La
investigación española sigue avanzando de forma precaria, recurriendo muchos de
los científicos a plataformas de crowdfunding como “Precipita”
Hace pocos
años los medios se hicieron eco de un caso singular. Consuelo Guerri, una de
las mejores investigadoras líderes del Centro de Investigación Príncipe Felipe
de Valencia (que se había levantado con fondos europeos a cambio de que el
gobierno valenciano lo mantuviera, cosa que no hizo) había obtenido un premio.
Uno de esos
magros y mediáticamente intrascendentes premios que cada año se conceden y la
ciudadanía soslaya. Uno de esos premios que se conceden a quienes, sin saberlo
nosotros, tiran de la sociedad para sacarla de la enfermedad, del atraso o de
la ignorancia. Consuelo Guerri intentó, con aquel dinero, mantener a sus
becarios, comprar material básico y seguir con sus investigaciones.
Pero el
toque de atención en los medios no fue suficiente. Pocos días después, no muy
lejos de allí, Javier Pérez, un licenciado en Química, Bioquímica y máster en
Biología molecular, celular y genética, se veía en la calle a sus 28 años.
Trabajaba desde hacía dos años por 13200 euros anuales. Una pequeña recompensa
para quien ha sido capaz de realizar avances importantes en la comprensión de
ciertas proteínas en el desarrollo de un tipo de tumor llamado linfoma.
Desde
entonces, en un país recortado que circula siempre con la luz corta, poco ha
cambiado. Los jóvenes investigadores siguen siendo becarios, esto es, mano de
obra barata en tareas de eso que llamamos investigación y una parte de nuestra
clase política llama despilfarro. La investigación sale adelante, muchas veces,
con dinero de los bolsillos de los profesores y jefes de equipo. Y, aunque no
lo creamos, sale. Sale adelante y sale fuera de España.
Para
afrontar este reto financiero la comunidad científica española, especialmente
los jóvenes investigadores, están empleando de forma generalizada el método del
crowdfunding.
Ante ello
se están desarrollando plataformas específicas para investigadores, siendo una
de las más importantes “Precipita”, una web avalada por la Federación Española
para la Ciencia
y la Tecnología
que está en la actualidad ayudando a decenas de científicos a mantener
proyectos de gran interés que están al margen del apoyo de grandes laboratorios
o de las políticas estatales.
“Precipita”
se organiza en tres grande bloques. Por un lado muestra proyectos, los llamados
precipitados, que ya han obtenido sus objetivos de financiación mediante
crowfunding y son ejemplo motivador para la sociedad. Uno de los últimos
financiados por este sistema ha sido el que dirige el profesor Antonio Barreiro
de la Universidad
de Santiago de Compostela que busca la regeneración axonal en los pacientes que
han sufrido una lesión medular. Son bastantes las especies que pueden regenerar
estos tejidos, por lo que el profesor Barreiro trabaja en una de ellas, la de
los peces cebra, con el fin de obtener un fármaco capaz de ayudar a la
regeneración de nuestras células medulares. Como en otros casos Barreiro
accedió a la segunda herramienta del sistema, un apartado donde los encargados
de Precipita ayudan a los equipos de investigadores a presentar sus proyectos
de forma, clara y atractiva para que los ciudadanos puedan valorar las
distintas propuestas de forma efectiva y colaborar.
El tercer
bloque de la página es el más directamente relacionado con la sociedad en su
conjunto, la ayuda. La herramienta fija un nivel mínimo de financiación a
partir del cual la investigación es viable y un máximo con el que se supone
puede realizarse una fase completa del proyecto. La web recauda durante 90
días, entregando el dinero a los investigadores si estos han alcanzado el nivel
mínimo de apoyo o a los donantes en caso contrario, para que estos recuperen su
inversión o lo destinen a otro proyecto distinto.
Precipita
no solo ofrece a los donantes la satisfacción moral de ayudar a la ciencia y
con ella a miles de personas cuya vida futura dependerá de sus avances, sino
que cada proyecto ofrece determinadas recompensas y agradecimientos a los que
aportan para proyectos como el que hemos descrito o de divulgación científica.
Todas estas
plataformas son, sin embargo, una solución parcial. La falta de financiación
oficial sigue siendo un problema y el crowfunding solo permite saciar las
necesidades de pequeñas investigaciones o de alguna de sus fases.
Es otra
cara de ese poliedro que llamamos en España educación, y que no se reduce a los
niños de las escuelas. Educación también es formación profesional y formación
superior, y es también investigación.
Han pasado
algunos años desde que Javier fuera despedido, y miles de científicos se
agolpan en las salidas de los aeropuertos o ante la pantalla de “Precipita”
soñando ayudar a sus congéneres. Y, sin embargo, seguimos sin ser conscientes
de que no estamos ante un problema pasajero. Nos encontramos ante el reto de
construir un modelo científico y productivo nuevo, basado en estructuras de
financiación y gestión nuevas. Y para eso debemos acabar con vicios muy
enraizados en la política, la sociedad y la educación, por supuesto, pero en la
medida que solo nos dediquemos a recortar gastos educativos, nada más, sin
ningún atisbo de innovación, ni de mirada al futuro, nos convertiremos en lo
que somos, un país de necios que despide a Javier y vitorea a Belén Esteban.
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