Elena
Berrazueta, Ana Maria Fernández Peñalba, Mario Gutierrez, Álvaro Saenz
Se cumplen
dos años de la rebelión del Sahara, en el campamento dignidad del Aaiun. El número
411 de eolapaz, el 11 de junio de 2011, publicaba este reportaje con uno de los
hombres que se enfrentó a las fuerzas marroquíes en El Aaiun. Hoy sigue
refugiado en Cantabria
Este es el
año de la rebelión de las masas, que como tantas veces en la historia arranca
allí donde la pobreza y el abuso laceran más. El foco esta puesto en el mundo
árabe desatando en occidente muchas reflexiones, desde el papel de las redes
sociales, hasta la función de los militares, pasando por crudas realidades geoestratégicas. Pero ninguna es sobre nosotros.
En esta
secuencia infinita de conflictos el primero surgió en el territorio más pobre
de la región, el Sahara Occidental. Maite Lorenzo es de esa opinión, por eso,
el 27 de Febrero de 2002 creó Cantabria por el Sahara. Para prestar apoyo
político, social y humanitario, a un pueblo “deprimido y ocupado”.
En
septiembre de 2010 Maite asistió en Argel, como observadora Internacional por
los Derechos Humanos en el Sahara Occidental. Allí conocería a Jalil un joven
activista saharaui, de los muchos grupos independientes que actúan.
Al
finalizar el congreso, en el que ya empezaban a vislumbrarse los aires
revolucionarios que ahora vivimos, Maite acompañó a Jalil, y a otros 70
activistas hasta el Aaiun. Como en otras ocasiones les acompañaban como
observadores. Tanto el ejército como la policía se encargan de reprimir la
acogida de sus familiares en el aeropuerto, incluso, en ocasiones, apaleándoles
y arrestándoles. Su papel entonces, es hacer de testigos, presenciar los hechos
y si es necesario actuar de escudos humanos para que esto no ocurra.
Pero aquel
recibimiento fue distinto. Según Maite, la represión fue inusitada. Quizá
promovida por que de aquellas algo se movía ya en el Magreb, y el gobierno de
Hassan apostaba por el recurso nacionalista y la lucha contra el separatista
como medicina para unir a su pueblo. El caso es que varias decenas de
activistas acabaron en la
Cárcel Negra de El Aaiun. Un signo de la represión, donde
centenares de saharauis y opositores se hacinan en cubículos de 6 metros cuadrados ,
unos encima de otros, sin apenas comida ni agua, y bajo temperaturas altísimas.
“Creo que
allí, y tras ese incidente se fraguó la idea del Campamento Dignidad, la
primera concentración pacífica de oposición que vivió el Norte de África en
esta secuencia actual”, relata Maite.
A finales
de octubre, los familiares de los presos, algunos colaboradores magrebíes y
jóvenes que habían ido escapando de las persecuciones y las cárceles decidieron
plantar cara al ocupante y crear el campamento. “Somos pocos, y muy
controlados, apenas una cuarta parte de los 250.000 habitantes de la zona, y
fácilmente identificables, por los rasgos, el idioma y las secuelas de la mala
alimentación. Cuando decidimos dar el paso yo asumí las tareas de seguridad.
Advertir de la llegada de las fuerzas policiales, evitar la entrada de maleantes
y traficantes, enviados por el gobierno para desprestigiar nuestro movimiento y
coordinar a los voluntarios que cuidaban de la población acampada. La situación
fue muy tensa, pues estábamos decididos a todo para recuperar nuestra dignidad
como pueblo, pero es difícil sin ayuda. Ningún país quiere problemas con
Marruecos, un bastión de Occidente en la región. Los propios marroquíes, que
protestan entre dientes de la corrupción, la miseria que les arroja a la
emigración y los abusos de la monarquía, son cobardes, y se conforman con las
limosnas del régimen”. Es Jalil, uno de los pocos que escapó a la represión.
