SOCIEDAD –
Rafael Fernández –
El problema
que tratamos no es un problema que haya surgido en los últimos tiempos, este es
un problema que viene de muchas décadas atrás. Simplemente los cambios que ha
sufrido nuestra sociedad así como la influencia de los medios de comunicación
han hecho que este asunto tenga una importancia que hasta ahora no se había
dado.
Desde
siempre la nuestra es una sociedad machista donde la supremacía del hombre
sobre la mujer estaba clara en todos los aspectos, no solo se consideraba que
el hombre es más inteligente y estaba más preparado que la mujer para ganarse
la vida, sino que ella no podía tomar decisiones importantes ni disponer de sus
bienes sin la autorización de su marido. Es así como la mujer sometida al
varón, ocupaba un segundo plano en los ámbitos de la vida y en los casos más
extremos ni siquiera podía salir a tomar un café sin la compañía de este. Esto
ha cambiado en la sociedad actual, la mujer ha accedido a al campo de la
educación y también la vida laboral fuera del hogar, esto le ha dado una
independencia no solo económica, que es importante, sino también jurídica y
personal.
Las mujeres
ya no dependen de su marido para vivir, pueden hacerlo por si mismas pero
además exigen igualdad tanto en el trabajo (sueldos y horarios) como en el
hogar (colaboración en el trabajo de casa, libertad para entrar y salir, etc.)
esta igualdad es reconocida por la ley y por las instituciones y por la misma
sociedad.
Pero el
problema surge cuando algunos hombres comienzan a utilizar a la mujer como un
objeto, no pueden aceptar que una mujer tome decisiones por si misma y pueda
ser igual a ellos. Entonces es cuando sacan a la luz su violencia, su
superioridad física sobre ellas para intentar demostrar que ellos son los que
mandan, y pueden llegar al asesinato antes que permitir que esa mujer les pueda
abandonar y rehacer su vida por otro lado.
Esta
situaciones se dan en todas la capas de la sociedad, independientemente de la
situación económica aunque esta claro que los hombres con mala situación
económica, que consumen drogas, han crecido en ambientes hostiles y en familias
donde la violencia domestica es algo habitual están más predispuesto a ello.
La única
solución posible es que las mujeres denuncien estos problemas, y que las leyes
contra los maltratadores y los asesinos de mujeres se endurezcan, cumpliéndose
las penas más duras.
Sin embargo
la persistencia, semana tras semana, de episodios brutales de la llamada
violencia de género, nos dejan claro que solo con medidas de castigo no vamos a
solucionar el problema. El componente educativo es fundamental. Las autoridades
y, sobre todo, todos nosotros debemos esforzarnos por erradicar conductas de
dominio, de falta de respeto y de vejación de las mujeres, de cualquier persona
en general. Solo cuando consigamos, en nuestra clase, en el trabajo, en la
familia, olvidar esas actitudes de predominio será posible crear una sociedad
de hombres y mujeres iguales, no de amos y esclavas.
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