúl, David buscó conocer la voluntad de Dios, quien lo guió a que volviera a Judá, la zona de su propia tribu, donde sus compatriotas lo ungieron rey. David fijó su residencia real en Hebrón. Tenía ya 30 años de edad, y reinó en Hebrón durante siete años y medio.
Los primeros dos años fueron ocupados en una guerra civil entre los defensores de David y los antiguos cortesanos de Saúl, que habían consagrado a Es-baal (Is-boset), hijo de Saúl, como rey en Mahanaim.
Cuando estos fueron asesinados, toda oposición organizada contra David terminó, y fue ungido rey sobre las doce tribus de Israel en Hebrón. De allí transfirió en seguida la capital de su reino a Jerusalén.
A partir de este momento comenzó el período más exitoso del largo reinado de David, que habría de prolongarse otros 33 años. Debido a una excelente combinación de coraje personal y hábil conducción militar encaminó a los israelitas hacia una sistemática y decisiva subyugación de todos sus enemigos (filisteos, cananeos, moabitas, arameos, edomitas, y amalecitas), de tal manera que su nombre hubiera adquirido fama en la historia independientemente de su significación para el plan divino de la redención.
La debilidad de las potencias de los valles del Nilo y del Éufrates en ese entonces le permitió, mediante conquistas y alianzas, extender su esfera de influencia desde la frontera egipcia y el golfo de Ácaba hasta el Éufrates superior.
Después de conquistar la supuestamente inexpugnable ciudadela de los jebuseos, Jerusalén, la transformó en capital de su reino, desde donde pudo vigilar las dos grandes divisiones de sus dominios, que más tarde se convirtieron en los dos reinos divididos de Judá e Israel. Se edificó un palacio, se construyeron carreteras, se restauraron las rutas comerciales, se aseguró la prosperidad material del reino. Sin embargo, esta no podía ser la única, ni siquiera la principal, ambición de un “varón conforme al corazón de Dios”, y pronto se pone de manifiesto el celo religioso de David. Hizo volver el arca del pacto desde Quiriat-jearim, y la colocó en un tabernáculo especial construido para ese fin en Jerusalén.
Durante el viaje de retorno del arca ocurrió el incidente que provocó la muerte de Uza. Gran parte de la organización religiosa que habría de enriquecer más tarde el culto en el templo debe su origen a los arreglos para el servicio religioso en el tabernáculo construido por David en esa época. Además de su importancia estratégica y política, Jerusalén adquirió de esta manera una significación aun mayor desde la perspectiva religiosa, con la cual se ha asociado su nombre desde entonces.
Debe ser motivo de asombro y temor reverencial para el creyente el tener presente que fue durante este período de prosperidad exterior y de aparente fervor religioso que David cometió el pecado mencionado en las Escrituras como “lo tocante a Urías heteo”
La significación y la importancia de este pecado, tanto por su atrocidad como por sus consecuencias en toda la historia subsiguiente de Israel, no pueden exagerarse. David se arrepintió profundamente, pero el hecho había sido consumado, y ha quedado como una demostración de cómo el pecado arruina los propósitos de Dios para sus hijos. El patético y angustioso clamor con que recibió la noticia de la muerte de Absalón no fue sino un débil eco de la agonía de un corazón que sabía que esa muerte, y muchas más, formaban parte de una cosecha que era fruto de la concupiscencia y el engaño sembrados por él mismo en años anteriores.
La rebelión de Absalón, en la que el reino del norte permaneció leal a David, pronto fue seguida por una sublevación por parte del mismo reino del norte organizada por el benjamita Seba. Esta sublevación, como la de Absalón, fue aplastada por Joab. Los últimos días de David fueron amargados por las maquinaciones de Adonías y Salomón, que aspiraban al trono, como también porque se daba cuenta de que el legado de luchas intestinas profetizado por Natán todavía tenía que cumplirse cabalmente.
Además del ejército permanente, comandado por su pariente Joab, David disponía de una guardia personal reclutada principalmente entre guerreros de origen filisteo, cuya lealtad hacia su persona nunca flaqueó.
La Biblia nunca intenta encubrir los pecados o los defectos de carácter de los hijos de Dios. Sus éxitos fueron numerosos y variados; fue hombre de acción, poeta, amante tierno, enemigo generoso, firme dispensador de justicia, amigo leal; era todo lo que los hombres encuentran edificante y admirable en un hombre, y esto por la voluntad de Dios, que lo creó y lo moldeó para cumplir su destino. Es a David, y no a Saúl, a quien los judíos miran retrospectivamente con orgullo y afecto como a aquel que estableció su reino, y es en David que los judíos más perspicaces vieron el ideal de realeza más allá del cual sus mentes no podían proyectarse, y en dicho ideal buscaban al Mesías que había de venir, el que liberaría a su pueblo y se sentaría sobre el trono de David para siempre.
Ya anciano, David estaba muy enfermo. Aprovechando la debilidad de su padre, Adonías, su hijo superviviente se declaró Rey.
Betsabé, la esposa preferida de David, y Natan el profeta, temiendo por la actitud hostil del ambicioso Adonías, fueron con David para procurar un acuerdo que colocase a Salomón (el segundo hijo de Betsabé) en el trono.
Salomón había sido elegido por Dios y este acuerdo entre David y su mujer preferida solo concretaba los designios divinos. Salomón fue ungido y coronado rey de Israel.
David murió a los setenta años, y fue enterrado en ciudad de David. Había gobernado cuarenta años sobre Israel, siete en Hebron y treinta y tres en Jerusalén.
El reinado de David representa la formación de un Estado Judío unido y con una releigión monoteista, con su capital política y religiosa en Jerusalén y la institución de un linaje real que culminará en la era Mesiánica. En el Cristianismo, David tiene importancia como el antepasado del Mesías.
David es también relacionado figurativamente con Cristo, la derrota de Goliat es comparada con la forma en que Jesús venció a Satanás mientras estaba en la cruz. Más frecuentemente, David es la figura del creyente cristiano. Los salmos que escribió muestran a un Cristiano que depende de Dios en los momentos de adversidad, tanto como los de gloria y los de arrepentimiento.
En el Islam David es citado en el Coran como Dawud y es considerado uno de los profetas del islam, para quien fueron revelados por Alah los Salmos de Zabur. Como en el judaísmo, se cuenta que David mató a Goliat (Jalut) lanzándole una piedra. La creencia general dice que durante su reinado se pusieron los cimientos de la Cúpula de la Roca.
Nacho Balbás
Colegio La Paz, Torrelavega (Cantabria)
Fuentes: wikipedia y csalazar.org
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