No voy a ser yo menos de contradecir a personajes como Da Vinci, Ibsen o Schopenhaue y digo esto porque sin duda hicieron de la definición de rebelde un fiel reflejo de Santiesteban. El ser que es rebelde es aquel que hace de la experiencia una virtud, que busca la felicidad como medio de vida y como mensaje de esperanza.
Santiesteban no tenía otro objetivo que ser libre, y como él decía “el de bloguear a ciegas”, me impregnaba un sentimiento de lucha que se veía reflejado en su escritura, una lectura que se me hacía amena pero cargada de sentimientos, de deseo por una palabra de la que jamás pudo disfrutar y a la que ningún ser humano se la puede negar, libertad.
Me comenta que un libro es un hijo amado, un hijo que no te da problemas (¡Qué ironía!) pero que según él me explica solo te da buenos momentos, momentos en la que la tiranía no existe, donde la palabra autocracia hace siglos que fue eliminada de toda garganta de hombre viviente.
-¡Me voy a la cárcel, fue un placer haber hablado con usted!- Se despide con la tristeza entre su voz, sabe que hasta dentro de 5 años no podrá ver los atardeceres de ciudad natal, La Habana, pero se marcha con la cabeza bien alta, más alta que nunca y con la conciencia de ser alguien que luchó por ser libre, que prefirió salir del cascarón de miel quitándose la máscara, acercándose a los problemas sociales de esa querida patria llamada Cuba, que dio vida al ciudadano dañando al ser intelectual que iba con él, pero que gracias a eso pudo sobrevivir en circunstancias extremas, en un estrés constante y a pesar de todo eso continuar creando.
Noto que los cubanos tienen una visión muy orgullosa de aquellos poetas, narradores que escribían posts- hoy como Ángel, en la cárcel- para que se conociera lo que en las tierras del Ché ocurría, pero claro escribir era una camino salvaje pero a la vez lleno de honestidad solo válido para aquellos que estaban preparados para enfrentarse a la oligarquía de los temibles Castro.
A Santiesteban le condenan por unas pruebas las cuales fueron desconsideradas por el tribunal y que él mismo ha demostrado que son falsas, unas pruebas que son la evidencia de la persecución -se falsificó el crimen y la víctima- a un hombre luchador y valiente con ninguna prueba contundente que le culpabilice salvo el tener la letra alta e inclinada.
Una letra que le permitía no estar nunca callado, jamás, si algún acto criminal cometió, fue decir lo que pensaba cada vez que pudo hacerlo. Para mí y para muchos es el hijo al que nadie quiso, huérfano de madre, y padre, a la madre libertad no la vio nunca y a su padre, aquello que tanto anheló como era la justicia, este mismo jueves le dio la espalda.
A partir de ahora a Ángel, le llamaré preso político, lleva el apodo con orgullo como tu compatriota Coco Fariñas pues no es más que una muestra de orgullo, de fortaleza y de nobleza y solo pido dos deseos para ti; que tus verdugos no alcancen a verte cumplir los 5 años en la cárcel, y que libren de una maldita vez a todos aquellos que si pueden llamarse hijos de Cuba, un país que ya de por sí es una cárcel donde la excepción es que algunos tienen más espacio para caminar que otros.
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