Alba Valdés
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Constantemente
estamos oyendo hablar en los medios de comunicación, e incluso a nuestros
mayores, que las fiestas que se celebran cada fin de semana en la calle
alrededor de bebidas alcohólicas, popularmente conocidas como “botellón”, se
están convirtiendo en un importante problema social. Y es debido a que esta
forma de diversión juvenil ocasiona molestias a otros ciudadanos. Algunas de
estas consecuencias son: la suciedad que genera el “botellón”, el exceso de
ruidos en zonas habitadas, o los conflictos y peleas que se provocan por la
ingesta abusiva de alcohol, además del tráfico de sustancias estupefacientes
que atrae.
Si pensamos
en las causas que han llevado a esta situación hemos de tener en cuenta, por un
lado, que la oferta de diversión para los jóvenes es más bien escasa; que
comienzan a salir cada vez a una edad más temprana y ven el consumo de alcohol,
en un principio, como algo propio de la vida social. El primer inconveniente
que hay es que en los locales no se les permite consumir bebidas porque no
alcanzan la edad que marca la ley. Otro, es el aumento de los precios de la
bebidas. Y además, se aburren antes de las actividades que suelen hacer
habitualmente, por lo que, con el tiempo, el consumo de estas bebidas aumenta e
incluso se hacen mezclas con las que consiguen de manera más rápida y barata
alcanzar el punto de “bienestar” casi de forma inmediata.
Cuando se
intenta buscar solución a esta situación se propone crear zonas en el
extrarradio de las ciudades y pueblos donde la gente pueda acudir a celebrar
“botellones” sin causar molestias a los vecinos y donde haya un servicio de
limpieza municipal posterior. Pero esta propuesta, a priori, parece inviable,
pues la mayoría de los jóvenes no cuentan con medios para desplazarse
fácilmente y podrían vivirlo como una forma de aislamiento, por lo que se
volvería a los lugares habituales.
Desde mi
punto de vista, una solución sería crear en la localidad nuevas formas de
diversión para que los jóvenes puedan elegir alguna alternativa más a esta
corriente. Lo que busca el joven es simplemente estar con sus amigos, de hecho,
hay gente que acude a los “botellones” y no bebe o, si lo que hace, bebe
cantidades moderadas.
Somos
producto de una cultura mediterránea donde es tradicional beber, y como ocurre
en otros ámbitos de la vida, hemos sumado a esta tradición la costumbre de
algunos otros países europeos, cuyo hábito es beber alcohol de vez en cuando,
pero en cantidades y combinaciones impensables para otras generaciones de
españoles. Lo que constituye una de las razones por las que se pone en peligro,
con más frecuencia de la deseada, la salud física y psicológica de los jóvenes
españoles que practican “botellón” de forma rutinaria los fines de semana.
Una vez
mencionado es riesgo para la salud, debemos contemplar un mayor control de la
calidad de las bebidas como elemento importante en esta actividad. A menudo las
bebidas que se consumen tienen bajos precios (que es lo que busca el joven
principalmente), y su procedencia es muy dudosa (en ocasiones se adquieren en
locales no autorizados para su venta). En la mayoría de los casos es evidente
que no han pasado los controles de calidad o sanitarios que las leyes acuerdan,
de ahí, su precio.
• Por un
vehículo tradicional que unifica diversión y bebida.
•Aspectos
económicos
•Aspectos
“saludables”. Cuando compran las bebidas en supermercados eligen la calidad.
•El ocio
como razón fundamental.
Como
conclusión se puede decir que el “botellón” es sí no es una mala opción como
forma de diversión. Tan sólo deberíamos ser más conscientes de todo lo que
conlleva.
Como hemos
dicho, en España tradicionalmente se ha bebido en la calle. De hecho, la
mayoría de los negocios hosteleros cuentan con terrazas al aire libre donde el
consumo de alcohol está permitido. Pero con demasiada frecuencia pensamos que nuestro
derecho a la diversión conlleva molestar a los vecinos de la zona. No tenemos
en cuenta los ruidos que provocan cientos de personas a altas horas de la
madrugada. La suciedad que no depositamos en las basuras, sino que simplemente
arrojamos a la vía pública. Los restos orgánicos (orines) que dejamos en la
calle e incluso portales. Los conflictos que genera el consumo del alcohol…
Estos son sólo ejemplos manejados por vecinos de zonas donde se practica “el
botellón” como causa de muchos de ellos hayan llegado a tener tratamiento
psiquiátrico.
Nuestra
libertad y derechos acaban donde comienzan los de los demás. Muchas autoridades
tienen razón cuando dicen que no es suficiente con aprobar leyes que lo
regulen, o incluso lo prohíban, sino que es necesario que la sociedad
proporcione más información a los jóvenes presentándoles modelos de conducta
para que descubran valores y los adopten en su vida. Es bueno pasárselo bien,
pero siendo gobernados por la inteligencia y no por el instinto.
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