Teresa
Álvarez, Juan García
Llamamos
revolución social a cualquier revolución clasista que tiene como finalidad la
toma del poder del Gobierno, basándose en ideologías típicamente marxistas,
socialistas o comunistas: por eso se conocen también como revoluciones
comunistas.
A lo largo
de la historia se han sucedido revoluciones clasistas tales como la revolución
obrera de 1848, la revolución bolchevique de 1917 o a la revolución china.
Tras la
caída del primer imperio francés, todas las monarquías absolutistas fueron
restituidas en el Concilio de Viena, lo cual trajo un gran descontento popular,
origen de los levantamientos. Los principales alicientes fueron, conjunto con
el de la restauración del Antiguo Régimen:
• La
terrible plaga que asoló por completo los campos de cultivo, destrozando las
cosechas y originando diversos conflictos en la búsqueda de alimento.
• La falta
de materias primas, que obligó a las industrias a realizar terribles recortes.
Como respuesta se organizaron huelgas y levantamientos, fundamentalmente en
París, que dieron paso a la Segunda República francesa.
En este
artículo nos centraremos en la revolución de 1848 en territorio inglés.
La
industrialización de Inglaterra fue consecuencia de la conversión de la
agricultura tradicional de subsistencia en una agricultura de mercado, dedicada
a la exportación. Se introdujeron mejoras en la maquinaria (aparición de nuevos
elementos o aplicación de la máquina de vapor de Watt a los ya existentes) y en
los sistemas de cultivo (es el caso del novedoso sistema Norfolk, que condenaba
finalmente la hasta entonces empleada técnica del barbecho), hecho que produjo
tanto un excedente de producto como de mano de obra.
El problema
del excedente de producto alimentario se solucionó rápidamente, ya que
Inglaterra era un país con múltiples facilidades para el comercio exterior, y
el excedente de mano de obra tampoco fue tan problemático como en un inicio
parecía.
La
exportación de productos agrícolas introdujo un gran capital en el país, que
decidió invertirse en la naciente industria de las ciudades. Los antiguos
agricultores, desposeídos de sus tierras tras la supresión de la propiedad
comunal (“Enclosure Acts”), emigraron a las ciudades en busca de trabajo en las
fábricas. Se produjo un éxodo rural masivo.
Las
condiciones de vida en las fábricas y en los barrios obreros eran prácticamente
infrahumanas. Las fábricas eran enormes construcciones oscuras y con muy mala
ventilación (algunas incluso estaban bajo tierra), y las casas de los
trabajadores se hacinaban en barrios prácticamente marginales y sin ningún tipo
de higiene.
Los sueldos
eran ínfimos, y tan precarios que era necesario que todos los miembros de la
familia trabajasen para poder mantenerse. Los capitalistas se aprovechaban de
esta situación, y los sueldos femeninos e infantiles eran aún más pobres. Eran
comunes las jornadas de más de diez horas de trabajo sin descanso.
Cuando los
trabajadores comenzaron a concienciarse de su pésima calidad de vida y del poco
humanizado trato que les imponían los empresarios, comenzaron a reunirse, en
asociaciones por oficios, intentando poner fin a su situación mediante huelgas
y manifestaciones. La respuesta del gobierno fue la supresión de estas
asociaciones y la prohibición de las huelgas.
En 1824,
sin embargo, se levantan estas leyes de prohibiciones y comienzan a surgir las primeras
organizaciones sindicales, conocidas bajo el nombre de “Trade Unions”.
Las quejas
y manifestaciones se sucedieron en diferentes procesos.
Desde
finales del siglo XVII hasta la década de los treinta, predominó el llamado
ludismo, manifestación violenta del descontento generalizado de los obreros,
mediante la amenaza directa al empresario a través de cartas y la destrucción
tanto de la maquinaria como de las materias primas de la fábrica. Apareció el
personaje popular conocido como General Ned Ludd, a quien podríamos llamar el
Robin Hood de los obreros, seudónimo bajo el cual se firmaron todas las cartas
de amenaza.
Durante la
década que abarca desde 1838 hasta 1848 (año de inicio de la verdadera
revolución), predominó un fenómeno conocido como cartismo. Esta vez, las cartas
de queja (que no de amenaza) se enviaron directamente al Parlamento inglés. Los
obreros se manifestaban por sus derechos como seres humanos y por primera vez
exigían su derecho a voto. Las cartas fueron rechazadas, y se abandonaron los
métodos diplomáticos: se inició un período de sabotaje y disturbios violentos
en las calles.
La
ideología más desarrollada durante la revolución obrera fue el socialismo, del
que poco a poco se fueron diferenciando tres grandes grupos:
• El
socialismo utópico, formado y apoyado por la clase burguesa, rechazaba la
revolución violenta como método. Pretendía conseguir, por métodos diplomáticos,
una sociedad idealizada, sin clases, donde todo el mundo tuviese los mismos
derechos.
• El
socialismo científico o socialismo marxista, cuyo máximo representante es Karl
Marx, defendía la revolución y la toma violenta del poder por parte del pueblo
obrero, que impondría una dictadura que paulatinamente daría paso a una
sociedad idealizada, sin clases, la sociedad comunista. Apoya la abolición de
la sociedad capitalista.
•
Anarquismo, liderado por Mihail Bakunin, que alienta al campesinado a la
revolución espontánea y sangrienta, y a la completa destrucción del Estado o de
la autoridad. El sistema alternativo que propone es la abolición de la
propiedad privada y del Estado, organizando el pueblo en comunas federadas con
completa autonomía económica. Igualmente apoya la sociedad sin clases.
La lucha
obrera concluyó con la creación de la Primera Internacional ,
en 1864 en Londres, una asociación que trató de unir a todos los trabajadores
de los diferentes países bajo un mismo lema: “Proletarios del mundo, uníos”.
Inicialmente agrupaba a sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas
franceses e italianos republicanos.
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