SOCIEDAD –
Alba Valdés
Para hablar
de la violencia de género, deberíamos afrontar el problema desde el principio,
desde la juventud. Para hablar de la violencia en la juventud, debemos
reflexionar sobre varios aspectos de la sociedad actual que pueden estar
proporcionado esta conducta en los jóvenes. Esta actitud violenta puede estar
causada por uno o varios aspectos a tener en cuenta.
Por un
lado, nos encontramos con el ámbito familiar, en el que los padres mantienen
una actitud de rechazo, e incluso, abandono hacia su hijo. No suelen
demostrarle cariño y le humillan o maltratan física psicológicamente.
En
contrapartida, tenemos a padres que toleran todo brote de conducta agresiva del
hijo; es decir, no le ponen límites ni le muestran las consecuencias que puede
tener el desarrollo de esa violencia. Esta postura, con frecuencia, corresponde
a padres que son inmaduros e irresponsables que temen enfrentarse a la negativa
o rechazo del niño hacia ellos.
Además, no
debemos olvidar que el niño tiende a imitar el modelo violeto que, en
ocasiones, se da de un cónyuge hacia otro (más habitual del padre hacia la
madre, aunque ocurren casos a la inversa).
También es
una causa de violencia el desequilibrio emocional que le causa el niño vivir en
un contexto con una familia desestructurada, bien por separación complicada de
sus progenitores, por sucesos traumáticos, enfermedades graves, alguna adicción
de sus padres…etc.
Otro factor
desencadenante de la violencia se produce mientras el niño aprende a vivir en
sociedad. El chico adopta modelos agresivos por imitación social; es decir,
actúa del mismo modo que grupos considerados influyentes en su ambiente.
Generalmente, este “contagio” lo padecen chicos que no han sido educados en el
desarrollo de un espíritu crítico, que no se han visto acosados o agredidos en
algún momento de sus vidas y, por tanto, se sienten inseguros.
Cuando el
chico llega a la adolescencia (o antes) se une a unos grupos y dentro de él la
responsabilidad individual queda diluida y el sentimiento de culpabilidad
desaparece.
Un hecho
que lo podemos eludir es el tiempo de ocio de los jóvenes. La tendencia de las
grandes multinacionales de los videojuegos a fabricar juegos violentos, cada
vez con más realismo, produce tal adicción que el chico dedica todo o gran
parte de su tiempo libre a esta práctica. En este caso, la violencia no sólo se
aprende por imitación, sino que se acepta como algo inevitable y normal.
El tiempo
de ocio cuenta con un aliado más de la violencia. Me estoy refiriendo al
consumo de sustancias consideradas como algo imprescindibles para pasárselo
bien. El poco control que existe y el bajo precio del alcohol, cannabis o
estupefacientes de laboratorio, ha llevado últimamente, a que los chicos
comiencen a consumirlo y considerarlo como un elemento más de diversión. Como
es normal, este consumo tiene como consecuencia la pérdida de conciencia,
obviar los valores aprendidos, puede desencadenar agresividad incontrolada…etc.
Los medios
de comunicación juegan un papel muy importante en el contexto educativo actual.
Los problemas donde se ve violencia gratuita son abundantes y, a pesar de la
implantación de horarios infantiles en los que se debe cuidar, no sólo la
imagen sino también el vocabulario y las formas, todos los días como los
programas, llamados del corazón infringen esta norma. En ellos vemos
expresiones inapropiadas, actitudes violentas, sobre todo, mucha violencia
verbal… con esto, el chico recibe la información de que vence el que más grita,
el que más amenaza, en resumidas cuentas: el más fuerte, no el más inteligente.
Hay un
modelo de vida que han adoptado determinados jóvenes a los que se les llama
“Generación Ni-Ni” que está causando cierta alarma social y que la televisión,
especialmente, está dando a conocer como mal ejemplo de mala conducta. Pero en
realidad, y desde mi punto de vista, no está enfocado como una denuncia de ese
comportamiento, sino que está explotando morbosamente este gravísimo problema
para rellenar espacios televisivos.
La
“Generación Ni-Ni” lo componen jóvenes que carecen de incitaciones en la vida.
Son personas que no han conseguido acabar sus estudios, que nadie les ha hecho
ver la necesidad de formarse, que se dedican únicamente al ocio, a sí mismos,
que carecen de metas… en resumen, son personas que se sienten frustradas,
insatisfechas y violentas consigo mismo y con los demás. Con ellos mismos no se
respetan, tampoco respetan a los demás.
Por
añadidura, constantemente estamos oyendo hablar en los medios de comunicación
de todos los derechos que tiene el niño, pero oímos muy poco o casi nada de sus
obligaciones, tanto en el ámbito familiar como en el colegio o la sociedad.
A todos
estos factores hay que añadir, también, determinadas patologías que se pueden
desencadenar en las primeras etapas de nuestra vida.
Para
detectar los grupos de riesgo de menores hay grandes deficiencias. En el caso
de las familias se tiende a ocultar los problemas que el niño esta causando en
la convivencia. La sociedad adopta una postura hipócrita y mira para otro lado,
refugiándose en la expresión “son cosas de chicos”. Apoyada en la certeza de
que la juventud es una etapa muy difícil, llena de inseguridades, inconformismo
y conflictos de identidad, no invierte lo suficiente en medios económicos y,
sobre todo, humanos para que se lleven a cabo todos los proyectos que se
plantean.
De vez en
cuando oímos a especialistas en los medios de comunicación que nos advierten de
los riesgos que conlleva no educar a los jóvenes en valores, con límites en sus
comportamientos, con respecto hacia sí mismos y, por extensión a los demás.
La sociedad
del consumismo, de lo inmediato, del egoísmo y la falta de empatía puede estar
formando a adultos que actúen el margen de la ley en mayor número hasta el
presente o adultos con enfermedades psicológicas provocadas por la
insatisfacción y frustración constante, incapaces de ganarse la vida ni
comunicarse.
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