Si uno
repasa lo que le han enseñado en ética, filosofía, o mismamente educación para
la ciudadanía, sacará como primera conclusión que una de las cosas con las que
te bombardea la educación en España es el servicio a los demás, los valores
ciudadanos y el oficio publico como una especie de ministerio sacerdotal a
favor de la sociedad. Pero solo es eso.
Un montón
de letras que están escritas en los libros educativos, que te obligan a
recordar y repetir para obtener un titulo. Detrás no hay nada. Resulta curioso
que aquellos que ensalzan el servicio a los demás, desde los pupitres de sus
catolicisimos colegios privados, o quienes tirando piedras contra estos, en
demanda de una enseñanza pública que defienda valores ciudadanos y laicos, sean
los primeros en meter la mano al cesto, a la primera que se presenta.
Creo que
realmente no somos conscientes en este país de que la democracia no esta
realmente asentada, pese a sus cuarenta años de existencia. Quitando el tema
del modelo de estado, que sigue sin definirse de forma consensuada (republica,
autonomías, poder del estado central, sistema electoral …), cosa que ya tiene
bemoles, España mantiene ante si tres grandes enemigos, para sostenerse como
comunidad democrática capaz de dotar de felicidad y futuro a sus ciudadanos.
Una amenaza
es el paro. Un problema misterioso que nadie ha sido capaz aun de desentrañar.
Da igual que crezcamos que no, aquí siempre hay medio país sin empleo
declarado, y lo que es más grave, ni la sociedad en su conjunto se revela
contra tamaña injusticia social, ni los sindicatos montan la gorda, ni los
afectados salen a la calle para exigir su derecho al trabajo. En un país
normal, tras 30 años con un mínimo de dos millones de parados ya se habría
organizado, no una, sino 330 revoluciones, que Chávez subió al trono venezolano
por menos.
La segunda
amenaza viene de la catadura moral de nuestra clase política. Un grupo cerrado,
que ha hecho del servicio una profesión. No hay más que apostarse una mañana
delante del hotel Palace, o darse una vuelta por los restaurantes de las
traseras del congreso para ver como viven diputados, senadores, alcaldes,
directores generales y demás ralea que vive del poder o de sus comederos.
Hasta ahora
nos habíamos sonreído al ver a nuestros políticos dormidos en sus escaños, a
nuestros alcaldes en coche oficial y a empresarios de medio pelo o que nunca lo
fueron, engordados a la sombra de los contratos del poder. Ahora es peor.
Desde que
el PSOE se dedicó a financiarse vía Filesa, no habíamos visto un espectáculo
como el actual. Solo en Madrid han caído por ser presuntos ladrones alcaldes,
altos cargos, cargos de confianza y hasta ex presidentes y consejeros de la
comunidad, en una larga lista de operaciones de limpieza para las que la
guardia civil ya ha agotado su creatividad poniendo nombres. Eso sin contar con
la trama valenciana, el agujero negro de Baleares, donde el PP tiene más
imputados por robo y soborno, que afiliados o la surrealista Andalucia, tachada
por algunas instituciones europeas como la región más corrupta del viejo
continente, la Cataluña
que cansada de saquear ahora se quiere llevar las cuatro provincias enteras a
un paraíso fiscal independiente.
Con todo,
eso no es lo peor. En un país en crisis y lleno de parados, que quien debe
ayudarte robe, despilfarre y te quite de la boca el pan es grave, pero que
encima le quite importancia y eche la culpa al empedrado es humillante o al
menos esa ha sido nuestra experiencia en una amplia charla con el portavoz en
el congreso Rafael Hernando.
El PP, el
partido del gobierno, el llamado a sacar las vergüenzas a los malos ciudadanos
y dar ejemplo de democracia esta siendo en los últimos tiempos un estercolero.
Como ciudadano no doy tanta importancia, que la tiene, a esa ristra de
políticos y adláteres enjuiciados sino esa actitud chulesca e inhibida de sus
dirigentes, que reniegan con la boca pequeña de quienes les han financiado y
aupado al poder con su asentimiento o su inhibición, que no se que será peor.
Maillo
riéndose, mientras dice que no pasa nada, Rajoy hablando de inquisición, los de
podemos usando el tan español método del ventilador, y los dos que quedan
poniendo tiritas a la herida que desean se infecte, con lo que se siembra en la
ciudadanía la sospecha de que no se enfrenta a la corrupción de un partido,
sino de todo el estado.Y es que, si algo nos ha quedado claro de nuestras
conversaciones con Arturo González Panero (El “albondiguilla” de la Gürtel ), ex alcalde de
Boadilla del Monte y uno de los imputados en la trama Gurtel, es que según él,
la financiación contraria a la ley es sistémica en los partidos y conjuga la
obtención de fondos ilegales para las organizaciones políticas con la sabrosa
mordida de quien la consigue, en un sistema (al menos según él en Madrid), en
que todo el mundo está al tanto de unas fechorías donde se consiente el
enriquecimiento personal de unos, para mantener lustrosa y gorda a la
organización.
Y esa es la
última y mayor amenaza, el criterio ciudadano al ejercer sus derechos
colectivos. Más allá de sesudos análisis políticos, la realidad es que el
ciudadano medio, a la hora de elegir un partido (que no un representante) rara
vez tiene en cuenta el pasado judicial de este, ni el presente ni el futuro
previsible. Rechazos inconscientes y atávicos a los demás, minusvaloración de
las alternativas o desden por la actitud antisocial de los demás, suelen primar
en el voto. Quizá por que todos llevamos dentro una cierta tendencia a
considerar al estado un ente glotón con nuestra parca riqueza, lo que justifica
que pongamos a buen recaudo nuestros bienes y rentas, lejos del “ojo de Mordor”
de hacienda, así que tampoco es tan grave que nosotros pensemos igual.
En esta
España que parece un estreno de Mihura o de Jardiel en lugar del pan (esos
empleos de miseria que apenas sirven para mal comer) y circo (ese que se fragua
en las sedes de podemos y sus autobuses, por ejemplo), ya es hora de que los
partidos se abran en canal, se limpien, se sometan a una ley control y
responsabilidad efectiva y se dediquen a solucionar nuestros problemas, que
para rellenar la televisión de espectáculos bochornosos ya tenemos Sálvame.
Mario
Pisano
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