“Terminaba mi turno de vigilancia, cuando vimos helicópteros, y miles de
soldados del ejercito de Marruecos, entonces reuní a todos los vigilantes de
forma urgente, y dimos prioridad a sacar del campamento a mujeres, niños y
ancianos” asegura Jalil, mientras hace una pausa, seguramente pensando en
alguna persona que conocía y perdió allí la vida, “Los mas jóvenes hicimos
cadenas humanas, para dar tiempo a nuestras familias a huir hacia el Aaiun”
“Tras toda la noche de enfrentamientos de piedras contra metralletas, ya no
pudimos estar mas, y nos fuimos al Aaiun”, hace una pausa y toma café, y
después de un largo suspiro, “ Lo peor fue al regresar a casa, ver todos los
muertos en la cunetas”.
En
noviembre, el ejercito asalto el campamento poniendo fin a la revuelta, y
principio a las persecuciones.
“Desde
entonces seguimos movilizados, aunque el gobierno marroquí se está encargando
de fracturar el grupo y así romper la fuerza de la lucha. La mayoría de los
jóvenes están siendo deportados a otros países para evitar las concentraciones.
Están consiguiendo una población de niños, mujeres y ancianos. Pero no nos
rendimos, aunque Occidente nos haya colocado sordina, al contrario que a Libia
o a Tunez”.
Jalil para
su narración. De vez en cuando sufre ausencias, se queda absorto, y es cuando
en esta conversación con ambos, en un café de Santander, Maite retoma el hilo.
“Pese a que ya no se habla de ellos, todavía quedan jóvenes, que se están
reorganizando, pero todo esta muy controlado. La policía se encarga de vigilar
la situación. Están atentos ante cualquier movimiento o reunión en la que haya
más de diez personas, quieren mantener a todos a raya. A las ocho hay un “toque
de queda” y todos tienen que estar en sus casas. Y no se andan con miramientos,
han llegado hasta pegar un tiro a los que lo incumplen”. Y es entonces cuado
Jalil regresa a la realidad. “Y todavía hay quien se pregunta porque aquello fracasó.
No se puede llegar a lo mismo que en Túnez si tienes que enfrentarte a un
policía con una K47 o una automática, con una navaja o unas piedras. Además
somos un grupo reducido de gente, en el caso de Túnez o Egipto se ha volcado la
población entera. En nuestro caso somos solo los saharauis. En el caso de que
estallaran las revueltas, los marroquíes saben que seria nuestra oportunidad
para defender nuestros derechos, y el gobierno les ha inculcado esa prioridad,
el nacionalismo. Muchas veces, en las calles hablamos con los marroquíes y les
decimos que porque no se revolucionan y ellos siempre responden, empezar
vosotros y nosotros os seguimos. Están a la espera para ver qué sucede e ir
ellos detrás. Pero no irán detrás. Marruecos no esta maduro para iniciar una
transición. Como en la España
de Franco, el régimen tiene apoyos en la población.
En enero,
la situación se volvió tan peligrosa que Jalil tuvo que huir y hoy sigue aquí,
en Santander, bajo la protección de Maite y otros activistas, siempre pendiente
de una visita inesperada. Siempre pendiente de su tierra.
Pero el
problema al final no es el Sahara, ni Libia, ni Egipto. El problema es que en
pleno siglo XXI hemos alcanzado en occidente el progreso, dejando miles de
muertos en el camino, en nombre de la libertad y de los derechos humanos, de
los nuestros claro, admitiendo como asumible, la desgracia de otros como un
precio a nuestro bienestar. Jalil esta triste porque sabe que las potencias no
han comprendido que su papel internacional no es solo vigilar sus intereses,
sino asumir responsabilidades y solventar los problemas comunes. Al final, nada
ha cambiado desde la
Prehistoria , el progreso sigue siendo el resultado de la
lucha entre estados, del conflicto, y este, los saharauis lo han perdido, y quien
sabe cuantos pueblos más.
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