lunes, 11 de diciembre de 2017

El Titanic español

Este buque, el Principe de Asturias, fue construido por la naviera Pinillos Izquierdo y Compañía en Escocia en 1914, mismo año en el que estalló la I Guerra Mundial. Este gran navío tenía como destino Buenos Aires, ya que llevaba a bordo 20 estatuas de bronce que el gobierno español deseaba regalar a Argentina por el centenario de su declaración de independencia. Además este lujoso barco llevaba en sus bodegas cobre, estaño, plomo hierro, dinero y joyas.


Era el barco más lujoso de la época en España, sólo superado por los grandes transatlánticos ingleses, ya que de haber sido más grande no podría haber atracado en los puertos de la costa argentina y brasileña.


Aquel 5 de Marzo de 1916 en el océano Atlántico, cerca de la costa brasileña, una densa niebla cubría el aire y la visibilidad para aquel navío era casi nula. Todos los tripulantes llevaban toda la noche intentando distinguir la luz del faro, pero no vieron destello alguno. El capitán del barco, José Lotina, experimentado marinero de la naviera Pinillos, decidió sobre las tres y media de la madrugada reducir la marcha para evitar una colisión, ya que su posición era mera estimación. Era demasiado tarde. A las cuatro de ese mismo día el capitán Lotina divisó la luz del faro. Estaba tan cerca que el vapor español colisionó con el gran arrecife de coral de Punta de Pirabura en apenas unos 5 minutos, sin poder cambiar la dirección del navío, abriéndose así una brecha de unos 50 metros de longitud en su casco de 140 metros. La proa comienza a hundirse mientras la popa va alzándose poco a poco. El barco empieza a hundirse sin remedio en el océano. Pero todavía no ha acabado. Las calderas explotan llevándose consigo la vida de los pasajeros que aún seguían en proa. Este trágico accidente transcurre en tan solo unos 10 minutos, en los cuáles un único bote se ha podido librar de las amarras y salir ileso del accidente.


El número oficial de personas abordo era de 588, de las que perecieron 445. Pero no eran las cifras reales, ya que más tarde se descubrió que abordo viajaban inmigrantes clandestinos, la mayoría de los cuáles huían de la I Guerra Mundial. Las cifras de pasajeros que perecieron podrían elevarse así hasta mil personas más. El capitán Lotina, sintiéndose culpable de tal horrible suceso, se suicidó en el barco para callar su conciencia.


Este siniestro es, sin duda, el más terrible de los naufragios españoles.


Los supervivientes del naufragio, unas 143 personas, fueron rescatadas por el barco francés Vega, que al mediodía de ese mismo día, divisó fardos de mercancía, trozos de muebles y cadáveres. Supusieron que se trataba de un naufragio y comenzaron a buscar supervivientes.


Hay muchas historias sobre como las distintas personas sobrevivieron: algunas llegaron a las rocas y esperaron varios días hasta ser rescatadas, otros sobrevivieron flotando encima de restos del barco, otros fueron arrastrados hasta la costa.


Los barcos brasileños no pararon de buscar supervivientes hasta pasadas varias semanas, a veces parecía como si todo ese esfuerzo resultara en vano, pero entonces recogían a tres o cuatro supervivientes que les animaba a seguir registrando las aguas.


Otros hechos sin embargo, no fueron tan generosos como el anterior, ya que los habitantes de la costa emprendieron tras el desastre, un robo sin fin de los cargamentos del barco, e incluso de los cadáveres que llegaban flotando a la costa.


El tesoro del barco, en casi toda su totalidad, se halla hundido junto con el vapor, pero algunas partes fueron recuperadas y reunidas en una exposición sobre esta catástrofe que recorrerá todo el mundo. Aun así, el navío guarda muchos secretos, ya que se dice que aparte del cargamento oficial, viajaba con oro sin declarar. Algunos buceadores intentaron rescatarlos entre los años 50 y 60, pero debido a los pocos medios para encontrarlos, no pudieron sacar a la superficie más que objetos sin importancia.


Las estatuas de bronce continúan desaparecidas, pero el gobierno español creó nuevas copias que hoy permanecen en Argentina, y que son llamadas el monumento a la Carta Magna.


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