El problema que tratamos no es un problema que haya surgido en los últimos tiempos, este es un problema que viene de muchas décadas atrás. Simplemente los cambios que ha sufrido nuestra sociedad, así como la influencia de los medios de comunicación han hecho que este asunto tenga una importancia que hasta ahora no se había dado.
Desde siempre la nuestra es una sociedad machista donde la
supremacía del hombre sobre la mujer estaba clara en todos los aspectos, no
solo se consideraba que el hombre es más inteligente y estaba más preparado que
la mujer para ganarse la vida, sino que ella no podía tomar decisiones
importantes ni disponer de sus bienes sin la autorización de su marido. Es así
como la mujer sometida al varón ocupaba un segundo plano en los ámbitos de la
vida y en los casos más extremos ni siquiera podía salir a tomar un café sin la
compañía de este. Esto ha cambiado en la sociedad actual, la mujer ha accedido
a al campo de la educación y también la vida laboral fuera del hogar, esto le
ha dado una independencia no solo económica, que es importante, sino también
jurídica y personal.
Las mujeres ya no dependen de su marido para vivir, pueden
hacerlo por sí mismas pero además exigen igualdad tanto en el trabajo (sueldos
y horarios) como en el hogar (colaboración en el trabajo de casa, libertad para
entrar y salir, etc.) esta igualdad es reconocida por la ley y por las
instituciones y por la misma sociedad.
Pero el problema surge cuando algunos hombres comienzan a
utilizar a la mujer como un objeto, no pueden aceptar que una mujer tome
decisiones por si misma y pueda ser igual a ellos. Entonces es cuando sacan a
la luz su violencia, su superioridad física sobre ellas para intentar demostrar
que ellos son los que mandan, y pueden llegar al asesinato antes que permitir
que esa mujer les pueda abandonar y rehacer su vida por otro lado.
Estas situaciones se dan en todas las capas de la sociedad,
independientemente de la situación económica, aunque está claro que los hombres
con mala situación económica, que consumen drogas, han crecido en ambientes
hostiles y en familias donde la violencia domestica es algo habitual están más
predispuesto a ello.
La única solución posible es que las mujeres denuncien estos
problemas, y que las leyes contra los maltratadores y los asesinos de mujeres
se endurezcan, cumpliéndose las penas más duras.
Sin embargo, la persistencia, semana tras semana, de
episodios brutales de la llamada violencia de género, nos dejan claro que solo
con medidas de castigo no vamos a solucionar el problema. El componente
educativo es fundamental. Las autoridades y, sobre todo, todos nosotros debemos
esforzarnos por erradicar conductas de dominio, de falta de respeto y de
vejación de las mujeres, de cualquier persona en general. Solo cuando
consigamos, en nuestra clase, en el trabajo, en la familia, olvidar esas
actitudes de predominio será posible crear una sociedad de hombres y mujeres
iguales, no de amos y esclavas.

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