jueves, 13 de junio de 2013

Violencia futbolística, la pasión argentina

David San Juan / EPE 2013 . Enredados



“Si el fútbol demanda paz, ¿Por qué no dársela? Quizás sea más fácil hacer como que no ves nada, vivir en la ignorancia, en la más absoluta resignación pero entonces no seríamos lo que somos hoy en día”. Así concluye Mariano Bergés, vicepresidente de “Salvemos al Fútbol” después de más de 20 minutos de conversación telefónica.


Y es verdad, no se equivoca si dice que la asociación civil que actualmente se encuentra en plena reestructuración interna y externa, se ha convertido en luz que alumbra entre tanta oscuridad, entre tanta violencia…una violencia llena de vicio que envuelve a aficionados, políticos y lo más preocupante a jefes de policía, aquellos que se encargan de garantizar la seguridad en los estadios. Pero Salvemos el fútbol se recrea como la casa de caridad de la pelota de fútbol que no entiende de rivalidades, de violencia simplemente roda…por mucho que a veces no se quiera entender.

Por desgracia muchas veces la pelota roda más fuera que dentro del campo, ya lo dijo hace apenas unos días Mónica Nizzardo hasta ahora presidenta de la asociación, harta de la complicidad del Gobierno Nacional y a Grondona, harta de que se intente alejar a Salvemos al fútbol de la lucha contra las barras en la Argentina.

Las barras bravas, una enfermedad solo entendible para los más pasionarios que sienten a su equipo como si fuera religión como cualquier fundamentalista que intenta hacer lo que su líder, su profeta, mande aunque para ello haya que acabar con las vidas de los aficionados del equipo contrario.

Pero Nizzardo jamás se rindió hasta ahora, esta mujer valiente que siempre recibía amenazas simplemente por buscar la cura, el antídoto a esta enfermedad que muchas veces se convierte en terminal pero que nunca se deja morir porque interesa mantenerla viva.

El espíritu de lucha se mantiene, y me niego, me resigno a pensar que Mónica se marchó porque sus fuerzas no dieran para más, sino que se marchó cansada y harta, habiéndose gastado dinero y tiempo suyo para una lucha que ya no la hacía feliz, sino por el contrario la provocaba tristeza por la impotencia de avanzar con la paz en los campos de fútbol argentinos.

Una violencia que cae directamente en la responsabilidad del gobierno de CFK que hace poco intentó minimizar la violencia del fútbol, desligando la responsabilidad de los problemas de las tribunas a los árbitros y metiendo en la misma bolsa a los amantes del fútbol y a los delincuentes del fútbol, confundiendo fanatismo, con negocio espurios.

En Argentina, donde bastardos, directivos y políticos se dan la mano es más fácil dejarte llevar por la violencia que luchar contra ella, donde muchas veces se recurre antes a la enfermedad para atacar al antídoto que puede acabar con ella, donde se asesina a ciudadanos de un mismo país simplemente por sentir unos colores y no otros, donde los niños lloran y maldicen a sus padres por llevarles a los campos de fútbol. El fútbol no es eso, el fútbol debe ser siempre amor hacia unos colores pero no hacía unos necios que dicen defender un escudo y lo que muchas veces hacen es avergonzarle.

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