domingo, 18 de mayo de 2014

El virus del lazo rojo



Para empezar, creemos que es importante entender la diferencia entre VIH y SIDA. El VIH es el virus de la inmunodeficiencia humana, causante del síndrome de la inmunodeficiencia adquirida o SIDA. Cuando el virus es portado por una persona puede derivar en SIDA, pero no siempre.
Una vez contagiado el virus, comienza a deteriorar el sistema inmunológico, que se encarga de defender nuestro cuerpo frente a las enfermedades. Poco a poco, mediante un proceso que dura una media de 10 años, el deterioro deriva en la enfermedad del sida.  Existen tratamientos como los antirretrovirales, que pueden controlar el VIH y fortalecen el sistema inmunológico. A medida que este se debilita, el cuerpo es vulnerable a infecciones y cánceres potencialmente mortales. Una vez que una persona tiene el virus, éste permanece dentro de su cuerpo de por vida. Casi todas las personas infectadas con el VIH, de no recibir tratamiento, contraen el SIDA. Hay un pequeño grupo de pacientes, que no recibe tratamiento, en los que el SIDA se desarrolla muy lentamente o que nunca aparece. Muchos de estos últimos casos se deben a que los genes les impiden que el virus cause algún daño significativo a sus defensas.

El virus tiene tres formas de propagarse o transmitirse de una persona a otra: mediante el contacto sexual, a través de la sangre (compartiendo agujas) y de una madre que lo padece a su hijo durante el embarazo o la lactancia. Después de que el VIH infecta el organismo, el virus se ha encontrado en la saliva, las lágrimas, tejido del sistema nervioso, la sangre, el semen, el flujo vaginal y la leche materna. Se ha demostrado que sólo la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna transmiten la infección a otros.

Los síntomas relacionados con la infección aguda por VIH son similares a los de la gripe: diarrea, fiebre, dolor de cabeza, úlceras bucales, dolor muscular y de garganta entre otros. En cambio, los síntomas del SIDA son principalmente el resultado de infecciones que normalmente no se desarrollan en personas con un sistema inmunitario sano.

Los avances médicos y farmacológicos han conseguido mejorar la calidad de vida de las personas que viven con VIH, facilitando el acceso a fármacos cada vez de mayor calidad y con menores efectos secundarios. Por ello, el SIDA ha pasado de ser una enfermedad mortal a una enfermedad crónica.

El origen del VIH se encuentra en otro virus (VIS: virus de la inmunodeficiencia simia), portado por chimpancés. En comparación con los humanos, estos nunca llegan a desarrollar la enfermedad del SIDA. A través de una mutación de este, pasó al ser humano en Camerún en el año 1940. Una teoría creada por Jim Moore habla de que en la época del colonialismo en África, muchas personas fueron forzadas a trabajar de forma inhumana, en malas condiciones de higiene y con apenas alimento. Un mono infectado de VIS pudo haber sido alimento en un momento de desesperación, y ante un sistema inmune tan debilitado como el de esas personas, el virus rápidamente hizo mella. También tiene que ver el hecho de utilizar agujas no esterilizadas para la vacuna de la viruela que se administraba en esa época, lo que hizo que el virus se extendiese más rápidamente.

Según los datos recogidos por ACCAS (Asociación Ciudadana Cántabra Antisida),  en España entre 120.000 y 150.000 ciudadanos están infectados por el VIH y se estima que más de una cuarta parte aún ignora que lo está. Cada año se producen entre 2.500 y 3.500 nuevas infecciones. En España, el número de casos de VIH en 2012 fue de 3.210 y el de SIDA de 1.021. Respecto a Cantabria, fue considerado un éxito, ya que en este mismo año se habían diagnosticado 43 nuevos casos de VIH, de los cuales solo 21 derivaron en SIDA. Esto significa que las políticas de prevención dieron resultado.

El perfil de persona más afectada es hombre homosexual de 35 años, contagiado por vía sexual, que recibe el diagnóstico cuando su sistema inmunitario ya está bastante deteriorado, por lo que el virus ya ha derivado en SIDA y la recuperación es más complicada.

Un caso particular es el de un hombre que se aproxima al perfil que aparece arriba. Se trata de un varón de 41 años cuando recibió el diagnóstico, desde lo que han pasado tres años. Se había contagiado por vía sexual a través de su novio. Cuando recibió la confirmación del diagnóstico, tenía tan solo 59 defensas del tipo CD4, cuando lo normal es tener entre 700 y 1000, que son las células que ataca el VIH. Tras unas pruebas intensivas, comenzó el tratamiento y actualmente ha conseguido llegar a 350 defensas de este tipo, por lo que la transmisión es teóricamente imposible. No solo tuvo que enfrentarse a los problemas de salud, sino también al miedo a ser rechazado socialmente, lo que le llevó a romper con su novio. A pesar de todo, continuó con su trabajo y su vida social con normalidad y solo recuerda que padece VIH cada seis meses, cuando tiene que acudir a la consulta de seguimiento con su médico.

Tras muchos años de investigaciones, aún no se ha descubierto ningún tratamiento que combata por completo el VIH, pero sí se han conseguido mejorar los ya existentes. Un ejemplo de ello es un estudio que se presentó recientemente en Boston en la XXI Conferencia Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI) que explica que el consumo de altas dosis de vitamina D cada día y de calcio consigue frenar los problemas óseos que causan los antirretrovirales.




Gabriela Abascal, Laura González
Imagen elvihsida.wordpress.com

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