Pablo de los Rios
A nivel Europeo y más concretamente en España, desde hace varias décadas se viene produciendo un fenómeno que está afectando a las políticas sociales, económicas y culturales de nuestra sociedad. Dicho fenómeno se refiere al envejecimiento de la población. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el 2010 el porcentaje de personas mayores de 65 años, en la sociedad española, era del 16,7% del total de la población. Desde 1950 a 2010, dicho porcentaje ha aumentado un 9% y se prevé que hasta el año 2050 dicho porcentaje seguirá aumentando hasta que el 34,3% de la población esté configurada por personas mayores de 65 años.
Ante dicho fenómeno, es importante analizar brevemente las causas por las que se está produciendo: En primer lugar, se está produciendo una alarmante caída de la natalidad debido a la incorporación de la mujer al mundo laboral, lo que conlleva mayores dificultades para conciliar la vida laboral y familiar y por tanto dedicar menos tiempo a la crianza de los hijos... En segundo lugar, el fenómeno de la emigración (sobre todo en la edad laboral de las personas) provoca un déficit relativo de adultos y por tanto, es otro factor que influye en el descenso de la natalidad. Y por último, el aumento de la esperanza de vida ha conseguido que las personas vivan muchos más años y con una mayor calidad de vida. Actualmente en España, la edad media de la vida de una persona está en 81,5 años. Esta última causa puede considerarse el éxito de las políticas de salud pública y de desarrollo económico en la sociedad occidental, ya que gracias a ellas se han logrado mejoras en alimentación, en medidas higiénico-sanitarias y en las mejoras atencionales y de cuidados.
No obstante, a pesar de las continuas mejoras en la calidad de vida de las personas, la vejez se sigue percibiendo de una forma negativa, debido a la multitud de estereotipos y falsas creencias, que consideran esta etapa de la vida como si fuera un problema o una enfermedad. Actualmente, vivimos en una sociedad capitalista y que se mueve fundamentalmente a través del consumismo; parece que lo único que importa es el “aquí y ahora”, despreciando todo aquello que no da resultados inmediatos o que tiene una baja productividad (esto incluye, por supuesto, a las personas). A esta visión negativa de las personas mayores, hay que añadir otros aspectos causados por el envejecimiento de la población que son considerados como consecuencias negativas para el desarrollo de la sociedad. Algunas de estas consecuencias negativas son de tipo político y económico, por ejemplo, que al haber una mayor tasa de personas mayores, el gasto en pensiones y en salud pública aumentará considerablemente, así como los gastos dedicados a los servicios de dependencia. El que haya personas de edad avanzada provoca que en la población haya un mayor número de personas dependientes y por tanto, con mayores necesidades de apoyo. Además, consecuentemente, el número de nacimientos dentro de la población disminuirá en la misma proporción que aumente el número de personas mayores.
En nuestra sociedad actual parece que solo tienen valor aquellas personas que son jóvenes, dinámicas, activas, productivas y que tienen un buen cuerpo. Por tanto, es oportuno hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué pasa con las personas mayores que forman parte de nuestra sociedad? ¿Están quedando en el olvido? ¿ya no tienen valor alguno? ¿No tienen los mismos derechos que las personas que no son tan mayores? ¿Quizás hemos olvidado que todo lo que tenemos actualmente ha sido, en gran medida, gracias a su lucha y esfuerzo? ¿Por qué no se aprovecha su sabiduría y experiencia?
Por todas estas cuestiones, es importante hacer mención a los beneficios que las personas mayores reportan a la sociedad en general. En primer lugar, estas personas en muchas ocasiones se convierten en “abuelos-cuidadores”, es decir, sus hijos/as además de incorporarse al mundo laboral, han tenido la posibilidad de tener descendencia ya que los abuelos han podido hacerse cargo de ella. En segundo lugar, el que haya personas con mayores necesidades de apoyo ha generado puestos de trabajo en el ámbito de la dependencia, sobre todo en un sector tan desfavorecido como el de las mujeres. A su vez, el desarrollo en este ámbito social ha supuesto una evolución en el terreno político, ya que se han desarrollado leyes tan importantes como la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, que hacían falta desde hace tiempo y que han permitido un cambio de modelo en la intervención de los profesionales. Se ha pasado de asistir a la persona a ofrecer el apoyo necesario para que se desenvuelva de una forma autónoma, lo cual está favoreciendo el respeto al derecho a la autodeterminación de las personas, es decir, a tomar decisiones por sí mismas.
La experiencia de nuestros mayores también produce efectos positivos para la población. El problema está en que dicha experiencia o conocimientos no se saben aprovechar. Tanto es así, que nos llama la atención algunas de las experiencias que se están realizando en este sentido, tanto en España como en otros países de la Unión Europea. Una de estas experiencias es la llevada a cabo por un centro cívico y un colegio de Gijón a través de un programa de intercambio generacional. Dicho programa consistía en que los jóvenes enseñaban a los mayores a manejarse con las Nuevas Tecnologías y los mayores transmitían a los jóvenes tradiciones populares, juegos tradicionales, etc. Otra experiencia llevada a cabo en diversas ciudades de España (Madrid, Barcelona, Burgos…) ha consistido en que las personas mayores se convertían en voluntarios para hacer de guías turísticos de los museos o de la propia ciudad, tanto a los turistas como a los propios residentes de dichas ciudades.
Incluso este tipo de experiencias se han trasladado al ámbito empresarial. Ciertas empresas permiten que los empleados jubilados se conviertan en formadores de aquellos trabajadores que les van a sustituir, enseñándoles todos los entresijos del puesto de trabajo que han desempeñado durante tanto tiempo.
En definitiva, a simple vista parece que el aumento de la tasa de personas mayores en la sociedad tiene más inconvenientes que beneficios. Sin embargo, es importante reflexionar sobre todos los aspectos positivos que nos aportan y aprender a aprovecharlo. Indudablemente, de la población joven va a depender el desarrollo de nuestra sociedad pero las aportaciones de la población mayor van a permitir que los jóvenes desarrollen una sociedad mejor sin caer en errores del pasado que sabemos gracias a ellos, a nuestros abuelos/as.
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